La economía como ideología: desafiando el poder político de los expertos

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La economía aparece frecuentemente como algo aburrido, pero esta profesión restringida y principalmente dominada por hombres decide sobre asuntos íntimamente ligados a cuestiones de poder, a la democracia y a elementos vitales para la salud, la educación, el bienestar social y el medio ambiente. Una democracia significativa requiere de la participación de la gente común en los debates económicos, de tal manera que puedan dar forma a sus propias vidas en solidaridad con los demás.

La economía como ideología: desafiando el poder político de los expertos

Sobre la economía como ideología: desafiando el poder político de los expertos

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State of Power 2016

Autores

Autores

Elaine Coburn

¿Quién es experto en economía?

Esta cuestión podría parecer distinta o distante de los asuntos del poder político y los debates acerca de la mejor manera de fomentar la toma de decisiones democrática y participativa. O peor aún, podría parecer como algo aburrido, desconectado de la vida cotidiana. Sin embargo, el hecho de que las cuestiones económicas sean a menudo, aunque no siempre, consideradas como algo separado de los debates sobre poder y democracia y de las preocupaciones diarias es ya en sí mismo un logro ideológico.

Las decisiones económicas se convierten entonces en asuntos técnicos de la política decididos por “expertos”; por lo general, si no siempre, economistas y analistas financieros y comerciales. En la práctica, estos expertos son una pequeña élite social: mayoritariamente hombres, procedentes de unos pocos países poderosos, y por lo general graduados de un pequeño número de universidades de los Estados Unidos o europeas. Incluso cuando estos expertos son mujeres o provienen de una mayor diversidad de países, tienden a estar formados en las mismas universidades y a operar dentro de un mismo paradigma de estrechas miras.

De esta manera, muchos asuntos económicos quedan ausentes de los debates significativos y amplios sobre la democracia, y se convierten en el dominio exclusivo de unos pocos expertos acordados de antemano. De hecho, los economistas en ocasiones se comparan a sí mismos con médicos con conocimientos técnicos especializados, de modo que su área de conocimiento no está sujeta a más discusión de lo que lo están los diagnósticos médicos y los tratamientos.

Esta situación es un problema para aquellos que consideran que la gente común debería tener voz y voto en las decisiones que les afectan,1 porque a menudo los asuntos interpretados estrictamente como cuestiones económicas tienen consecuencias en la salud, la educación, el bienestar social y el medio ambiente, entre otras preocupaciones.

Por otra parte, las políticas económicas que se presentan como soluciones “técnicas” tratan a menudo, de hecho, acerca de transformaciones sociales que llevan aparejadas una fuerte carga política. Estas transformaciones se hacen generalmente en el interés de unos pocos actores poderosos, popularmente conocidos como “el 1%”, pero legitimados por argumentos que las presentan como necesarias, razonables y en interés de todos.

Existen, sin embargo, importantes desafíos a las políticas de los expertos que promueven los intereses de estos actores poderosos a expensas de la mayoría, así como a los paradigmas subyacentes a tales políticas. Estos desafíos incluyen iniciativas de organizaciones de los movimientos sociales como Development Alternatives with Women for a New Era (DAWN) (Alternativas de Desarrollo con Mujeres para una Nueva Era), que hace hincapié sobre perspectivas de economía política feministas desde el Sur Global, y Focus on the Global South (Foco en el Sur Global), que busca desarrollar alternativas “al neoliberalismo, el militarismo y la globalización corporativa” (www.focusweb.org). Nos referiremos a ambas organizaciones más adelante en este ensayo.

Tales iniciativas critican un statu quo injusto, mientras que el desarrollo de alternativas democráticas participativas, aunque imperfectas, trata de involucrar a la gente común en la toma de decisiones político-económicas. Como tales, estas son indicativas de unas relaciones sociales transformadoras más amplias tendentes hacia futuros más democráticos, justos y sostenibles.

El aburrimiento con la economía

Hablar del aburrimiento con la economía puede parecer una trivialidad para comenzar un ensayo sobre economía, poder y democracia, pero es, de hecho, políticamente relevante. Hace más de 30 años, la economista política feminista Frigga Haug2 escribía acerca de este problema señalando cómo tenía que obligarse a sí misma a leer las páginas financieras de su periódico diario, dado el aburrimiento que esto le provocaba. Podía leer un titular, por ejemplo, acerca de una compañía química: “Hoechst anuncia un dividendo sin cambios para 1982”. Un tipo de información que la dejaba indiferente mientras que no ocurría así con otras noticias locales, ya fueran sobre los lujosos estilos de vida de los muy ricos o la desesperación suicida de un ama de casa.

Hoy en día, muchas personas nos sentimos igualmente impasibles ante el análisis económico, ya sea de tipo periodístico, orientado a políticas, de carácter académico o activista. No menos importante es el hecho de que las noticias económicas pueden parecer distantes respecto a la “noticias locales” que conforman nuestras experiencias cotidianas. El vocabulario especializado que se utiliza para describir la evolución económica contribuye a esa sensación de que estos eventos son ajenos a la vida diaria.

Aquí tenemos, a modo de ejemplo, tres de las descripciones contemporáneas de los asuntos económicos, desde una variedad de fuentes:

• El 19 de noviembre de 2015, un titular del Wall Street Journal se cuestionaba lo siguiente: “¿Estará el BCE (Banco Central Europeo) a la altura de las esperanzas Big Bang de los mercados? El BCE se predispone a actuar para diciembre, pero ¿podrían los mercados, sin embargo, acabar decepcionados?”

