El intento por parte de Barcelona en Comú de ser un partido-movimiento

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El objetivo de Barcelona en Comú es democratizar la relación entre la sociedad civil y las instituciones de la ciudad mediante la transformación de las estructuras tradicionales de los partidos políticos y la creación de nuevas formas de participación política democrática. Pero ¿es posible que una organización política sea movimiento e institución al mismo tiempo? ¿Qué tipo de desafíos, conflictos y oportunidades surgen con ocasión de esta iniciativa?

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State of Power 2018

Cuando acabaron las protestas multitudinarias que llenaron las plazas en el Estado español —conocidas como el 15M— en 2011, muchas personas del mundo del activismo plantearon que el verdadero cambio solo se produciría si asumían el control de las instituciones políticas. Así, en 2015, algunas nuevas candidaturas municipales se propusieron defender por todo el país las reivindicaciones y prácticas del 15M dentro de las instituciones públicas. En 2014, un grupo de activistas sociales y políticos de Barcelona, agrupados en torno a Guanyem Barcelona, se fijó el objetivo de reunir 30 000 firmas de habitantes de la ciudad en apoyo a su participación en las elecciones municipales de 2015. Las firmas se consiguieron rápidamente y la plataforma ciudadana, Barcelona en Comú, se formó mediante una confluencia de diversas organizaciones políticas. Contra todo pronóstico, ganaron las elecciones, y Ada Colau se convirtió en la nueva alcaldesa de la ciudad. En ese momento, Barcelona en Comú formó un gobierno en minoría en el Ayuntamiento de Barcelona.

El objetivo de Barcelona en Comú es democratizar la relación entre la sociedad civil y las instituciones de la ciudad mediante la transformación de las estructuras tradicionales de los partidos políticos y la creación de nuevas formas de participación política democrática. Basándose en la idea de la democracia radical, buscan establecer una coproducción de las políticas públicas y una corresponsabilidad en torno a la toma de decisiones políticas. Un nuevo tipo de institución es el punto central de esta idea: el llamado partido-movimiento. Pero ¿es posible que una organización política sea movimiento e institución al mismo tiempo? ¿Qué tipo de desafíos, conflictos y oportunidades surgen con ocasión de esta iniciativa? Y ¿cómo se comportan las nuevas instituciones?

Innovaciones en las prácticas políticas

Para responder a estas preguntas, cabe tener en cuenta dos importantes novedades organizativas e ideológicas dentro de Barcelona en Comú. La primera es el giro hacia lo local, concretamente la integración y el énfasis en la implicación de los ciudadanos y las ciudadanas corrientes. Como consecuencia del 15M y luchas anteriores, ya se habían establecido de manera generalizada las prácticas deliberativas. De este modo, el movimiento pudo ir más allá de los círculos activistas existentes, movilizar a la ciudadanía, rechazar la participación de partidos políticos e introducir una red de estructuras abiertas. Fueron fundamentales los principios organizativos internos de horizontalidad, autogestión, democracia directa o participativa y diversidad.4 El proceso buscaba activar las capacidades sociales y políticas entre la ciudadanía y el tejido social de los barrios. Esto se hizo dentro de las asambleas públicas, primero en las plazas y, más tarde, en los barrios. La práctica sobrevivió a las ocupaciones del 15M y ahora es una parte integral de Barcelona en Comú.

El asamblearismo es considerado una de las herramientas más importantes de la participación política entre los actores políticos de Barcelona en Comú. Pretende crear el consenso mediante debates en los que cada voz está representada de forma igualitaria. A través del encuentro, la reflexión y la discusión de temas de interés público, se inicia un proceso de implicación colectiva y toma de decisiones. En el espíritu de los movimientos municipales, el giro hacia lo local incluye también los temas locales específicos a los que se enfrentan los residentes de la ciudad. Su capacidad de identificar los problemas —además de proponer soluciones en torno a cuestiones como las infraestructuras, las jornadas de trabajo, los desahucios— es decisiva. Al mismo tiempo, las discusiones abarcan de forma implícita el contexto más amplio de las decisiones y las maniobras (geo)políticas del Gobierno y, por tanto, incluyen una crítica de las medidas de austeridad, los déficits democráticos y el autoritarismo. Esto se visualiza en la demanda del derecho a la ciudad, “no como un derecho a lo que ya existe, sino como un derecho a reconstruir y recrear la ciudad (…) que erradique la pobreza y la desigualdad social (…)”. Es decir, el derecho a la autodeterminación e implicación en la creación de lo que Arjun Appadurai llama ‘los horizontes colectivos’.

Para facilitar este derecho, el proceso de crear el plan gubernamental municipal —Pla d’Actuació Municipal (PAM)— y de los distritos —Plans d’Actuació dels deu districtes de la ciutat (PAD)—, se concibió con el fin de ser lo más participativo posible. A lo largo de mes y medio, alrededor de 300 asambleas tuvieron lugar en Barcelona. Expertos y vecinos, jóvenes y mayores participaron en las asambleas en igualdad de condiciones para crear las propuestas específicas dirigidas al espacio urbano común.

