El primer obstáculo de explotar la gran capacidad de energía solar de Argelia es la distancia entre los centros de demanda y los centros de suministro. Los centros de demanda se encuentran en el norte del país, donde la densidad urbana impide crear grandes proyectos. Sin embargo, el suministro se encuentra en el Sáhara, en el sur del país, donde la luz solar y el espacio geográfico abundan. Además de la lejanía geográfica, las condiciones climáticas, entre otras consideraciones, implican que el costo promedio de construir paneles solares fotovoltaicos en Argelia sea 30 por ciento más elevado que en el resto del mundo.31
Más allá de las barreras de gobernanza y hacia la democracia energética
La falta de una estrategia energética de largo plazo es el obstáculo principal para la transición energética: las iniciativas de energía renovable son ineficientes, fragmentadas y carecen de coordinación. El sector energético de Argelia ha demorado en adaptarse a la necesidad de energía renovable, fundamental en el mundo como consecuencia del cambio climático. Como se resumió anteriormente, Argelia ha anunciado planes ambiciosos, pero no se ha logrado mucho debido a la mala gestión, la ausencia de una estrategia energética unificada y la falta de voluntad política. Si bien las políticas y regulaciones del sector de la energía se basan en las de jurisdicciones extranjeras o se generan a nivel nacional, en ambos casos su aplicación se ve obstaculizada por la burocracia y la corrupción.
El sector de la energía está centralizado en Argel y es administrado por los ministerios de Energía y Minería y los monopolios de petróleo, gas y electricidad Sonatrach y Sonelgaz. En este sistema de gobernanza jerárquico, centralizado y extremadamente autoritario, no se suelen tener en cuenta las ideas de la comunidad. Además, Argelia aplica un modelo de gobernanza republicano, lo que significa que el órgano elegido es la única autoridad encargada de adoptar decisiones. El presidente nombra a gobernadores provinciales, lo que demuestra una organización jerárquica, en la cual las innovaciones en materia de políticas a nivel local siguen siendo poco frecuentes. Debido a que la sociedad civil es débil, está fragmentada y no tiene demasiado interés en el clima o la energía, la acción popular prácticamente no ejerce ninguna influencia en la agenda de la industria de los combustibles fósiles. Por lo tanto, es necesario adoptar un enfoque de políticas más flexible, participativo y transparente para que los argelinos puedan participar en discusiones y ofrecer soluciones a los problemas energéticos del país. Además, incluir a las personas en la adopción de decisiones sobre la energía aumentaría el sentimiento de propiedad de los bienes energéticos públicos, lo que daría lugar a un cambio en el comportamiento de la población hacia actitudes más responsables y orientadas a soluciones. Restablecer la confianza de la población en el Gobierno mediante una mayor apertura, rendición de cuentas y, lo que es más importante, el respeto de las decisiones de los ciudadanos sería el primer paso para lograr democracia energética en Argelia. Alternativas más descentralizadas podrían ofrecer a la población la capacidad de elegir cómo generar, consumir e intercambiar energía, mientras que el Estado mantiene su función fundamental de administrador, controlador y legislador.
Argelia padece una gran escasez de agua que, entre otras cosas, amenaza la seguridad alimentaria del país y podría provocar el colapso de la agricultura y el desplazamiento de comunidades locales. Por ejemplo, en agosto de 2021 se quemaron cientos de miles de hectáreas de bosques como consecuencia de grandes incendios forestales en el norte del país, lo que provocó la muerte de al menos 90 personas. Sin embargo, a pesar de los evidentes impactos catastróficos del cambio climático en el país en los últimos años, este tema no suele abordarse en sus planes de energía, en parte debido a la falta de solidez institucional del Ministerio de Medio Ambiente. Por lo tanto, resulta urgente incluir la variable del clima en futuras políticas y situaciones energéticas.32
Financiación de la transición energética
A pesar de que el costo de las tecnologías solar y eólica ha disminuido, los proyectos de energía renovable siguen siendo intensivos en capital. Es por eso que a Argelia le resulta difícil financiar la transición. Al parecer, habría tres opciones de financiación disponibles: fondos públicos, fondos nacionales privados e inversión extranjera directa.
