Con el “Acuerdo para la cooperación y asistencia técnica en defensa y seguridad” entre Colombia y Estados Unidos se introduce en Sur America un elemento de desequilibrio que puede significar el comienzo de una nueva guerra fría.
Un nuevo Gobierno estadounidense brinda una oportunidad de cambio, pero se necesitará un movimiento antiguerra poderoso y movilizado para conseguir que la nueva administración rinda cuentas de las promesas realizadas.
La peculiar mezcla de machismo y militarismo que reina en las bases militares estadounidenses entraña, por lo general, problemas en las relaciones con las mujeres locales.
Las bases militares extranjeras están concebidas para proyectar el poder militar estadounidense en todo el mundo pero, al mismo tiempo, sus consecuencias más visibles y cotidianas se hacen sentir en el ámbito local o nacional.
Cuando un Estado acepta la presencia de bases estadounidenses en su territorio, acepta de hecho el actuar como punto de partida de acciones militares, ya sean invasiones, ataques aéreos u operaciones encubiertas.
Los activistas de los países que acogen bases militares han librado duras y largas batallas para obligar al ejército estadounidense a cumplir con una tarea aparentemente sencilla: limpiar la basura que generan.
En virtud de los Acuerdos sobre el Estatuto de las Fuerzas, por los que se rige el establecimiento de bases militares estadounidenses, el personal está protegido contra toda acción legal, incluso en el caso de los delitos más graves.