Aunque el cannabis es una droga ilícita en los Países Bajos, el cannabis y el hachís se venden abiertamente en los llamados ‘coffeeshops’, seguramente el ejemplo más conocido de la política holandesa de drogas. En un principio, estos establecimientos eran lugares parecidos a una cafetería, donde las personas usuarias podían comprar y consumir pequeñas cantidades de cannabis. En general, esto sigue siendo así, aunque hoy en día algunos coffeeshops funcionan más como una tienda de comida para llevar, donde se puede comprar, pero no consumir cannabis.
La venta de cannabis en los coffeeshops está permitida, pero sujeta a unas normas estrictas. Los coffeeshops venden cannabis a los consumidores por la llamada ‘puerta delantera’, pero es evidente que esto solo es posible cuando los establecimientos cuentan con suministros suficientes. El abastecimiento de los coffeeshops se suele conocer en los Países Bajos como la ‘puerta trasera’, aunque, en realidad, tanto los proveedores como los clientes utilizan la misma puerta para entrar en ellos. La política holandesa de tolerancia con respecto a los coffeeshops no es aplicable a la puerta trasera, pero este problema se ha ignorado durante muchos años. En los últimos años, esta incoherencia ha cobrado un protagonismo importante en el debate nacional sobre la política en materia de cannabis, entre otras cosas porque las autoridades locales han estado instando a que se revise, sobre todo con el fin de regular la puerta de atrás y establecer un circuito cerrado, que abarque desde el cultivo hasta la venta a los consumidores en los coffeeshops.