En el contexto actual de crisis económica, hay cada vez mayor demanda de fondos públicos para abordar los que se perciben como los problemas socioeconómicos más acuciantes y, por lo tanto, estos solo pueden brindar un apoyo limitado para la transición en el corto plazo. Sin embargo, tras un examen detallado de la posición económica del país en los últimos 20 años, se puede constatar la dilapidación y mala gestión de fondos públicos, además de la corrupción arraigada. Para lograr una transición energética justa y significativa en Argelia, se debe democratizar el Estado y erradicar la corrupción endémica. El Estado también debe desempeñar un papel más importante en la transición, debe comprometer más fondos públicos y fomentar un financiamiento para el clima significativo a nivel internacional. Además, cabe recordar que el actual aumento de los precios del petróleo brinda la posibilidad de crear fondos soberanos que pueden habilitar financiación nacional para modernizar los sistemas energéticos.
Otras vías de financiación importantes, como los fondos para la reparación climática y el pago de la deuda económica por el Norte global, podrían contribuir a lograr una transición energética justa para Argelia, que es una de las economías del Sur global que depende del petróleo. No obstante, aún quedan dudas respecto a si se adoptarán esas medidas. Por ejemplo, el compromiso –asumido en la Conferencia sobre el cambio climático de las Naciones Unidas celebrada en 2021 (COP26)– de contribuir 8 500 millones de dólares para apoyar la eliminación progresiva del carbón en Sudáfrica,33 lamentablemente, no se ha cumplido. Sin embargo, no podemos hablar de una transición energética justa sin plantear la cuestión del pago de las deudas y reparaciones climáticas de los países ricos del Norte a los países del Sur, no en la forma de nuevos préstamos, sino como transferencia de riqueza. No se trata solamente de un imperativo ético o moral, sino que es además una responsabilidad histórica. Los países industrializados de Occidente deben pagar la parte que les corresponde para ayudar a los países más pobres que son menos responsables del cambio climático, y que a menudo son los más vulnerables a él, en sus planes de adaptación y transición verde. Lamentablemente, los procesos actuales no permiten esa asistencia a países productores de petróleo de ingresos medianos, como Argelia, dado que se prioriza a países con problemas energéticos más complejos, como problemas de acceso a energía limpia. Ello refleja el modo en que las políticas internacionales sobre el clima aún se limitan a un marco de «ayuda y desarrollo» que no reconoce la necesidad real de dejar las reservas de gas y petróleo en el suelo –y lo que ello implica en cuanto a la pérdida significativa de ingresos–. Detener la extracción requerirá políticas redistributivas a nivel mundial que aborden directamente las necesidades de los países exportadores de petróleo, incluidos los países de medianos ingresos, como Argelia.
Con respecto a la situación en el país, Argelia actualmente carece de voluntad política para financiar la transición energética. Por ejemplo, en 2015 se creó un fondo especial para financiar programas de energía renovable, pero no se ha utilizado de manera eficaz debido a que no hay un decreto ejecutivo que establezca un marco legal sobre utilizarlo. Las políticas soberanas del país prohíben la deuda extranjera y limitan la financiación internacional en sectores vitales y estratégicos, como la energía, a un 49 por ciento, en comparación con un 51 por ciento para socios argelinos. No obstante, debido a la presión de empresas de energía capitalistas locales e internacionales, que insisten en que el marco regulatorio «inseguro» y «rígido» de Argelia desestimula la inversión extranjera, se ha disminuido el criterio soberano mínimo del 49/51 por ciento para los proyectos de energía renovable. La clase inversionista privada en Argelia, que abarca fundamentalmente fondos familiares, prefiere participar en proyectos que generan ganancias rápidas, en los cuales los inversores pueden recuperar el capital en el corto plazo, a diferencia de proyectos de energía renovable que demoran mucho tiempo en devolver las inversiones. Además, tras 10 años de promesas vacías y compromisos incumplidos, los inversores en Argelia han perdido la confianza en los programas de energía renovable del país. No obstante, desde que se anunció el PNEREE en 2011, algunos inversores privados han estado trabajando en establecer una cadena de valor de energía solar fotovoltaica para asistir al programa.34
A pesar de los grandes anuncios de las élites políticas en Argelia sobre el despliegue de energía renovable, se ha logrado muy poco para recaudar fondos para la transición energética de las tres fuentes mencionadas. Al mismo tiempo, Argelia ha perdido la oportunidad crucial ofrecida por la bonanza petrolera de 2004 a 2014, cuando los precios del petróleo y el gas eran muy elevados, de utilizar los ingresos generados en industrializar y diversificar su economía, y embarcarse en una transición energética sólida y crear empleos verdes. En lugar de ello, las enormes ganancias obtenidas durante este período fueron desviadas por una élite corrupta y depredadora.35
Por último, Argelia podría adoptar estrategias que alienten a los ciudadanos a invertir en proyectos energéticos comunitarios e integrales a pequeña escala. Esta forma de democracia energética directa puede ser una oportunidad para generar empleos y empoderar a la comunidad.
