El clima bajo fuego cruzado Cómo el objetivo del 2% de gasto militar de la OTAN contribuye al colapso climático
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La OTAN ha propuesto aumentar el gasto militar al 2% del PIB. Esta decisión aceleraría la degradación climática y podría costarnos el planeta. Sólo este año, los países miembros de la Organización (todos estados ricos tradicionalmente responsables de la crisis climática) gastaron 1,26 billones de dólares en sus ejércitos. Este informe muestra que este dinero podría haber cubierto los costos de 12 años de financiación climática en países de bajos ingresos.
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Descargo de responsabilidad: este publicación no ha sido traducido por un traductor profesional, por lo tanto, la calidad puede diferir de la versión original en inglés que se encuentra aquí.
Resumen ejecutivo
Las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático sufren un déficit crónico de financiación de miles de millones de dólares, lo que profundiza la crisis climática y sus efectos en la ciudadanía de todo el mundo. Esta situación ha convertido la cuestión de la financiación climática en una de las más conflictivas en las cumbres anuales sobre el clima de Naciones Unidas, puesto que los países más ricos, que son los principales responsables del colapso ambiental, no han sido capaces de cumplir ni siquiera sus limitadas promesas de financiación para los países que afrontan las consecuencias más duras. A su vez, las naciones más ricas y que mayor contaminación por carbono generan también están incrementando su gasto militar. Globalmente, el gasto militar ha alcanzado un máximo histórico de 2,24 billones de dólares, de los que más de la mitad provienen de los 31 estados miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y está previsto que sus presupuestos crezcan enormemente en los próximos años.
En este informe, se estudian las consecuencias de uno de los factores clave de este incremento del gasto militar global: el objetivo de la OTAN de que todos sus estados miembros dediquen al menos el 2% de su Producto Interior Bruto (PIB) a las fuerzas armadas, y el objetivo relacionado de destinar a equipamiento al menos el 20% de ese gasto. Se examina la historia de este objetivo, la forma en que impulsa el gasto militar, sus efectos en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y probables consecuencias financieras y ecológicas globales durante la próxima década, así como la industria armamentista que se beneficiará de ello.
El objetivo de la OTAN se ha convertido rápidamente en un índice de referencia para el gasto militar, pero, tal y como pone de manifiesto este informe, este objetivo no tiene una base metodológica clara. Fijado en 2006, antes de la invasión inicial de Ucrania por parte de Rusia en 2014, actualmente es defendido como necesario para hacer frente a la amenaza rusa. Es evidente que la historia reciente de Rusia está marcada por intervenciones militares, en especial en países limítrofes como Ucrania y Georgia. Sin embargo, incluso antes de alcanzar el objetivo del 2%, en 2021, el gasto militar de los 31 estados miembros de la OTAN fue más de 16 veces superior al de Rusia y sus aliados de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que comprende Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán. No obstante, el objetivo ha ganado impulso general y, por ahora, el secretario general de la OTAN lo presenta como el mínimo obligatorio en gasto militar para la OTAN y para sus aliados.
El contraste entre el objetivo de la OTAN y el del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) -que proponía una reducción del 43% de las emisiones de GEI a todas las naciones en 2023 a fin de mantener el aumento de la temperatura media global por debajo de 1,5°C- no puede ser más desolador. El objetivo del IPCC se basa en la mejor ciencia climática disponible. Sin embargo, es ampliamente ignorado y ninguno de los miembros de la OTAN (o, también sea dicho, de los del OTSC) se han comprometido a alcanzar la reducción real del 43% de aquí a 2030. De hecho, la adopción del objetivo del 2% de la OTAN hace que el del IPCC resulte aún más difícil de alcanzar, en la medida en que el incremento previsto de los presupuestos militares hará crecer considerablemente las emisiones de GEI de origen militar y desviará fondos de la acción climática.
La OTAN y la industria armamentista hablan a menudo de hacer más verdes las fuerzas armadas, si bien no han sido capaces de reducir las emisiones de ninguna de sus operaciones. Por tanto, un incremento en el gasto militar siempre comportará un aumento de las emisiones de GEI.
