Según algunas noticias, el presupuesto total del VIII Foro Mundial del Agua fue de 103 millones de euros. Según los cálculos más prudentes, más de la mitad (52 millones de euros) fue financiada por los contribuyentes brasileños, a través del Gobierno del Distrito Federal (más de 30 millones de euros) y la Agencia Nacional del Agua (ANA, 22 millones de euros), sin ningún tipo de escrutinio. Este enorme gasto público para un evento tan hermético es muy cuestionable cuando el Gobierno recorta los presupuestos y programas de salud y educación y enfrenta una grave crisis de infraestructura urbana. A pesar de una solicitud de acceso a la información, no se ha revelado la más mínima información sobre la contabilidad mínima del evento. [1] El VIII Foro Mundial del Agua pone sobre la mesa la seria pregunta de por qué se están destinando unos preciados fondos públicos a proporcionar un espacio para que las grandes empresas fomenten su agenda comercial. Antes del Foro Mundial del Agua, se informó de que Nestlé y Coca-Cola habían llegado a un acuerdo mediante el cual se les asignaron derechos exclusivos para extraer agua del Acuífero Guaraní, la mayor reserva subterránea de agua dulce renovable de las Américas. [2]
Según el sitio web del Foro Mundial del Agua, los organizadores esperaban a 40 000 participantes, pero la asistencia se acabó reduciendo a poco más de 10 600 personas. Esto parecería indicar que ha disminuido la relevancia política del Foro Mundial del Agua entre los responsables de políticas, y que el VIII Foro Mundial del Agua ha atraído solo a aquellos con suficientes intereses dispuestos a pagar un precio de entrada excesivo (850 euros para personas procedentes de países de la OCDE). Desde el VII Foro Mundial del Agua, celebrado en Corea del Sur en 2015, se creó un “foro de la sociedad civil” para evadir las crecientes críticas a la legitimidad del Foro Mundial del Agua. En Brasilia, junto con este foro de la sociedad civil, se creó una “aldea ciudadana” fuera del recinto, abierta al público y sin ningún cargo de entrada. FAMA y el movimiento por la justicia global rechazaron cualquier participación en estos espacios “ciudadanos” artificiales.
En cambio, el FAMA construyó con éxito su propio espacio de diversidad, dando la bienvenida a movimientos indígenas, quilombolas, pescadores, comunidades tradicionales, organizaciones rurales y movimientos socioambientales de todo el mundo. Este espacio alternativo se centró en las personas y las comunidades que se ven afectadas por la contaminación del agua, el despojo de los recursos y las privatizaciones. Vale la pena señalar que el Gobierno del Distrito Federal apoyó al FAMA con 1,2 millones de reales brasileños (alrededor de 300 000 euros), que representa el 1 % de la descomunal cantidad de fondos que concedieron al Foro Mundial del Agua. Un tercio de los recursos otorgados al FAMA fue una contribución ‘en especie’, mediante un acuerdo que permitió al FAMA utilizar el campus de la Universidad de Brasilia durante dos días. El FAMA se organizó en gran medida con donaciones individuales, contribuciones de fundaciones progresistas y sindicatos, y mediante el compromiso de las personas. Se les pidió a los participantes que hicieran una contribución, de acuerdo a sus posibilidades, de 50 reales (12,50 euros para el evento de 6 días). El FAMA proporcionó un espacio para el debate sobre las estrategias para las alternativas que ahora están surgiendo de las luchas por la justicia del agua. Hablamos de algunas de estas a continuación.