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De seis muros en 1989, hemos pasado actualmente a por lo menos 63 muros a lo largo de las fronteras o en territorios ocupados en todo el mundo y los líderes políticos en todas partes están pidiendo más. En este informe examinamos el aumento de estos muros construidos por parte de cada vez más gobiernos, las causas subyacentes del surgimiento de un apartheid global y las empresas que buscan lucrarse con ello. Además de proporcionar una descripción global de los muros fronterizos, el informe analiza siete estudios de caso: Australia, India, Israel, México-Guatemala, España, Siria y el Sahara Occidental.
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Hacia finales de 1989, dos muros históricos se derrumbaron, asombrando e inspirando a personas de todo el mundo. El primero, el 9 de noviembre de 1989, fue la caída del Muro de Berlín después de 28 años. El segundo muro era más simbólico, pero igualmente impactante en la forma en que dividía a las personas y segregaba vidas. Fue el sistema de apartheid en Sudáfrica. Mientras que los berlineses comenzaban a desmantelar el muro que los separaba pieza por pieza, el recién nombrado presidente sudafricano F.W. de Klerk había comenzado a negociar con el ANC, iniciando un proceso para acabar con el apartheid. En febrero de 1990, de Klerk anuló la prohibición del Congreso Nacional Africano, liberó a Nelson Mandela y a otros presos políticos y puso fin al estado de emergencia.
Es realmente contundente que 30 años después nos encontremos en un mundo con más muros que nunca. De seis muros en 1989, hemos pasado actualmente a por lo menos 63 muros a lo largo de las fronteras o en territorios ocupados en todo el mundo y los líderes políticos en todas partes están pidiendo más. Y esto solo incluye los países con estructuras físicas amuralladas. Muchos más países han militarizado sus fronteras mediante el despliegue de tropas, barcos, aviones, drones y vigilancia digital, patrullando tierra, mar y aire. Si contamos estos “muros”, serían cientos. Como resultado, ahora es más peligroso y mortal que nunca cruzar las fronteras para las personas que huyen de la pobreza y la violencia y, una vez que han cruzado, el aparato de las fronteras sigue activo y constituye una amenaza.
Realmente estamos en un mundo amurallado. Y mientras construimos estas fortalezas, también estamos segregando a las personas, protegiendo los privilegios y el poder de unos y negando los derechos humanos y la dignidad de otros. Es por eso que nuestro informe sostiene que 30 años después de su colapso en Sudáfrica, nuestro mundo amurallado está creando un nuevo tipo de apartheid global. Las fronteras como el apartheid se construyen sobre ideologías racistas, niegan a grupos de personas los derechos básicos y perpetúan la violencia. Como sostiene este informe, el concepto de apartheid global “ayuda a explicar las tendencias y estructuras de poder y la segregación global” en las que “los muros son solo una de las dimensiones físicas y visibles de la creciente violencia cultural, estructural y física que este sistema crea en el mundo”.
En este informe examinamos el aumento de los muros construidos por parte de cada vez más gobiernos, las causas subyacentes del surgimiento de un apartheid global y las empresas que buscan lucrarse con ello. Además de proporcionar una descripción global de los muros fronterizos, el informe analiza siete estudios de caso: Australia, India, Israel, México-Guatemala, España, Siria y el Sahara Occidental. Entre sus conclusiones, el informe revela que:
Dirigir y sacar provecho de este aumento en la construcción de muros es todo un Complejo Industrial Fronterizo. Esta industria ha reforzado una narrativa en la que la migración y otros desafíos políticos y/o humanitarios en la frontera se enmarcan principalmente como un problema de seguridad, donde la frontera nunca puede ser lo suficientemente segura y para el cual sus últimas tecnologías militares y de seguridad son siempre la solución.
Muchos muros y vallas son construidos por empresas de construcción locales o por organismos gubernamentales, como el ejército. Sin embargo, los muros están siempre acompañados por una variedad de sistemas tecnológicos -como equipos de monitoreo, detección e identificación, vehículos, aviones y armas- que proporcionan las empresas militares y de seguridad. Los sistemas autónomos y robóticos, como los drones y las torres inteligentes, también se utilizan (o prueban) cada vez más para la seguridad fronteriza, incluso como parte de, o conectados a, muros y vallas.
Detrás del aumento de los muros y la industria se esconde una narrativa poderosa y manipuladora que se ha vuelto hegemónica. Sostiene que los migrantes, en particular, son una amenaza para el modo de vida de algunos países, en vez de víctimas de políticas económicas y políticas perpetuadas y promovidas por los países más ricos que obligan a las personas a abandonar sus hogares. Esta narrativa utiliza el lenguaje del miedo para persuadir a las personas de que apoyen las soluciones basadas en la seguridad, en particular la militarización de las fronteras, y hacer la vista gorda ante sus consecuencias mortales. Es manipulador, porque distrae a la gente de las causas reales de la inseguridad -la concentración de poder y riqueza a manos de una pequeña élite, un sistema que solo existe a costa de la explotación de las poblaciones más pobres del mundo- que impide la provisión de vivienda, atención médica, educación y medios de subsistencia para todos que brindarían seguridad y paz duraderas.
La narrativa del miedo y la seguridad es claramente seductora, tal como muestra el aumento de muros en todo el mundo, pero las experiencias históricas de la caída del Muro de Berlín y el Apartheid hace 30 años muestran que no es impermeable. Los cambios en la opinión pública, particularmente como resultado de la movilización exitosa de los movimientos sociales, pueden socavar incluso los sistemas de opresión más fuertes. Los muros que nos dividen pueden parecer permanentes, pero la educación y la acción política pueden derribarlos. Es hora de una nueva ola de movilización, contra el mundo amurallado que solamente sirve a una pequeña élite y traiciona las esperanzas de la gran mayoría de la humanidad que quiere vivir con dignidad y justicia.