• El 21 de abril de 2015, el informe World Economic Outlook (WEO), publicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), incluye un cuadro de texto bajo el título “Implicaciones globales de los movimientos en los tipos de cambio” (Capítulo 1) con afirmaciones tales como esta: “En la medida en que está disponible el espacio para la política monetaria convencional, los países que experimentan una apreciación responderán con una política monetaria expansiva para contribuir al apoyo a la producción”.

• El número de noviembre de 2015 de la American Economic Review, revista científica de alto rango, lleva un artículo acerca de los “Shocks de volatilidad fiscal y la actividad económica” (vol. 105, núm. 11), que propone examinar cómo “los cambios inesperados en la incertidumbre acerca de la política fiscal afectan a la actividad económica”.

Por supuesto, no todas las descripciones y los análisis económicos son como estos. La misma edición de la American Economic Review, por ejemplo, incluye artículos sobre la “elección de barrio” y “el altruismo”, que obviamente se ocupan más de la vida cotidiana (dónde vivir) y las decisiones morales (acciones de autosacrificio por los demás) que importan a todos.

Si bien no todos los análisis económicos utilizan un vocabulario altamente abstracto, estos ejemplos de lenguaje esotérico y especializado —haciéndose pasar por jerga técnica— están lejos de ser inusuales. Dichos análisis engloban a una serie de actores y procesos, incluidos los bancos centrales, los mercados (con sus “esperanzas”), los movimientos del tipo de cambio, las políticas monetarias, la producción, los choques de volatilidad fiscal y los recursos. Por el contrario, los seres humanos, y también el mundo natural que nos sustenta, están ausentes (o únicamente nombrados de manera indirecta como “recursos”).

Del mismo modo, otros textos económicos, incluidos los acuerdos comerciales y de inversión jurídicamente vinculantes, las condiciones de los préstamos del FMI, las políticas del Banco Mundial o el anuncio de las fusiones de empresas, entre otros, se describen de tal manera que parecen alejados de las preocupaciones comunes: pueden incluir referencias a la propiedad intelectual, los mercados de divisas, los instrumentos de financiación rápida, estándares de desempeño para los proyectos del sector privado, la cuota de mercado internacional y así sucesivamente. Inevitablemente, estos no son los textos que muchos de nosotros leemos con entusiasmo, más allá de un interés espontáneo.

Al considerar este tipo de discurso económico, Frigga Haug concluyó que, “desde el punto de vista de la vida cotidiana las cuestiones cruciales de las leyes que rigen la sociedad son incomprensibles y por lo tanto algo aburrido”. Su lenguaje acerca de las leyes no es útil en la medida en que sugiere tendencias inmutables en lugar de relaciones sociales, y por lo tanto, cambiantes. Pero su observación más fundamental sigue siendo relevante: hay un abismo entre el lenguaje de muchos análisis económicos y la comprensión cotidiana.

El riesgo es que muchos de nosotros nos sintamos aburridos y desconectados de las cuestiones fundamentales de la economía política que dan forma a nuestras vidas.

“Las prescripciones del médico fueron las apropiadas”

Por el contrario, para muchos especialistas en economía aplicada, la falta de interés del público en la economía no es un problema. Después de todo, confiamos en los médicos, con sus formas especializadas de conocimientos, equipos y vocabulario, para que nos ayuden con decisiones importantes, incluso de vida o muerte. Sin embargo, no se espera que la mayoría de los pacientes deban mostrar un gran interés en los conocimientos médicos, y mucho menos un dominio de los mismos. Podemos exigir explicaciones claras antes de dar nuestro consentimiento informado para cualquier tratamiento o procedimientos médicos particulares, pero en última instancia, muchos de nosotros confiamos nuestros cuerpos e incluso nuestra vida al conocimiento y el cuidado de los médicos u otros profesionales de la salud.

Confiar en los economistas y analistas financieros y comerciales no es diferente. Movilizan sus conocimientos especializados para garantizar el buen funcionamiento de la economía, lo que nos permite seguir adelante con el resto de nuestras vidas.

Esta analogía médico-paciente no es poco común en los círculos de economía aplicada, incluyendo importantes instituciones financieras internacionales como el FMI.3 Merece la pena, no obstante, explorar esta metáfora con cierto detalle, porque la analogía revela la manera en que algunos, quizá muchos, especialistas en economía aplicada (y algunos de teoría económica) piensan acerca de su trabajo.

Un libro coordinado por dos antiguos altos cargos del FMI, bajo el título Successes of the International Monetary Fund: Untold Stories of Cooperation at Work (Éxitos del Fondo Monetario Internacional: Historias no contadas de cooperación en el trabajo), por ejemplo, invoca explícitamente la metáfora del médico. En el caso de la intervención del FMI en Corea del Sur tras la crisis económica de 1997 en Asia, uno de los autores que contribuyen en dicha obra escribe acerca de “los médicos del FMI” y concluye que “la prescripciones médicas, en términos generales, fueron las apropiadas”.4 En una entrevista de febrero de 2014, el nuevo jefe del Departamento para Asia y el Pacífico del FMI, Changyong Rhee, utilizó la misma metáfora, lo que vendría a sugerir que el FMI no debería ser visto como un “médico de urgencias” al que se consulta solo en una situación de crisis. El FMI debería ser, en cambio, como “el médico de familia que ofrece atención continua y asesoramiento sincero”. Tampoco son nuevas estas analogías. Una carta al director de la revista Business Week en 1992 defendiendo el historial del FMI, escrito por el exdirector de Investigación del FMI, Michael Mussa, ya lo introducía en el título: “El FMI: ¿médico, salvador u holgazán?”.5

Estas metáforas médicas toman prestado el prestigio generalmente asociado a los médicos. En algunos contextos nacionales, los médicos pueden estar bien pagados, pero a menudo son vistos como personas desinteresadas, una idea capturada en las referencias a los profesionales de la salud en tanto que miembros de las “profesiones de cuidados”. Los economistas del FMI se imaginan a sí mismos comprometidos, de manera similar, en un trabajo desinteresado en beneficio de los demás.

