Palestina y el futuro del multilateralismo y de la ONU Un año de genocidio en Palestina
Palestina ha soportado 76 años de colonialismo y, desde el 7 de octubre de 2023, hemos sido testigos de un genocidio continuado en el territorio de Gaza. Israel, con pleno apoyo militar, financiero y político de Estados Unidos y Europa, sigue intensificando su campaña de agresión militar hasta convertirla en una guerra regional perpetrando un genocidio en Gaza mientras bombardea Cisjordania, Líbano, Siria, Yemen e Irán en varias ocasiones. No se debe permitir que esto continúe, pero el sistema multilateral mundial no se ha puesto a la altura de las circunstancias.
Se cumple ya un año de la brutal campaña de genocidio y hambruna de Israel contra el pueblo de Palestina. Los continuos bombardeos e invasiones terrestres transmitidos en directo han causado más de 41.000 muertos (la mayoría mujeres y niños), 96.000 heridos, unos 10.000 desaparecidos y más de 2 millones de desplazados forzosos. A estas alturas, toda la población de Gaza vive en condiciones de hambruna debido al bloqueo israelí de la ayuda que entra en Gaza junto con la destrucción total de más del 70% de todas las infraestructuras. Todas las infraestructuras esenciales para mantener y enriquecer la vida han sido atacadas, incluidos hospitales, profesionales sanitarios y equipos de defensa civil, escuelas y universidades, lugares de culto, hogares, granjas, lugares de patrimonio cultural, infraestructuras de agua y saneamiento e infraestructuras energéticas.
Esta campaña israelí de genocidio se ha llevado a cabo en violación sistemática y flagrante del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. A pesar de los cientos de resoluciones de la ONU sobre Palestina en la Asamblea General y el Consejo de Seguridad desde 1947, incluida la más reciente resolución de la Asamblea General adoptada en septiembre de 2024 en la que se exige a Israel que ponga fin a la ocupación en un plazo de 12 meses, Israel sigue actuando con impunidad contra el pueblo palestino y la región en general con el apoyo material de Estados Unidos y Europa.
Los Estados poderosos del mundo -en particular, Estados Unidos, Reino Unido, la mayoría de los Estados miembros de la UE y los gobiernos aliados- han ignorado la sentencia provisional de enero de 2024 de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) (en el caso de Sudáfrica contra Israel), los votos de la Asamblea General de la ONU que aíslan a los autores de crímenes y a sus cómplices, los resultados de los relatores especiales y los trabajos del Consejo de Derechos Humanos que proporcionan argumentos, legitimidad y justicia al oprimido pueblo de Palestina. Esto es un claro indicio del vaciamiento del multilateralismo y del derecho internacional frente a la estrategia imperialista y colonial de los colonos dirigida por Estados Unidos en Oriente Medio, un debilitamiento gradual que se ha perseguido durante mucho tiempo en interés de los poderosos Estados del Norte Global.
El papel de los Estados poderosos socava el multilateralismo
La tendencia generalizada y creciente a ignorar y eludir las convenciones y tratados de la ONU acordados internacionalmente, así como la destrucción del sistema multilateral por parte de algunos Estados aparentemente «intocables», demuestran la erosión acelerada de la autoridad de la ONU y del sistema multilateral en su conjunto.
Aunque sirven como argumentos jurídicos y como importante documentación de las violaciones del derecho internacional y de la voluntad de los Estados miembros de la ONU por parte de Israel, las resoluciones de la ONU no han tenido ningún impacto real sobre el terreno. Sólo han servido para exponer cómo la arquitectura de la ONU, especialmente el Consejo de Seguridad con el sistema de veto de los Cinco Grandes, permite que el imperialismo occidental prevalezca y hace impotente a la ONU y a la mayoría de sus Estados miembros. Estados Unidos ha utilizado sistemáticamente su poder para bloquear las resoluciones que piden el alto el fuego o condenan las acciones de Israel, incluso cuando está claro que la mayoría de los Estados del mundo lo apoyan. De este modo, se debilita la capacidad de la ONU para desempeñar un papel eficaz en la resolución multilateral de conflictos.
