Los autores reunieron datos sobre los puntos de vista de los saharaui respecto del sistema energético en el territorio ocupado del Sáhara Occidental mediante la observación de participantes (2015), dos grupos de debate (2019) y 20 entrevistas en profundidad semiestructuradas (2019-2020). Los participantes de la investigación, cuyos nombres se han cambiado, eran saharauis que vivían en el territorio ocupado de El Aaiún o Bojador, que se identificaban como no activistas o activistas de bajo perfil (en relación con temas de independencia, medio ambiente y derechos humanos).43 Por «sistema energético» nos referimos a los desarrollos, la infraestructura, la transmisión, el uso y los imaginarios de energía (es decir, el entendimiento de la energía y los significados que se adjudican a la energía en una comunidad determinada). Ello abarca tanto sistemas basados en combustibles fósiles como fuentes de energía renovable.
Los entrevistados describieron cortes de luz «frecuentes» y dieron varias explicaciones sobre las causas. Dadi dijo: «[un apagón] ocurre por motivos políticos, por ejemplo debido a las manifestaciones nocturnas». De modo similar, Hartan explicó: «cuando los detenidos políticos saharaui regresan a su territorio, las autoridades de la ocupación marroquíes cortan [la electricidad] a propósito para arruinar el evento [...] Fui testigo del sufrimiento de activistas por los medios de comunicación cuando estábamos atrapados durante las manifestaciones populares que coincidieron con la visita del enviado de las Naciones Unidas Christopher Ross al territorio ocupado de El Aaiún [...] Me percaté de que las baterías de sus cámaras se habían agotado, por lo que no pudieron registrar las violaciones». Mahmoud informó: «[los proveedores de energía] sostienen que los [cortes de electricidad] se deben a problemas en la red, pero sabemos que a veces cortan la electricidad a propósito cuando quieren ingresar cosas secretas a la ciudad o cuando los jóvenes salen a protestar». Con respecto a las «cosas secretas» que mencionó Mahmoud, Fadel sostuvo: «a veces cortan [la electricidad] si trasladan más soldados y armas del aeropuerto al desierto, a la berma. No quieren que la población o los activistas sepan cuántas armas, tanques y soldados están ingresando».44
¿Quiénes son «ellos» a los que se refiere Fadel? ¿Se trata de los proveedores de energía y del Estado marroquí? ¿O solamente de este último? La necesidad de formular esta pregunta pone de manifiesto que los participantes de la investigación confunden a unos con otros. Esa confusión es común en los contextos neocoloniales y tiene amplias repercusiones en el modo en que los ciudadanos perciben a los Estados. Como sostiene Idalina Baptista, cuando los proveedores de servicios son asociados estrechamente con el Estado, la relación entre el proveedor y el cliente pasa a entenderse como un reflejo de la relación entre el Estado y la sociedad.45 De modo similar, Charlotte Lemanski sostiene que el acceso de la población a la infraestructura pública marca su identidad como ciudadanos y su relación con el Estado.46 En el Sáhara Occidental, las experiencias de los participantes de la investigación en relación con los sistemas energéticos profundizó el antagonismo que sentían hacia el Estado marroquí.