Por último, la analogía descansa, al menos en parte, en el supuesto de que tanto la atención médica como las políticas económicas son intervenciones principalmente “técnicas”. Ambas pertenecen a la esfera de la ciencia, no del debate democrático. Al fin y al cabo, el paciente y su familia no llegan democráticamente a un acuerdo sobre lo que constituye el conocimiento médico. En lugar de ello, los expertos recurren a las “mejores prácticas” establecidas y empíricamente probadas para decidir sobre la atención médica. Lo mismo es cierto, o debería de ser cierto, con respecto a la práctica económica.

Retomando el asunto de la Hoechst Chemical Company

Los actores de los movimientos sociales, muchos de ellos procedentes del Sur Global desafían tales argumentos. Como observa Frigga Haug, cuando se ahonda en él, el titular económico “aburrido” acerca, por ejemplo, del titular de la Hoechst Chemical Company revela muchas cuestiones sociales y políticas esenciales.

Lo que sigue es un escenario típico-ideal. Por típico-ideal quiero decir que esto es una explicación imaginada, pero plausible, sobre la base de las realidades de muchas empresas farmacéuticas contemporáneas con ánimo de lucro. Situada en Alemania, “Hoechst” puede operar con un programa de producción de “día y noche”, distribuido en turnos de ocho horas (o más). Este trabajo representa un tercio de la vida de los trabajadores a jornada completa y cerca de la mitad de sus horas de vigilia, cinco días a la semana. En otros casos, los empleados están involuntariamente a tiempo parcial, trabajando 20 horas o menos en “Hoechst” en combinación con otro empleo remunerado. En la creación de sus productos farmacéuticos, una empresa de este tipo puede usar y destruir de forma permanente parte del mundo natural, entendido como “recursos naturales” de propiedad privada. En la producción de sus “resultados” farmacéuticos, las compañías farmacéuticas hacen uso de los conocimientos tradicionales de remedios con siglos de antigüedad, ahora patentados como “propiedad intelectual” privada de la empresa “Hoechst”. Estos productos no se crean para responder a necesidades médicas mundiales, sino a los incentivos del mercado, concretamente a las demandas de los consumidores relativamente acaudalados, normalmente ubicados en el Norte Global, por ejemplo, los tratamientos para minimizar la celulitis tienen prioridad sobre el desarrollo de medicamentos de bajo coste contra el SIDA. En la producción rutinaria, la empresa “Hoechst” puede contaminar el medio ambiente, convertir tierras en inhabitables y aguas en no potables (si bien sus propietarios pueden permitirse espacios limpios y aguas limpias, generalmente lejos de los polígonos industriales de la compañía).

Mientras tanto, las demandas de los trabajadores en pro de mejoras en la seguridad, mejores salarios y beneficios sociales prolongados serían costosas para la empresa, reduciendo los beneficios y dividendos para sus accionistas. Acceder a las demandas de los trabajadores supondría un incremento en los costes de producción de Hoechst Chemicals, lo que haría que la empresa fuera menos atractiva frente a la competencia mundial con otras empresas farmacéuticas. Después de una fallida campaña sindical, los empleados podrían ser más cautelosos a la hora de hacer demandas acerca del lugar de trabajo por el temor a ser catalogados de alborotadores y recibir una reducción de jornada, más exigente, trabajos desagradables y cambios difíciles, o incluso ser despedidos.

De manera perversa, los accionistas que están ansiosos por obtener unos mayores beneficios pueden incluir otros trabajadores, como por ejemplo, a profesores y sus fondos de pensiones que inviertan en una amplia gama de empresas con el único objetivo de lograr los mejores resultados para sus miembros; una petición reciente de inversión “ética” y “socialmente responsable” a un fondo de profesores fue descartada. De esta manera, los trabajadores que están tratando de asegurar su jubilación pueden estar implicados en la explotación de los demás trabajadores y en la degradación del entorno natural en el que viven. Las comunidades que se organizan contra el daño ambiental causado por la fábrica farmacéutica ven cómo los abogados y cabilderos corporativos muy bien pagados les ganan la partida. Además de reuniones privilegiadas con los políticos locales para explicar su reticencia a invertir en equipos que limiten la contaminación local, estos representantes corporativos distribuyen folletos advirtiendo de la pérdida inmediata de empleos locales en caso de que tengan éxito los activistas ecologistas de la comunidad.

Tal como observa Haug, puede resultar aburrido leer acerca de los dividendos de la empresa Hoechst Chemical, pero esto es solo porque el lenguaje económico oscurece las relaciones sociales y los problemas ecológicos implicados en la creación de la ganancia y la distribución de dividendos. De hecho, una investigación sobre la empresa Hoechst Chemical —o al menos una versión plausible y típico-ideal de esa compañía— plantea muchas cuestiones políticas esenciales, tales como:

• La dependencia del incentivo de la ganancia como una manera de dirigir la innovación en la industria farmacéutica;

• La salud y seguridad de los trabajadores y su derecho a organizarse;

• La sostenibilidad y justicia ecológica

• El poder económico y las maneras en las que esto se traduce en poder político y legal en confrontaciones con ciudadanos ordinarios;

• Los bienes comunes de conocimientos, heredados de generaciones anteriores, y los comunes naturales de la Tierra;

• La institución social de la propiedad privada;

• La solidaridad —o la falta de la misma— entre trabajadores en términos locales e internacionales.