Las consecuencias de una ONU debilitada son nefastas, especialmente en situaciones de conflicto, ocupación y guerra, como las que viven Palestina y otros países del mundo. A medida que las naciones poderosas desafían la razón de ser de la ONU y permiten que Israel actúe por encima del derecho internacional, la eficacia, la confianza y la credibilidad en la institución continúan erosionándose. Demuestran la instrumentalización más amplia de un sistema multilateral en el que se permite que los intereses imperialistas y corporativos tengan prioridad sobre salvar vidas humanas y defender los derechos humanos.
Un multilateralismo radicalmente defectuoso tras la Segunda Guerra Mundial
La captura de la ONU es evidente no sólo con respecto a las cuestiones de paz y seguridad, sino en todo el espectro de la gobernanza mundial, donde las agendas centrales para la humanidad y el planeta han sido cedidas a los intereses corporativos.
El genocidio en Palestina demuestra con total claridad que es necesario construir una nueva arquitectura del multilateralismo. El sistema actual tiene sus raíces en el orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando un tercio de la población mundial aún vivía bajo dominio colonial, y más tarde se puso al servicio de la globalización neoliberal. Ahora se está intentando rediseñar el sistema multilateral para dar más poder de decisión a las empresas transnacionales bajo el disfraz del «multipartidismo», erosionando aún más cualquier pretensión de ser un sistema democrático e intergubernamental.
Por ello, el Encuentro de Movimientos Sociales de Nueva York -organizado en paralelo a la Cumbre del Futuro de la ONU de septiembre de 2024- hizo un llamamiento a la construcción de un frente global anticorporativo decidido a construir un nuevo multilateralismo justo desde abajo.
¿Hacia dónde vamos?
Estamos viviendo un cambio fundamental en la geopolítica mundial, y el genocidio del pueblo palestino es un ejemplo dramático de la impotencia de la ONU para proteger a las personas y proporcionar vías hacia la paz. Al igual que durante la pandemia de Covid, el sistema intergubernamental fue incapaz de obligar a los gobiernos del Norte Global a conceder siquiera una exención temporal del régimen de Derechos de Propiedad Intelectual (DPI). En su lugar, se permitió que los intereses de las grandes farmacéuticas prevalecieran sobre salvar las vidas de miles de personas que no tenían acceso a las vacunas, especialmente en el Sur Global.
La Resolución de la Asamblea General adoptada el pasado 18 de septiembre, así como el dictamen de la CIJ sobre la ilegalidad del apartheid, la ocupación y su llamamiento a un embargo de armas pueden sin duda desempeñar un papel clave para detener el genocidio, pero sólo si se utilizan para motivar una movilización mundial. Son signos de que está surgiendo una disidencia sistémica, con el liderazgo coherente de importantes Estados del Sur Global, que defienden el derecho internacional y desafían el «statu quo» de los negocios como siempre, dominado por la alianza de intereses imperiales liderada por Estados Unidos. Aunque por el momento estos movimientos no han conseguido cambiar las condiciones del genocidio sobre el terreno ni impedir la escalada de la guerra de Israel en la región, abren una brecha que puede ampliarse con una nueva fase de campaña mundial en apoyo del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.
El llamamiento mundial para detener el genocidio ha tenido eco en todo el mundo y tiene muchos vínculos con otras luchas y con las exigencias de un cambio de sistema que ponga fin a esta era de injusticia y sometimiento de los pueblos del mundo. La crisis de la ONU y del sistema multilateral en su conjunto tiene sus raíces en su origen colonial y en sus fracasos históricos, pero también ofrece una oportunidad histórica para reconstruir un sistema de gobierno democrático y global adecuado para el siglo XXI y más allá.
Este es un llamado a la acción que no podemos eludir.