La idea de responsabilizar a los países productores (y que Pence seguramente viene a repetir), está tomando fuerza en Estados Unidos y nos haría volver a la mano dura. Pero las estadísticas indican que el quid de la cuestión hay que buscarlo allá.
Para llegar hasta Briceño, en pleno corazón de la región de Antioquia, se necesita un buen vehículo, mucho tiempo y algo de suerte. La semana antes de nuestro viaje, previsto para mediados de julio, unas lluvias torrenciales destruyeron parte de la carretera entre Briceño y Pueblo Nuevo, y dejaron a la gente aislada a uno y otro lado. Tuvimos suerte, y el día en que viajamos a la zona no llovió. Pero necesitamos seis horas para cubrir el trayecto entre Medellín y Briceño, y otras tres de angustiosas curvas hasta Pueblo Nuevo. La misma carretera sin asfaltar nos hizo pensar en los retos que enfrenta Colombia con su plan de eliminar 50.000 hectáreas de coca este año, a través del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito, conocido por el acrónimo PNIS.
Es más fácil echarse uno, dos, tres kilos en un bolsito y venderlo que echarse un bulto de maíz o unos racimos de plátano; si erradican la coca estamos condenados a aguantar hambre, tanto nuestros hijos, como las familias… todos.
Después de dos décadas de fumigaciones hay muchas críticas sobre su eficacia, sus métodos y sus efectos sociales y ambientales. Y sin embargo, las fumigaciones se van a reanudar próximamente.
Llegar a un acuerdo con Ecuador ha sido indudablemente un paso importante para avanzar en el terreno de la integración regional, pero la razón que motivó la disputa en primera instancia sigue haciendo estragos.
La incorporación del tema de drogas en la agenda de las conversaciones de paz que se desarrollan entre el Gobierno colombiano y las FARC en la ciudad de La Habana es una decisión acertada.