Ninguno de estos asuntos puede comprenderse adecuadamente como el terreno exclusivo de unos pocos expertos económicos, que actúan en nombre del resto de la sociedad. Tratan acerca de cómo priorizamos las diferentes búsquedas de conocimiento, los derechos de una representación democrática de y para la fuerza trabajadora, el papel de las comunidades en la protección del medio ambiente, las formas en las que la desigualdad económica está asociada con la desigualdad política, las instituciones sociales de los comunes y de la propiedad privada, y las posibilidades para la solidaridad, tanto localmente como mundialmente. Con todo, los asuntos económicos son frecuentemente descritos y debatidos en un lenguaje especializado que se abstrae de lo social y lo ecológico y, por tanto, de las luchas políticas.

Una reevaluación del economista como médico

Para los críticos, el uso de la analogía del médico para legitimar los monopolios económicos sobre la toma de decisiones económicas es apropiado, pero no por los motivos que creen muchos especialistas en economía aplicada. En concreto, las científicas sociales feministas han criticado mucho la dominación masculina en el ámbito de la medicina, observando que la historia muestra cómo los médicos varones han construido arduamente su monopolio profesional en gran parte de los países del Norte Global, si no en todo el mundo.

En términos paradigmáticos, los médicos varones han medicalizado el parto. Si el objetivo declarado y la creencia sincera de muchos médicos era y es una preocupación desinteresada por la salud de las mujeres, históricamente, la medicalización del parto permitió a los médicos varones hacerse con el control del saber experto y competente de las matronas, en su mayoría mujeres y, en general, sobre todo el proceso de la maternidad. Frente a estas tendencias, las mujeres exigen el derecho a tomar decisiones fundamentales acerca de su propio rol en el parto, no teniendo que contar necesariamente con la participación de un médico. En muchos países “desarrollados”, las matronas están volviendo a un papel fundamental en el parto normal.

Cuando los economistas utilizan analogías de tipo médico, sin embargo, lo hacen ignorando el historial de dominio médico masculino, lo cual no resulta sorprendente dado que la profesión de economista está dominada por hombres. Podría decirse que este lapso metafórico permite a los economistas pasar por alto las formas en que los economistas (masculinos) afirman su monopolio profesional en la toma de decisiones económicas. Por supuesto, las desigualdades de género no son exclusivas de la profesión económica.

No obstante, la economía dominante sigue siendo notablemente “pre-feminista”, lo que refleja la relativa ausencia de mujeres en la profesión. Los hombres representan, por ejemplo, el 68% de los estadounidenses doctores en economía.6 De hecho, la ausencia total de voces de las mujeres en relación con las cuestiones económicas clave no es inusual. En 2011, la American Economic Review invitó a seis economistas varones (blancos) a determinar cuáles han sido los 20 artículos más influyentes de los últimos 100 años de la revista científica.7 De los 30 autores citados en este “top 20”, algunos más de una vez, solo uno era una mujer: Anne O. Krueger, una economista que ha ocupado cargos importantes tanto en el FMI como en el Banco Mundial.

En la misma línea, un artículo de 2009 escrito por el ex economista jefe del FMI, Simon Johnson para The Atlantic nombra 28 individuos. Los 28 son hombres, ya sean economistas, financieros, políticos o, más excepcionalmente en un análisis económico, novelistas satíricos criticando los valores del capital financiero.8 Es importante destacar que Johnson no ofrece un análisis crítico sobre este poder de género. Más bien, él critica a algunas de estas personas, mientras que empleó a otros para su condena de lo que él llama una oligarquía financiera estadounidense.

En otras palabras, los 28 individuos que nombra representan el universo de aquellos que considera relevantes en su historia económica contemporánea. De la misma manera en que la medicina fue antaño dominada por una “red de exalumnos”, el análisis económico excluye e incluye voces con un elevado sesgo de género.

Por supuesto, hay otros paralelismos irónicos con la metáfora médica. Si el FMI es como un médico para a un Gobierno como “paciente”, entonces surgen preguntas sobre el derecho del paciente a tomar decisiones informadas. Los días en que el paciente obediente traga la medicina, sin hacer preguntas, han —o deberían haber— terminado. Lo mismo puede decirse de las políticas económicas que se administra a los Gobiernos. Aquellos sujetos a estas políticas deberían ser los encargados de tomar las decisiones finales, de la misma manera que el paciente decide en última instancia con respecto a su propio cuerpo.

Por otra parte, en el Sur Global, y entre muchas poblaciones raciales e indígenas de todo el mundo, los médicos y la ciencia médica son sinónimo de “experimentos humanos”, incluyendo la esterilización forzada, los ensayos clínicos sin consentimiento informado, y otras violaciones de los derechos humanos. Los médicos y profesionales de la salud no parecen figuras heroicas que mejoran la salud para estas poblaciones, sino más bien como administradores arrogantes, a menudo peligrosos, y neocoloniales. Podría decirse que el uso ingenuo, por parte del FMI, de la metáfora médica ignora esas historias subalternas y realidades que sugieren paralelismos incómodos: la experimentación de políticas económicas neoliberales en las poblaciones subalternas por los responsables de la política económica se hace eco de los experimentos médicos y farmacéuticos en las mismas poblaciones.9

Por último, cuando los economistas se comparan a sí mismos con los médicos, “la economía” se vuelve implícitamente análoga al cuerpo humano. Pero el cuerpo es un hecho genético, biológico y social. En contraste, la economía es un hecho del todo social y, por tanto, sujeto a transformaciones de manera que ni las modificaciones corporales más radicales pueden pretender imitar.

