La pandemia ha puesto de relieve las injusticias del sistema económico mundial y debería servir como punto de inflexión para crear sistemas, estructuras y políticas que protejan a los excluidos y permitan que todos vivamos con dignidad.
El presente análisis es el resultado de una conversación entre los trabajadores y trabajadoras del TNI sobre las múltiples dimensiones de la pandemia de COVID-19, basada en los conocimientos de organizaciones aliadas y amigas. Esperamos que ayude a entender algunas de las interconexiones entre los diversos componentes de esta compleja emergencia sanitaria que aún se está desarrollando, y que sirva para apoyar a los movimientos que luchan para proteger a las poblaciones más excluidas y construir un mundo más justo.
Esta pandemia está afectando a un mundo que ya está en crisis y tendrá un impacto desproporcionado en las personas más vulnerables de nuestra sociedad, en particular en el Sur Global, a menos que nos movilicemos para exigir una respuesta justa. Es una llamada de atención de que el actual sistema capitalista no es apto para proteger la salud de nuestros individuos y sociedades. Debemos aprender las lecciones para derrotar al Coronavirus, hacer frente a las múltiples crisis, desde la creciente desigualdad hasta la crisis climática, y construir la sociedad justa y sostenible que todos deseamos.
Prioridades inmediatas – proteger a las personas más afectadas por el orden económico mundialLa pandemia se está propagando en un mundo que es profundamente desigual y que ya está inmerso en una crisis social y ambiental multidimensional. Miles de millones de personas ya viven en condiciones muy precarias debido a la injusta economía mundial y, por consiguiente, no gozan de buena salud ni tienen posibilidades económicas para hacer frente al virus o a las dificultades económicas y sociales más amplias que está provocando. Es probable que esta pandemia sea especialmente devastadora para la mayoría de las personas del Sur Global debido al legado del colonialismo, a décadas de endeudamiento, ajustes estructurales y a la injusticia de las relaciones comerciales. Este legado ha provocado que los sistemas sociales y de salud estén insuficientemente financiados, debilitados y privatizados e incluso peor equipados que los sistemas de salud del Norte Global que ya están desbordados como consecuencia de la pandemia. Por consiguiente, debemos luchar para asegurar que todas las políticas públicas estén destinadas a apoyar a las personas más vulnerables y excluidas en lugar de seguir recompensando a los ricos y poderosos.
Esto podría implicar la adopción de medidas urgentes, como las siguientes:
- Rescatar a quienes pierdan el empleo o sus ingresos, en lugar de rescatar a las empresas.
- Utilizar hoteles, hospitales privados y empresas que brindan servicios de lujo para prestar servicios sociales fundamentales.
- Evitar que las grandes empresas farmacéuticas lucren con la venta de medicamentos y equipos médicos necesarios durante la pandemia.
- Condicionar la ayuda al sector privado a la mejora de las condiciones, prácticas y derechos laborales y de las prácticas medioambientales, a una mayor participación de los trabajadores en las decisiones de las empresas y la adopción de medidas para combatir el cambio climático.
- Priorizar el apoyo público y los servicios de salud para las personas sin hogar y las comunidades excluidas, especialmente las comunidades que han sufrido criminalización y exclusión durante mucho tiempo, como las personas que consumen drogas, los trabajadores y trabajadoras sexuales y los inmigrantes indocumentados.
- Asegurar salarios dignos para las personas que están en la primera línea de respuesta a la crisis: trabajadores y trabajadoras de la salud y de cuidados, de saneamiento y limpieza, campesinos y productores, trabajadores agrícolas y pescadores que siguen produciendo nuestros alimentos.
- Reorientar los recursos procedentes del gasto militar y los subsidios a las empresas y destinarlos a satisfacer las necesidades de salud pública y otras necesidades sociales básicas.
- Apoyar sistemas alimentarios territoriales y locales basados en el uso óptimo del suelo, la aplicación de prácticas agroecológicas, la soberanía alimentaria y la producción de alimentos saludables.
- Poner fin a la detención y la criminalización de refugiados y la militarización de las fronteras, centrando los controles fronterizos en las necesidades de salud pública en lugar de la represión.