Partiendo de cálculos detallados, nuestra investigación estima que:
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La huella de carbono militar total de la OTAN pasó de 196 millones de toneladas métricas equivalentes de CO2 (tCO2-eq) en 2021 a 226 millones de tCO2-eq en 2023, es decir, 30 millones de toneladas más en dos años: el equivalente a más de 8 millones de coches adicionales en las carreteras.
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La media anual de la huella de carbono militar de la OTAN es de 205 millones
de tCO2-eq, superior a las emisiones anuales de GEI totales de muchos países individuales. Si las fuerzas armadas de la OTAN fueran un país, se situaría como el 40° generador de contaminación por carbono, más arriba en el ranking que Etiopía o Países Bajos. -
Si todos los miembros de la OTAN cumplen el objetivo del 2% del PIB, entre 2021 y 2028 su huella de carbono militar colectiva será de 2.000 millones de tCO2-eq, superior a las emisiones de GEI anuales de Rusia, uno de los principales países productores de petróleo.
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El gasto militar de la OTAN ha pasado de 1,16 a 1,26 billones de dólares entre 2021 y 2023, y el número de estados que cumplen el objetivo del 2% prácticamente se ha doblado (de 6 a 11). Si cada uno de los 31 estados miembros llega a cumplir el objetivo mínimo de 2% del PIB, el gasto aproximado total será de unos 11,8 billones de dólares entre 2021 y 2028.
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Estos 1,26 billones de dólares en gasto militar de la OTAN en 2023 servirían para pagar la promesa incumplida de 100.000 millones de dólares al año durante 12 años, que las naciones más contaminantes hicieron en concepto de financiación climática.
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Si todos los miembros de la OTAN llegan a cumplir el compromiso del 2% del PIB
en gasto militar, en 2028 la OTAN gastará unos 2,57 billones de dólares adicionales: suficiente para sufragar durante siete años los costes de adaptación climática de los países de renta baja y media, según los cálculos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP). -
Para los miembros europeos de la OTAN, el esfuerzo de 1 billón de euros adicional necesario para alcanzar el objetivo del 2% del PIB en gasto militar equivale al billón de euros que se necesita para el Pacto Verde Europeo.
La gran beneficiaria de los objetivos de la OTAN es la industria armamentista, que ha visto cómo se multiplican sus ingresos, beneficios y cotizaciones bursátiles. Esta industria presiona para que estos flujos de beneficios sean permanentes exigiendo compromisos estructurales a largo plazo en cuanto a la producción de armas y restringiendo los compromisos ambientales. Sus presiones han dado fruto, como demuestra el Reglamento de Apoyo a la Producción de Municiones (ASAP) de la UE de 2023, el Plan de Acción de Producción de Defensa (2023) de la OTAN y el apoyo de la administración Biden a la fabricación de armamentos. También impulsarán las exportaciones de armas a países fuera de la OTAN, puesto que la economía de guerra busca nuevas vías de salida para cuando termine la guerra en Ucrania. Si se analizan las exportaciones de armas de los miembros de la OTAN, se evidencia que se envían a 39 de los 40 países más vulnerables al cambio climático: de éstos, 17 ya están en situación de conflicto armado, 22 tienen un régimen autoritario, 26 tienen una puntuación baja en los indicadores de desarrollo humano y 9 están sometidos a embargos de armas por parte de la ONU o la UE. Estas exportaciones alimentan el conflicto y la represión en un peligroso momento de colapso ambiental.
Y lo que es más importante, los objetivos de la OTAN -con todas las consecuencias ambientales consiguientes- están espoleando una nueva carrera armamentista justo cuando la crisis climática se agrava. Esto comportará un incremento de las emisiones y absorberá los recursos económicos que se destinan a la financiación climática, ya escandalosamente inadecuada. Constituye además una distracción política que desvía la atención de la mayor crisis de seguridad que ha sufrido nunca la humanidad: el colapso ambiental. En última instancia, ningún sector, incluido el militar y la industria armamentista, puede aducir «excepcionalismo» a la hora de emprender acciones radicales por el clima. La seguridad común e incluso la propia vida en la Tierra dependen de un único objetivo: la lucha urgente por el clima asumida por todos.