El conocimiento económico como poder patriarcal neocolonial

Los críticos sostienen que la toma de decisiones económicas no consiste en aplicar conocimientos científicos especializados sino que, de hecho, refleja el poder sedimentado de las antiguas naciones coloniales, los Estados Unidos y, como ya hemos sugerido, la autoridad patriarcal de los hombres, por lo general procedentes de la clase alta. Empíricamente, esto es quizás más evidente en las instituciones financieras internacionales (IFI). Los puestos más importantes en el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC), por ejemplo, han sido copados exclusivamente por hombres; con la única excepción de Christine Lagarde, quien ha sido la Directora Gerente del FMI desde 2011. Quince de los 16 economistas jefe del FMI y del Banco Mundial (combinados) han sido hombres.10 En la actualidad, 23 de los 25 directores ejecutivos del FMI son hombres y 21 de 25 en el Banco Mundial. Catorce de los 15 presidentes del Consejo General de la OMC son hombres. Dichos directores son a menudo nombrados desde los ministerios de finanzas y comercio nacionales, que a su vez tienden a ser dominados por hombres.

En consecuencia, las mujeres ocupan muy pocos puestos de alto nivel en la toma de decisiones formales en estas IFI, si bien las mujeres experimentan las consecuencias de tales decisiones. Con respecto a la nacionalidad de origen, “por tradición”, el jefe del FMI es europeo y el presidente del Banco Mundial es un ciudadano estadounidense.

Hoy en día, estas instituciones dan préstamos, principalmente a los países del Sur Global, lo que significa que los representantes de las naciones más sujetas a los programas del FMI y el Banco Mundial son “tradicionalmente” excluidos de los cargos más altos de estas instituciones. De acuerdo con esta tradición, los Estados Unidos tienen un veto efectivo tanto en el FMI como en el Banco Mundial, con más del 16% del poder de voto. Por el contrario, en el FMI, China tiene 3,8% del total de los votos y la India 2,3%. Esto es menos que el poder de voto sumado de los Países Bajos (2,1%), Arabia Saudita (2,8%) y Suiza (1,4%). Las más de 20 naciones africanas que son miembros del FMI tienen un total conjunto de solo 3,4% de votos. Esto refleja el poder de los acreedores en el FMI, de tal manera que el poder económico nacional supera formalmente las normas democráticas representativas de un país, un voto, aunque es preciso señalar que tales normas se violan rutinariamente, incluyendo a las Naciones Unidas donde los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad gozan de poderes especiales.

Similares patrones operan en el Banco Mundial de modo que existen acusaciones continuas de que estas instituciones son neocoloniales. Desde el punto de vista del conocimiento económico, una representatividad tan desigual margina formalmente las propuestas económicas presentadas por representantes de aquellos países con mayores probabilidades de ser objeto de los programas del FMI y del Banco Mundial: sus iniciativas deben alinearse con las perspectivas económicas de las naciones poderosas o se exponen a ser vetadas.

Además, los más altos cargos en estas IFI sueles estar ocupados por hombres con titulaciones de unas pocas universidades europeas y estadounidenses de élite. Cinco de los 11 directores ejecutivos del FMI fueron educados en las escuelas francesas de élite, incluyendo la École nationale de l'administration (ENA) y la École des hautes études commerciales de París (HEC). Cinco de los últimos ocho presidentes del Banco Mundial fueron educados en Harvard. El papel del economista jefe del FMI ha estado en manos de seis hombres graduados en solo dos departamentos de economía, de la Universidad de Chicago y en el MIT.

Incluso si se trata de centros de excelencia económica, las instituciones económicas “mundiales” dominadas por los graduados de un puñado de universidades estadounidenses y europeas no puede reflejar concebiblemente la amplia gama internacional de perspectivas económicas. Por último, al menos desde la publicación en 1962 del libro Les Héritiers del sociólogo Pierre Bourdieu, es evidente que las escuelas de élite tienden a aceptar estudiantes de familias con recursos (o “capital”) económicos y culturales, lo que sugiere que estos expertos económicos tienden a compartir el mismo origen de clase social privilegiada.

En resumen, la economía tiende a “olvidar” su carácter socialmente integrado, simulando haber surgido de la nada. De hecho, el conocimiento económico en el FMI, el Banco Mundial y otras instituciones similares está fuerte y estrechamente definido por el factor social. Esta élite homogénea masculina, norteamericana y europea es poco proclive a fomentar debates críticos y de amplio espectro, aunque la toma de decisiones económicas en estas instituciones afecte a personas de todo el mundo, especialmente en el Sur Global.

Las alternativas económicas heterodoxas

Por supuesto, esta élite no abarca a todos los profesionales en economía, incluso en términos de definición profesional. A nivel mundial, hay economistas feministas y heterodoxos, a menudo mujeres e individuos que trabajan desde el Sur Global. Estos incluyen expertos como Bina Agawal, Peggy Antrobus, Diane Elson, Dharam Ghai, Caren Grown, Devaki Jain, Naila Kabeer, Amartya Sen, Gita Sen, Marilyn Waring, etc.11 Por otra parte, existen muchas revistas de economía heterodoxa incluyendo, por ejemplo, docenas relativas específicamente a la economía feminista, ambiental y socialista, entre otros paradigmas, aunque éstos tienen generalmente una posición más baja en la clasificación que la American Economic Review y otras revistas económicas mainstream. Estas clasificaciones no reflejan tanto la excelencia, como una división institucionalizada del trabajo que constituye la economía heterodoxa como parte de un campo especial de la economía política distinta de la propia economía.