- Adoptar de inmediato medidas de emergencia para proteger la salud y los derechos humanos de las personas vulnerables, incluidos los refugiados, los trabajadores y trabajadoras migrantes varados y los desplazados internos.
- Apoyar a las pequeñas empresas que atraviesan dificultades para sobrevivir en el contexto de la pandemia, en lugar de apoyar a las grandes corporaciones como Amazon, que ya se están beneficiando de la crisis. Otorgar amnistía urgente a los presos políticos y delincuentes no violentos, incluidas las personas que afrontan penas relacionadas con sustancias ilícitas, para reducir los efectos desastrosos de la propagación del virus en las poblaciones carcelarias.
A nivel mundial, estas medidas deberían incluir, entre otras:
- Poner fin a todas las sanciones económicas que afectan en forma desproporcionada a la población pobre en países como Irán y Venezuela.
- Cancelar las deudas para que los países puedan reorientar recursos hacia solucionar la crisis sanitaria.
- Aumentar la ayuda (donaciones sin condiciones neoliberales, en lugar de préstamos) a países del Sur Global que están siendo más afectados por la pandemia.
- Suspender los mecanismos de solución de controversias entre inversores y Estados y otras medidas comerciales injustas que imponen una carga financiera y socavan la capacidad de los países para priorizar las necesidades públicas.
- Prohibir las patentes y los derechos de propiedad intelectual para las vacunas y los fármacos.
COVID-19 puso en evidencia las enormes vulnerabilidades e injusticias del sistema capitalista mundial. Es fundamental que las entendamos para prevenir futuras pandemias y aprender cómo resolver otras crisis en el futuro, por ejemplo, la crisis climática. COVID-19 pone de manifiesto:
- Un mundo peligrosamente desigual, donde millones de personas son especialmente vulnerables por su clase, raza o género y un sistema económico mundial injusto en que los países del Sur Global no están preparados para hacer frente a pandemias.
- La agricultura industrial capitalista, cuyas prácticas, incluida la creciente violación de los ecosistemas forestales y otros ecosistemas vulnerables, han provocado la proliferación de patógenos cada vez más peligrosos en los entornos humanos.
- Una cadena mundial de suministro basada en maximizar el lucro de las empresas, en lugar de garantizar el suministro seguro y resiliente de productos básicos.
- Una red de seguridad social deficiente y deteriorada, incapaz de apoyar a las personas afectadas por las dificultades de la pandemia, como las personas con discapacidad.
- Una crisis de precariedad, en la que miles de millones de personas que carecen de trabajo decente o formal, por ejemplo los trabajadores ocasionales en el Norte y los trabajadores informales en el Sur, quedan sin ingresos y prácticamente sin una red de seguridad a medida que se van quedando sin clientes.
- Una crisis por la falta de vivienda, dado que millones de personas sufren la amenaza de perder servicios y corren peligro debido a afecciones de salud crónicas.
- Un sistema de salud que se ha visto debilitado sistemáticamente por las medidas de austeridad y la privatización, donde la atención de la salud no es accesible para todos y los trabajadores y trabajadoras sufren discriminación racial y de género.
- Una industria farmacéutica impulsada por las ganancias, que no ha invertido suficientemente en vacunas y medicamentos para tratar y prevenir virus.
- El aislamiento social provocado por el neoliberalismo que implica que muchas personas afronten solas la pandemia, sin un sistema de apoyo social.
Siempre hay quienes buscan obtener ganancias con las crisis y debemos estar atentos para denunciarlos y evitar que obtengan beneficios a partir de esta crisis social.
En particular, debemos oponernos a las corporaciones que quieren lucrar, como las grandes empresas farmacéuticas y las empresas privadas proveedoras de servicios de salud.
También debemos oponernos a las personas y políticos reaccionarios y racistas que están aprovechando este momento para culpar a la población china, a los inmigrantes y a otras minorías étnicas y para aprobar medidas reaccionarias y xenofóbicas que priven a personas de sus derechos humanos.