Escasez de conocimientos especializados y tecnología
Argelia carece de conocimientos en materia de tecnologías verdes. Su experiencia histórica se basa en tecnologías del petróleo y el gas. Ello se debe en gran medida a la falta de interés político en las energías verdes demostrada en los últimos años, así como a la desindustrialización de la economía argelina desde que comenzaron las reformas neoliberales en la década de 1980. El proceso de liberalización y la transición a la economía de mercado estuvieron acompañados por la eliminación de conocimientos teóricos y prácticos en la industria, que culminó con la eliminación de institutos especializados en ámbitos fundamentales, como la industria textil, del acero y de la energía.
Tras una campaña contra la educación técnica secundaria, se eliminaron las ramas industriales técnicas que habían contribuido a la formación de ingenieros y técnicos superiores durante decenios.36 El número de expertos para apoyar el programa de transición energética, especialmente en términos de energía renovable, eficiencia energética y todas las actividades económicas e industriales relacionadas con él, es muy inferior a la masa crítica necesaria.37 Por lo tanto, se debe utilizar más investigación aplicada y formación práctica. Argelia necesita recibir transferencias de tecnología y conocimientos especializados en gestión de países que han llevado a cabo la transición de manera eficaz. Tal cooperación debería apuntar al fomento de capacidades humanas y materiales en el país. Para ello será necesario superar las fronteras tecnológicas monopolizadas y el sistema de propiedad intelectual aplicado por los acuerdos de libre comercio y las instituciones financieras internacionales.
Uno de los aspectos más difíciles de una transición energética en el Sur global es establecer el control sobre la tecnología (transferencia tecnológica) y la industrialización, que resulta fundamental para alcanzar el nivel de integración económica necesario a fin de desarrollar una economía verde pujante con empleos verdes. Para lograrlo es necesario abandonar el paradigma del neoliberalismo y fomentar una mayor participación e inversión del Estado, así como financiamiento climático de los países más desarrollados.
Poner en práctica una política de contenido local es fundamental para el desarrollo de un sector de energía renovable sólido y autónomo en Argelia. Ello implica obligar a las empresas que operan en el país a utilizar bienes y servicios producidos o abastecidos a nivel nacional. Los oferentes elegidos para desarrollar proyectos de energía renovable deben ser parte de una estrategia industrial, mediante la cual se desarrollan componentes de energía solar a nivel local. Una estrategia de este tipo debería apuntar a crear una economía local de energía solar mientras disminuye los costos de los proyectos al evitar el uso de materiales importados.38 Si bien esta estrategia beneficiaría a la economía local, y especialmente al mercado laboral, sería extremadamente difícil de aplicar en Argelia debido a que la cadena de valor industrial local aún no está del todo formada: actualmente está en una etapa incipiente y gran parte de la producción local no cumple las normas internacionales. En este contexto, los inversores extranjeros están realizando cabildeo para que se elimine el requisito del contenido local porque lo consideran un obstáculo a la inversión que les impide obtener ganancias. Sin embargo, aunque abandonar esas medidas quizá atraería más fondos y promovería el sector de la energía, no beneficiaría a la economía, a la industria o al mercado laboral de Argelia. Es fundamental buscar soluciones eficaces para crear y mejorar la tecnología y los conocimientos especializados al ir más allá del sistema de propiedad intelectual y de monopolios tecnológicos de Occidente, al forjar alianzas con países del Sur global, como China, en las que todos salgan beneficiados.