En el trabajo en economía aplicada, una serie de centros de pensamiento a nivel mundial desarrollan alternativas a las políticas económicas neoliberales, incluyendo ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana), Social Watch, el Council of Canadians, Participatory Research in Asia (PRIA) y la Third World Network (Red para el Tercer Mundo). Sin embargo, a menudo, la respetabilidad, el prestigio y la promoción profesional en instituciones como el FMI o los bancos centrales vienen de demostrar un dominio de los economistas influyentes, como aquellos listados por la American Economic Review. La reputación de seriedad se establece mediante la consulta y el contacto con actores importantes como los hombres poderosos citados por el artículo de Simon Johnson. Es al menos plausible que el propio status de Johnson haya mejorado solo por el hecho de su sugerida proximidad a los hombres poderosos que nombra.

Citar a Peggy Antrobus, Gita Sen y otros es algo irrelevante para muchos círculos mainstream de política económica. De hecho hacerlo puede incluso ser muestra de falta de seriedad. La socióloga Dorothy Smith, por ejemplo, relata las veces que, en los años 1980, la economista Sylvia Ann Hewlett trató de establecer un comité sobre las preocupaciones de las mujeres como parte del Consejo de Política Económica de los Estados Unidos.12 Tanto economistas varones como mujeres se opusieron. Una mujer argumentó que dañaría su carrera el que se le asociara con “desordenados asuntos de mujeres” que tenían poco prestigio, especialmente como mujer con una arduamente ganada reputación en tanto que académica seria y con peso en la toma de decisiones. Los hombres, capaces de discutir los arcanos de las finanzas internacionales, afirmaron que eran incapaces de comprender los problemas de las mujeres o que no tenían interés en su aprendizaje, y no les supuso ningún perjuicio profesional el hecho de declarar esta incapacidad y falta de voluntad.

A pesar de que las feministas han logrado lentamente y de manera desigual posicionar algunas perspectivas de género, tales historias siguen siendo familiares e ilustran cómo los enfoques “heterodoxos” se reproducen como marginales para la economía dominante. De hecho, citar a economistas heterodoxos o feministas puede entenderse en algunos círculos como una “politización” inaceptable del análisis económico, mientras que la ortodoxia económica de expertos mainstream se entiende como despolitizada, científica y rigurosa.

Sin embargo, la hegemonía del keynesianismo durante la posguerra sugiere las formas en las que la economía es menos una ciencia objetiva que una ideología política cuya influencia en última instancia depende de una correlación de fuerzas políticas más amplias. Dicho de otra manera, cualquier época histórica tiene a los economistas que “merece”. El keynesianismo se impuso en el contexto de posguerra con un poder de la clase trabajadora relativamente fortalecido y la economía neoliberal prevalece cuando el 1% es especialmente poderoso. Esto no quiere decir que los economistas no convencionales estén totalmente libres de influencia, pero ello no quita que el campo de juego es muy desigual.

En la práctica, cuando se consulta a los economistas heterodoxos, su poder a menudo se extiende solo en el grado en el cual templan sus puntos de vista para que coincidan con el sentido común económico imperante. Si, como acaba de indicarse, era necesario en el contexto de la posguerra ser un keynesiano para ser tomado en serio, ahora es importante alinear puntos de vista con los compromisos neoliberales de ampliar los espacios para los mercados capitalistas. Los economistas heterodoxos son expulsados de los puestos de toma de decisiones cuando se enfrentan a las ideas económicas hegemónicas.

El ejemplo reciente más notorio es el del cese de Joseph Stiglitz como economista jefe del Banco Mundial en 1999, a pesar de su status como académico que le permitió ganar el Premio Nobel en Economía13 tras sus críticas a las políticas “de talla única” (ahora ligeramente matizadas) de privatizaciones, liberalizaciones y desregulaciones. Otro caso bien conocido es el de la renuncia del economista Ravi Kanbur, principal autor del Informe sobre el desarrollo mundial de 2000-2001 del Banco Mundial, que ponía un especial énfasis sobre la pobreza. Kanbur dimitió en un esfuerzo por asegurar la integridad del informe, que desafiaba la ortodoxia del Banco, haciendo también hincapié en el problema de la falta de poder entre los pobres del mundo, especialmente en un contexto de enorme desigualdad global.

En otros casos, las observaciones heterodoxas son simplemente ignoradas. Así, el economista Herman Daly relata sus esfuerzos para publicar un diagrama de modelización de la economía que reconoce explícitamente que “la economía” existe en el medio ambiente, para un Informe sobre el desarrollo mundial de 1992 sobre “Desarrollo y Medio Ambiente”.14 Después de la publicación de los borradores que contenían un “cuadro” no titulado en torno a “la economía” sin ninguna indicación de que dicha caja representaba el mundo natural en el que vivimos, Daly protestó. La versión publicada omite el diagrama por completo.

Esto no quiere decir que las voces de los economistas heterodoxos no importen. Sí tienen peso, y no es poco, en diversos órganos de las Naciones Unidas, en muchas organizaciones no gubernamentales (ONG) y centros de pensamiento alternativos. Pero son desigualmente importantes y a menudo son marginados en las instituciones más poderosas de toma de decisiones. En última instancia, su fuerza relativa depende de fuerzas mucho más amplias y, sobre todo, del grado en que la gente común sea capaz de desafiar el poder del “1%”, cuya riqueza económica concentrada va de la mano con su poder político concentrado. Este poder político sobredetermina qué ideas políticas económicas parecen razonables: por lo general, aquellos coincidentes con los intereses del 1%. Contrarrestar ese poder requiere acciones democráticas masivas que prefiguran políticas economías alternativas más justas.

