Según el Informe Mundial sobre las Drogas correspondiente a 2016, basado en los informes presentados por los Estados miembros durante el período 2009-2014, Marruecos se mantiene como el principal productor de resina de cannabis (hachís) del mundo, seguido de Afganistán y, en menor medida, de Líbano, India y Pakistán. Las autoridades marroquíes sostienen que, en el transcurso de una década, la superficie dedicada al cultivo de cannabis ha disminuido un 65 %, de un récord histórico oficial de 134 000 hectáreas en 2003 a 47 196 hectáreas en 2013. Las autoridades marroquíes prevén que la superficie total de cultivo siga reduciéndose, hasta las 34 000 hectáreas, en los próximos cinco años. A pesar de ello, el mercado europeo sigue bien abastecido de hachís marroquí. Esto se explica porque, aunque puede que el cultivo de cannabis haya disminuido, ello no implica necesariamente que haya disminuido también la producción de hachís.
Durante los últimos 50 años, los productores locales de cannabis han mostrado una notable resiliencia frente a los intentos del Gobierno para erradicar o reducir el cultivo de cannabis, así como una importante capacidad para adaptarse a las circunstancias cambiantes del mercado internacional. Según cifras citadas por el Ministerio del Interior, se calcula que en torno a 90 000 hogares, o unos 760 000 marroquíes, dependen para su sustento de la producción de cannabis, que se concentra en la zona de Alhucemas, Chauen y Uezán, en la región norteña del Rif. Según otras fuentes, en el cultivo del cannabis participarían más de 140 000 productores y, si se incluye a sus familias, más de un millón de personas dependería a la economía ilícita.
Este informe analiza si el objetivo de reducir el cultivo de cannabis es realista o beneficioso para Marruecos, qué significaría realmente para la principal zona de producción, el Rif —una de las regiones del país más pobres, con mayor densidad demográfica y con un medioambiente más frágil—, y qué implicaría para un desarrollo sostenible significativo. El informe presenta un breve contexto histórico, examina las últimas tendencias en el mercado del cannabis y destaca algunas de las consecuencias ambientales y sociales, así como el debate reciente sobre la regulación en Marruecos y las políticas europeas. Por último, plantea algunas reflexiones sobre posibles objetivos de desarrollo sostenible con respecto al cultivo de cannabis para el futuro.