Acceso a la energía y la cuestión de los subsidios
El mercado energético de Argelia aún está dominado por el Gobierno. Sin embargo, el modelo económico no sostenible de los servicios estatales y su mala gestión han dado lugar a llamamientos a la privatización y a la eliminación de los subsidios. A fin de adaptarse a los cambios drásticos en el paisaje energético, la empresa de servicios argelina Sonelgaz debe adoptar reformas técnicas, administrativas y financieras para ser económicamente viable y más responsable y transparente. Además, una reforma gradual de los subsidios también resulta imperativa.
La electricidad está muy subsidiada en Argelia: los hogares pagan el equivalente a 0,038 dólares por KWh por la electricidad, es decir, una séptima parte del precio que se paga en Reino Unido); y las empresas pagan 0,033 dólares.39 Estos precios bajos, que representan alrededor de un tercio del costo de producción, son posibles gracias a los subsidios.
También hay subsidios indirectos, a través de los subsidios a los combustibles fósiles, que resultan pertinentes debido a que la electricidad del país se genera principalmente a partir de ellos. Lamentablemente, estos subsidios, junto con el regresivo sistema impositivo de Argelia, no benefician a las clases más necesitadas en la misma medida en que enriquecen a empresarios y propietarios del capital en el país. Por lo tanto, una reforma justa de los subsidios es un imperativo político y económico. Esta debe ser progresista en cuanto a los sectores de la sociedad que beneficia: no debería incluir a las clases más ricas ni a los grupos capitalistas (que de ese modo aumentan sus ganancias), sino que debería intentar aliviar el sufrimiento de los sectores más vulnerables de la sociedad.40
Argelia afronta una doble crisis socioeconómica y política. El movimiento masivo de protesta (hirak) que comenzó en febrero de 2019 y duró más de un año cuestionó fuertemente al régimen argelino. A ello se sumaron las repercusiones económicas negativas de la COVID-19, por lo que eliminar por completo los subsidios a la energía en el futuro cercano sería políticamente insostenible e injusto para los millones de argelinos que se han empobrecido en los últimos años. En respuesta a la caída en los precios del petróleo a nivel mundial en 2020 que, según el FMI provocará una contracción de la economía en un 6 por ciento y la disminución de las reservas extranjeras del país de 62 000 millones a 47 000 millones de dólares a finales de 2020,41 el Gobierno recortó el gasto social en un 30 por ciento. No obstante, el país experimentó un gran déficit presupuestario que alcanzó un 18,4 por ciento del PIB en 2021.42 Además del aumento del índice de pobreza, se perdieron cientos de miles de empleos, incluso en el sector informal precario. Según cifras del Gobierno, tan solo en 2020 se perdieron 500 000 empleos., En el momento de redactar este informe, la economía argelina seguía contraída, aunque la guerra en Ucrania podría ser una bendición para las autoridades del país, dado que los precios del gas y el petróleo siguen aumentando.
Integrar la electricidad renovable en los programas de subsidios gubernamentales podría ser una opción para promover el desarrollo de la energía renovable. Sin embargo, el paradigma neoliberal mundial de la política climática ha demostrado ser ineficaz en desincentivar el uso de combustibles fósiles mediante un modelo de precios al carbono y al alentar la inversión baja en carbono mediante subsidios y estructuras contractuales favorecidas. Este paradigma de políticas considera a los Gobiernos como protectores del capital de actores privados, lo que les impide abordar los desafíos sociales y ambientales. Como consecuencia de este gran déficit en la inversión y de la ineficiencia tecnológica, los enfoques de mercado que apuntan a la privatización hasta ahora no han logrado la transición energética que es tan esencial para Argelia.45 Se necesita un fuerte compromiso político para lograr una transición energética en el sector público de energía del país, con la inclusión controlada de actores del sector privado, junto con una gobernanza más participativa, transparente y democrática de las empresas estatales.