“Nada sobre nosotros, sin nosotros”

Sopesando estas posibilidades, es instructivo el eslogan “¡Nada sobre nosotros, sin nosotros!” del movimiento (o los movimientos) de discapacitados. Este eslogan desafía directamente a los expertos que hablan y actúan en nombre de las personas discapacitadas.15 En cambio, los activistas de la discapacidad argumentan que conocen sus propias experiencias, cuerpos y mentes y tienen el derecho de tomar decisiones sobre sus propias vidas. Esto incluye a personas con discapacidad intelectual, que se organizan para hablar, a veces colectivamente, por y para sí mismas.16 De este modo, los activistas de la discapacidad no solo desafían a los monopolios médicos, sino a cualquier profesional o las organizaciones, incluyendo organizaciones benéficas, que dicen hablar en su nombre. La afirmación “¡Nada sobre nosotros, sin nosotros!” se encuentra en el corazón de los principios democráticos participativos. Al igual que el movimiento de la discapacidad, quienes se ciñen a este principio rechazan la idea de que los expertos —u otros— pueden hablar en su lugar. En otras palabras, para aquellos que valoran la democracia participativa en la toma de decisiones económicas, el objetivo no es sustituir a los economistas ortodoxos por economistas heterodoxos en posiciones de liderazgo.

La democracia participativa no consiste en reemplazar al economista ortodoxo neoliberal Lawrence Summers, previamente economista jefe del Banco Mundial, con el economista del desarrollo humano y el bienestar, Amartya Sen. En cambio, el objetivo de una política de democracia participativa es habilitar la participación significativa y cotidiana de la gente común en asuntos que tienen un impacto en sus vidas.

Los expertos tienen un papel que jugar —es útil aprender sobre las ideas de economistas feministas y heterodoxos—, pero su papel no es ni exclusivo ni de privilegio. Los esfuerzos prácticos en esta dirección incluyen una serie de esfuerzos; todos ellos tratan de dar a la gente común del Sur Global la oportunidad de reflexionar e involucrarse de manera significativa en asuntos de economía política y justicia ecológica:

• Desde 2002, la organización DAWN ha invitado a mujeres jóvenes activistas y defensoras del Sur Global a participar en un seminario intensivo de tres semanas que explora la economía política desde la perspectiva de la promoción de la justicia de género.

• Focus on the Global South, radicada en Bangkok, coopera con una asociación franco-boliviana para producir una página web llamada “systemic alternatives” en inglés, francés y español (http:// systemicalternatives.org) que ofrece análisis, alternativas y debates sobre alternativas, como por ejemplo, acerca de leyes para proteger los “comunes” digitales y suministrar “participaciones” en los comunes públicos, incluyendo el mundo natural, para toda la ciudadanía.

• El Centre for Civil Society, radicado en Durban, ofrece becas de seis meses a los activistas comunitarios para facilitar la reflexión y el intercambio entre ellos y los investigadores universitarios preocupados por la justicia socioeconómica y ambiental. Estos ejemplos no implican que el conocimiento práctico no sea importante para los análisis de economía política, sino que refleja el hecho de que, a diferencia de los investigadores, la gente común generalmente tiene pocas oportunidades de comprometerse significativamente con sus propias experiencias prácticas y de poder intercambiar con otros acerca de las mismas.

Estas organizaciones ofrecen esos espacios, reconociendo que estas interacciones hacen que sus propios análisis se mantengan enraizados en las realidades de la experiencia cotidiana. Otras prácticas prefigurativas van desde lo local a lo global. Los presupuestos municipales participativos se han popularizado, si no generalizado, ya que el Foro Social Mundial (FSM) llamó la atención sobre los experimentos en la ciudad brasileña de Porto Alegre. Las cooperativas de trabajadores son parcialmente democráticas, dando a los trabajadores un poder importante en su lugar de trabajo. Esto desafía el poder de los empleadores de manera esencial, a pesar de que las cooperativas también pueden ser capturadas por las lógicas con fines de lucro. Los consejos de trabajadores van más allá, porque reconocen que los consumidores y las comunidades en el entorno de un lugar específico de trabajo deben participar de manera significativa en las decisiones económicas: qué debe producirse, cómo debe ser distribuido, donde debería hacerse el trabajo, etc.

Los foros sociales alternativos existen en tamaños y formas variadas. Algunos tratan de que su agenda se aleje de la de otros foros económicos, al igual que con el FSM, que por lo general se reúne en el Sur Global. Puede decirse que el FSM es cada vez menos relevante, pero tiene una importancia histórica y práctica, sobre todo en la creación de vínculos entre los movimientos que antes estaban separados. En otros casos, los foros sociales tratan de ofrecer alternativas al establecimiento de agendas, por ejemplo, de la OMC. Posiblemente tengan que enfrentarse a una grave represión, pero su existencia desafía las presunciones acerca de un consenso político y económico y a menudo ilustra de forma dramática la naturaleza cerrada y elitista de las principales instituciones financieras internacionales.