El giro hacia el presente

Barcelona en Comú entró en la política electoral con el objetivo de cambiar la vida diaria de las instituciones. Intenta incorporar a los movimientos sociales, a las asociaciones vecinales y a las asambleas en la rutina diaria de la política institucional. Además, ahora están forjando alianzas, iniciando colaboraciones y apoyando a corporaciones y agencias cuyos intereses coinciden con los de la ciudadanía y no los de las élites políticas y financieras. Su meta es reforzar la creación de los comunes urbanos, lo que significa fortalecer los vínculos sociales y un sentimiento de comunidad en la ciudad. Como dice Theodoros Karyotis, “en última instancia, puede llegar a ser un lugar de resistencia y autodeterminación, un lugar de inclusión, no solo en el sentido de los derechos formales concedidos por una autoridad, sino en el de la plena participación de todos los sujetos e identidades diferentes de la vida política, económica y social”.

Sin embargo, la propuesta de nuevas formas de prácticas democráticas visibiliza las tensiones entre la idea de la visión política y la realidad de la práctica política. Según Jessica Greenberg, la democracia es siempre profundamente contradictoria e imperfecta cuando se la compara con momentos idealizados y expectativas normativas. Su estudio sobre el movimiento posrevolucionario de la juventud serbia después del derrocamiento de Milosevic muestra los desafíos que plantea haber sido un activista político para luego trabajar como funcionario en las instituciones del Estado. Al intentar estar a la altura de las expectativas y los ideales de propios y ajenos, las personas implicadas experimentaron profundas frustraciones acerca de la realidad política de la democracia. De este modo, los estudiantes serbios “articularon su política dentro de un presente pragmático que era inevitablemente incompleto, parcial, contradictorio y decepcionante”. Su gestión de las contradicciones de las prácticas democráticas se tradujo en “una política pragmática distópica del presente”.

Con este telón de fondo, la segunda innovación política que se observa dentro de Barcelona en Comú es el giro hacia el presente. Los actores políticos en el Ayuntamiento tienen que gestionar constantemente sus propias expectativas y frustraciones y las de los compañeros y compañeras militantes en otras áreas de la organización. Se hace evidente que la praxis democrática es inherentemente imperfecta, ya que solo puede aproximarse al ideal político. Los actores de Barcelona en Comú han entendido, por tanto, que el futuro utópico no se alcanza cuando asuntos como la redistribución equitativa y los modos de (re)producción son abordados por un partido tradicional. Solo se conseguirán mediante la lucha diaria de (re)creación de las condiciones de vida y coexistencia para las que el presente es el campo de batalla. Solo se puede conseguir la democratización a largo plazo a través de las acciones del día a día y la negociación constante de los principios organizativos internos y externos, y el apoyo de políticas sostenibles.

Barcelona en Comú, una propuesta de la ciudadanía

Barcelona en Comú es una organización política heterogénea compuesta de personas procedentes de diversos entornos políticos y sociales, y los movimientos sociales. Sus integrantes la perciben como una plataforma ciudadana que escucha e integra a los habitantes de la ciudad, con el fin de conseguir el cambio desde dentro de la sociedad civil. Solo una minoría de sus miembros tenía experiencia previa en la política institucional, como las personas procedentes de Iniciativa per Catalunya Verds.1 El énfasis en la participación política individual durante el 15M se desarrolló en Barcelona en Comú como un sistema de confluencia, en el que cada persona tenía la misma voz dentro de la organización política, sin tener en cuenta su organización de procedencia.

Hay aproximadamente 1500 personas en el registro de activistas de Barcelona en Comú, lo que constituye el plenario. El plenario es un espacio de toma de decisiones políticas dentro de la organización. En el corazón de la organización, hay un grupo municipal y el grupo general de coordinación. Este último incluye a representantes de todos los distritos, los grupos temáticos, las comisiones y los barrios, además de los simpatizantes. Dentro del Ayuntamiento, sin embargo, es el grupo municipal el que ostenta los poderes ejecutivos. El grupo está formado por la alcaldesa, los concejales y concejalas, y los secretarios y secretarias. Para quienes participan en la asamblea, la diferencia entre la coordinación general y el grupo municipal no está siempre clara. Sin embargo, el grupo municipal representa los niveles superiores de la organización política, es decir, las personas elegidas por las asambleas para los cargos públicos.

Luego existen los grupos temáticos (que trabajan en los diversos temas, como género y diversidad sexual, educación, etc.) y las asambleas territoriales de los distritos. Estas están organizadas por distritos que abarcan distintos barrios. Uno de estos barrios es el centro de la ciudad de Barcelona, llamado Ciutat Vella, que incluye los distritos de El Raval, La Barceloneta, El Gòtic y Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera. En estas asambleas se discuten los problemas y las acciones de los barrios, pero los debates giran principalmente en torno a los temas organizativos internos y la relación entre la asamblea y la institución (el grupo municipal). A pesar de que la asamblea del barrio es el ente de más cercanía, es precisamente aquí donde tienen lugar con más frecuencia los debates polémicos sobre las estrategias políticas y los principios organizativos.

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