Los entrevistados consideraron que los distritos con mayor proporción de personas de origen étnico saharaui, como el distrito de Maatalla en la ciudad de El Aaiún, tendían a sufrir más cortes de luz. Algunos participantes también destacaron que ocurría lo mismo con el agua corriente. Por ejemplo, Ali, de 31 años de edad, nos contó: «Estos cortes de luz son habituales en Maatalla y otros barrios saharauis, pero los colonos pueden bañarse sin problemas».47 Consideraba que la infraestructura –tanto hídrica como eléctrica, en este caso– era una herramienta utilizada por los colonizadores para diferenciar a los colonos de los nativos. Al igual que en situaciones coloniales, la infraestructura energética histórica y real está al servicio de la segregación étnica.48 Además, se deberían tener en cuenta las dimensiones de género de los cortes de electricidad. En la sociedad saharaui, la carga (o el placer) del cuidado de los hijos y del hogar recae en forma desproporcionada en las mujeres y niñas. Por lo tanto, el impacto de los cortes de luz en el hogar tiene dimensiones de género. En palabras de Mahmoud, «como nómada [un corte de electricidad] no me afecta. Estoy acostumbrado. Pero a veces realmente necesitamos la electricidad, especialmente mi esposa y mis hijos».49
Todos los participantes de la investigación que estaban conectados a la red consideraron que sus facturas de electricidad eran «costosas» y en la mayoría de los casos el gasto les provocaba mucha ansiedad. Salka dijo a los autores que gastó más de la mitad de sus ingresos mensuales para pagar la cuenta de electricidad.50 Los participantes de la investigación también informaron que varias familias, especialmente en los asentamientos del este de El Aaiún, no tenían electricidad. Vale la pena citar las palabras de Zrug, ya que ponen de manifiesto el sentimiento de injusticia vinculado con el elevado costo de la energía, la importancia de la soberanía popular respecto de los recursos energéticos y la cuestión política más amplia de la explotación de los recursos naturales:
«Es 2019 y en unos días será 2020. Sé que hay muchas personas que no tienen electricidad en sus hogares. Muchas empresas han iniciado grandes proyectos de energía y, no muy lejos de esos proyectos, la población de El Aaiún vive sin electricidad [...] Hubo una protesta en el barrio de Al Matar sobre los cortes de agua y electricidad [...] Los parques eólicos, etcétera, están empobreciendo a los pobres y enriqueciendo a los ricos. Se está exportando energía verde del Sáhara Occidental a otras partes de África y del mundo. Aunque esta actividad es ilegal porque la realiza la ocupación marroquí, me siento orgulloso ya que muchas personas de otras partes podrán utilizar la electricidad para alumbrarse y para otras actividades. Necesitan la electricidad al igual que yo. Estoy de acuerdo en que las personas tengan beneficios en todas partes y puedo sacrificar mis derechos por ellos para producir luz para las personas pobres, pero con una condición: debe ser gratuita, no debe venderse».51
Varios participantes afirmaron que los proveedores de energía les habían cobrado de más. Por ejemplo, Mahmoud afirmó: «en ocasiones nos envían facturas con montos equivocados. En nuestro hogar no tenemos muchos artefactos eléctricos, de modo que sabemos cuánta energía utilizamos». Esa desconfianza expresada por los participantes de la investigación respecto de los proveedores también está presente en su percepción de quienes gestionan y son propietarios de la energía en el territorio ocupado del Sáhara Occidental. Nguia consideró que los productores de energía eran «empresas extranjeras inhumanas». Afirmó: «el poder de la ocupación está permitiendo a otros países invertir aquí para que reconozcan la soberanía marroquí respecto del Sáhara Occidental». Dadi comentó: «estas empresas contribuyen a la colonización marroquí y apoyan su presencia en forma permanente». Salka informó que «la ocupación marroquí y las empresas extranjeras se quedan con todas las ganancias».52
Todos los entrevistados expresaron su deseo de seguir protestando contra los proyectos de energía, pero algunos tenían mucho miedo de llevarlo a cabo. Quienes participaron en las protestas contra los proyectos de energía informaron que fueron golpeados por la policía o sufrieron alguna otra forma de represalia, como la pérdida de sus beneficios de seguridad social o despidos, amenazas contra familiares y prohibición de viajar. A pesar de que organizaciones no gubernamentales lideradas por saharauis tienen prohibido registrarse en el territorio ocupado del Sáhara Occidental, hay dos ONG saharauis no registradas que han centrado su labor en realizar campañas contra la explotación de los recursos naturales del territorio, incluido el ámbito de la energía. Una de ellas es la Liga Saharaui por los Derechos Humanos y los Recursos Naturales, dirigida por Sultana Khaya; la otra es el Comité de Protección de los Recursos Naturales del Sáhara Occidental (CSPRON), cuyo presidente es Sidahmed Lemjeyid. Ambos han sufrido violaciones graves de los derechos humanos por parte del Estado marroquí como consecuencia de su trabajo: Lemjeyid actualmente cumple cadena perpetua en una cárcel marroquí,53 mientras que Khaya está bajo arresto domiciliario, tras haber perdido un ojo como consecuencia de tortura policial.54 La policía recientemente intentó violarla; violaron a su hermana en el hogar de la familia de Khaya, en represalia contra el activismo de Sultana.55 Ello ocurre en medio de un patrón más amplio y arraigado de repercusiones de género contra activistas saharauis: el Estado marroquí ha utilizado formas de tortura con motivaciones de género contra presas políticas saharaui desde 1975, como el abuso sexual, la humillación sexual y obligar a las presas a mantener relaciones sexuales entre sí.56 Por lo tanto, el sistema energético en el territorio ocupado del Sáhara Occidental está claramente vinculado a violaciones graves de los derechos humanos por motivo de género.