Inevitablemente, ninguna de estas iniciativas es perfecta. Puede que en ocasiones reproduzcan desigualdades en términos de género, etnia, nacionalidad, dis/ capacidad, edad sexo, y más, incluso al mismo tiempo que tratan de combatir dichas desigualdades. Con frecuencia, existen sobre la base de presupuestos pequeños y grandes cantidades de “ayuda mutua”, por lo que los participantes son vulnerables al agotamiento. Esto contrasta con los esfuerzos bien financiados de filántropos ricos y los “centros de pensamiento” financiados por empresas. Pero esto no es una razón para abandonarlos. En cambio, es una razón para profundizar en ellos y ampliarlos resueltamente. Un mundo más justo y ecológicamente sostenible nunca será creado por los expertos, sino únicamente por la gente común si se les da la oportunidad de dar forma significativa a sus propias vidas en solidaridad con los demás.

Notas

1. Las personas deberían tener el derecho de tomar decisiones en aquellos asuntos que les afectan, más allá de que tengan o no el estatus de ciudadanos de una determinada nación. De ahí que utilicemos el término genérico “gente común” más que el lenguaje más limitado de ciudadanía.

2. Haug, Frigga. (1987): “The Hoechst Chemical Company and Boredom with the Economy” en Hennessy, Rosemary and Ingraham, Chys, (Eds.), (2008): Materialist Feminism: A Reader in Class, Difference and Women’s Lives. New York: Routledge, pp.129140.

3. Hoy en día, el FMI provee de préstamos a países con problemas “temporales” de liquidez, aunque en la práctica los programas del FMI puedan continuar durante años o incluso décadas. Si el FMI es un actor poderoso que importa por derecho propio, sobre todo en el Sur Global y Europa del Este y Central, su discurso sobre políticas es interesante en la medida en que es sintomático de las lógicas ampliamente compartidas por otras instituciones de economía aplicada.

4. Kim, Kihwan (2009): “The Korean Crisis Ten Years Later: A Success Story” en Eduard Brau and Ian McDonald, (Eds.): Successes of the International Monetary Fund: Untold Stories of Cooperation at Work. New York: Palgrave MacMillan. El capítulo examina el papel del FMI en Corea del Sur tras la crisis económica asiática de 1997. El autor pone el acento sobre las acciones independientes tomadas por Corea del Sur para mejorar su situación, así como el papel del FMI, subrayando que “el paciente” pudiera tener algo que ver con la cura.

5. Esta carta está publicada en la página del FMI https://www.imf.org/external/np/vc/1998/122898a.htm. Business Week es probablemente responsable del título, que ha sugerido el amplio uso de la metáfora del médico, al menos en lo que respecta al FMI.

6. The Wall Street Journal (2014): “Despite Rising Profile in Economics, Women Still Trail Men in Academia. 8 January”. Disponible en: http://www.wsj.com/articles/SB10001424052702304887104579304642040783308.

7. Arrow, Kenneth J., Bernheim, B. Douglas, Feldstein, Martin S., McFadden, Daniel L. Postera, James M. y Solow, Robert M. (2011): “100 Years of the American Economic Review: The Top 20 Articles”, American Economic Review, 101(1): 1-8.

8. Aquellos que Johnson identifica por el nombre son: el Primer Ministro de Rusia, Putin, el ex Presidente de Indonesia, Suharto, los expresidentes de los Estados Unidos, Reagan, Clinton y George W. Bush, Paul Volcker, J.P. Morgan (“el hombre”, especifica, no la compañía), Jack Abramoff, Robert Rubin, Henry Paulson, John Snow, Dan Quayle, Alan Greenspan, Jon Corzine, Ben Bernanke, Myron Scholes, Robert Merton, Michael Lewis, Michael Milken, Ivan Boesky, Stanley O’Neal, John Thain, Jamie Dimon, Neel Kashkari, Tim Geithner, Teddy Roosevelt, Joseph Schumpeter, y Boris Fyodorov.

9. Esto no es solamente una historia colonial, sino una historia contemporánea. Para una descripción y discusión sobre el tema, véase: http://www.nytimes.com/2007/07/31/opinion/31washington.html?_r=0

10. El título official del economista jefe del FMI es el de “Economista Consejero”.

11. Agradezco al Transnational Institute por insistir en este punto.

12. Smith, Dorothy. (2004): Writing the Social: Critique, Theory and Investigations. Toronto: University of Toronto. El ejemplo de The Hewett es descrito y analizado en las pp.38-40.

13. El llamado Premio Nobel de economía se inventó en 1969 por el Banco Central de Suecia. La familia Alfred Nobel ha tratado de desafiar la asociación de este premio de economía “en memoria de Alfred Nobel” con los premios originales, establecidos en 1895.

14. Orrell, David. (2010): Economyths: Ten Ways Economics Gets It Wrong. Mississauga: Wiley Publishers. Esto se relata en la página 182.

15. No hay consenso en cuanto a los términos de autodesignación en el diverso movimiento de la discapacidad en todo el mundo. Así pues, algunos insisten en hablar de “personas con discapacidades” o “gente con discapacidades”, enfatizando primero a la persona. Otros insisten en “discapacitados” (disabled person) como un término político que llama la atención sobre las formas en que las personas con cuerpos y mentes no normativas están deshabilitadas de forma activa por las sociedades y las infraestructuras que se niegan a tener en cuenta su diferencia. Estos últimos rechazan la idea de que las discapacidades son “en” sus cuerpos y mentes, sino que las discapacidades están socialmente creadas.

16. La asociación nacional francesa, “Nous aussi!” (“¡Nosotros también!”) es un ejemplo de asociación por y para aquellas personas con discapacidades intelectuales (véase: http://www.nousaussi.org). Los textos de la asociación, claros y fácilmente legibles, que a menudo incluyen fotos e ilustraciones, son un buen ejemplo de educación popular, incluyendo lo relacionado con la toma de decisiones político-económicas.

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