La mayoría de las personas probablemente ignoren que las pocas empresas transnacionales que dominan el sector de la minería desempeñan un papel clave en proporcionar insumos para productos con los que interactuamos a diario: desde teléfonos inteligentes hasta alimentos. las ganancias de esas empresas provienen de su función en la producción de estos bienes: controlan la extracción de minerales en el punto de partida de las grandes cadenas mundiales de suministro, que van de los paisajes minerales de Chile y el Congo a –en el caso de los teléfonos celulares– a nuestros bolsillos.
Como ocurre con todas las empresas bajo el sistema capitalista, “la producción siempre comienza sobre la base del lucro potencial”. Para estas pocas empresas transnacionales, la terminología predominante en la 26a Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático respecto de la necesidad de una “transición energética” promete un lucro potencial considerable. Como señaló recientemente el director ejecutivo de BHP, la mayor empresa minera del mundo, “la descarbonización es una actividad intensiva en metales”. Y tiene cierta razón. Aunque las declaraciones celebratorias suelen exagerar el índice de avance hacia fuentes de energía renovable, incluso la actual sustitución insuficiente está provocando un aumento de la demanda de minerales: “desde la década de 2010, la cantidad de minerales promedio necesaria para una nueva unidad de capacidad de generación de energía ha aumentado en un 50%, dado que la proporción de energía renovable ha aumentado”.
Si, como sostiene la Agencia Internacional de Energía, la cuota de energía renovable sigue aumentando, sumada a la transición prevista hacia los vehículos eléctricos, el “aumento de la inversión en nueva minería e instalaciones de procesamiento será fundamental”. Esto se debe a que la expansión de tecnologías que no utilizan combustibles fósiles –desde molinos de viento hasta baterías de automóviles eléctricos– depende de los denominados “minerales de transición”, es decir, cobre, níquel, manganeso, litio, cobalto y elementos de tierras raras: “Un vehículo eléctrico tipo necesita seis veces los insumos minerales de un vehículo convencional, y un parque eólico terrestre necesita nueve veces más recursos minerales que una central eléctrica de gas”. La industria minera actualmente está pensando estratégicamente en cómo beneficiarse de este aumento de la demanda mediante la rápida expansión de su producción, mientras, al mismo tiempo, disminuye su participación en la producción de combustible fósil.
Toda expansión ampliará aún más la escala mundial de operaciones de las empresas transnacionales mineras. En general, pensamos en la minería solo en términos de lugares de extracción específicos, pero la industria minera actual abarca “infraestructuras logísticas, corredores transoceánicos, redes de intermediación financiera y geografías del trabajo”.
Esta gran infraestructura ya tiene repercusiones socioambientales considerables en todas las geografías conexas, afectando la vida y el medio ambiente de quienes participan en ella, de campesinos desposeídos en Chile a trabajadores migrantes en China. ¿Cómo estas y otras geografías, vidas y medio ambientes en todo el mundo se verán afectados por las estrategias de las empresas mayores que intentan posicionarse para beneficiarse de la transición energética? Para analizar esas repercusiones es necesario, en primer lugar, estudiar las estrategias que están desarrollando las empresas mineras. Como ha afirmado la presidenta del TNI, Susan George, estudiar a los ricos y poderosos puede ayudar a los movimientos sociales a elaborar estrategias de oposición. Lo que sigue es un análisis más profundo de la inversión actual y las estrategias políticas y de inversión de la industria minera, y concluye con algunas preguntas pertinentes para las estrategias de los movimientos sociales.
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