Por último, no debemos permitir que esta situación normalice el uso de la vigilancia, de medidas militares o autoritarias que socaven la libertad y la democracia. La vigilancia y la restricción del movimiento deben combinarse con mecanismos democráticos de rendición de cuentas para evaluar de manera independiente si son necesarias y asegurar que se deroguen cuando sea posible. La intervención militar debería estar bajo el control estricto de civiles, profesional médico y de la salud, y es necesario reorientar los recursos y equipos militares para cubrir las necesidades de salud pública. La recopilación de datos personales en el marco de medidas públicas coercitivas sin precedentes deberá ser limitada, temporal y estar estrictamente vinculada con necesidades de la salud.
Hay diversas medidas de emergencia restrictivas que se aprobaron en este momento y que pueden ser adecuadas como respuestas de corto plazo a una emergencia de salud pública, pero no podemos permitir que se conviertan en la nueva norma después de que la crisis inmediata esté bajo control.
Nuestra respuesta a la crisis ya demuestra que existe una alternativa popular al neoliberalismo y la injusticia mundial.COVID-19 deja en evidencia que el neoliberalismo ha hecho que muchos aceptemos el dogma de que no hay alternativa y nos ha privado de utilizar herramientas fundamentales y políticas necesarias para enfrentar la injusticia y las crisis sistémicas actuales. COVID-19 ha demostrado que es necesario y posible adoptar políticas drásticas para hacer frente a una crisis. El hecho de que los Estados hayan aprobado en unas horas políticas que eran impensables demuestra que es absolutamente posible hacer frente a la crisis climática mediante la adopción de políticas audaces y ambiciosas de aquí a 2030, como lo exige la ciencia. Además, esas medidas serán absolutamente necesarias para proteger el sustento de las personas ante la crisis económica que provocará esta pandemia.
Diversas políticas y prácticas que ya se han aprobado demuestran nuestro potencial para abordar las múltiples crisis que afrontamos en la actualidad:
- Garantizar el pago de ingresos y de seguros demuestra que podemos tener una red se seguridad social más fuerte.
- Poner fin a los desalojos y el corte de servicios básicos demuestra que podemos defender los derechos humanos fundamentales al agua y otros servicios públicos.
- Recomendar a las empresas que fabriquen respiradores y las iniciativas de emprendedores independientes para modificar y adaptar las tecnologías existentes para salvar vidas señalan que podría producirse una revolución industrial verde y nuevos sistemas de propiedad intelectual que creen tecnología y conocimientos para el bien público y no para obtener ganancias.
- La nacionalización temporal de los proveedores de salud privados en España demuestra que los sistemas de salud públicos y universales son éticos y racionales.
- La solidaridad expresada por los médicos chinos y cubanos que ofrecieron ayuda a los médicos italianos es una demostración del poder de la solidaridad trasnacional, en contraste con el intento de Trump de garantizar una vacuna únicamente para los estadounidenses.
- Los proveedores y las cooperativas de alimentos locales y agroecológicos en Francia y España están ofreciendo la entrega solidaria de alimentos a quienes no pueden salir de sus hogares, lo que demuestra la capacidad de los sistemas territoriales de abastecimiento alimentario para adaptarse y ayudar a quienes más lo necesitan.
Debemos recordar que, a pesar de la escala y el impacto de esta emergencia específica, hay muchas crisis de salud que nunca reciben suficiente atención o prioridad. En el Sur Global, 1,5 millones de personas mueren cada año a causa de la tuberculosis. Más de 800.000 personas mueren cada año por falta de agua limpia y saneamiento. En todo el mundo, alrededor de 137 mujeres mueren cada día por violencia doméstica. Se debe dedicar el mismo nivel de compromiso a enfrentar estas crisis sociales y públicas.
COVID-19 también demuestra que, a pesar de décadas de neoliberalismo, el sentido inherente de solidaridad y compasión de las personas sigue estando muy presente. Los millones de personas de todo el mundo que están creando grupos de ayuda mutua, hallando formas de apoyar a sus vecinos, reuniéndose virtualmente para presionar para que se aprueben políticas públicas destinadas a los más vulnerables demuestra que otro mundo es realmente posible.
Transformemos este momento y esta experiencia de solidaridad en algo permanente, mediante la creación de sistemas, estructuras y políticas que puedan ayudarnos a proteger a los excluidos y permitir que todos vivamos con dignidad.
La solidaridad es la cura. La justicia es la vacuna.