En todo el mundo, tanto en Estados democráticos como autoritarios, un gran número de activistas y organizaciones que luchan por la justicia social se enfrentan a un entorno cada vez más represivo y segurizado, y presencian cómo su legitimidad y seguridad son objeto de atentados sin precedentes. El activismo individual y colectivo es blanco de una ofensiva global lanzada por Estados, grandes empresas y la derecha extrema, que se manifiesta desde los intentos por sofocar el movimiento Black Lives Matter al asesinato de la activista Berta Cáceres, pasando por la criminalización del movimiento por el Boicot, las Desinversiones y las Sanciones (BDS) y la microtiranía de la nueva Ley de Regulación de Actividades Voluntarias de Bangladesh.
La situación de emergencia actual lleva mucho tiempo gestándose. Pero hace poco que ha conseguido impulsar una respuesta concertada de la “sociedad civil”, que ahora se está movilizando para comprender y neutralizar lo que se suele denominar “reducción (o achicamiento) del espacio de la sociedad civil organizada” o “reducción del espacio civil”, una metáfora cuyo uso se ha generalizado como forma de hacer referencia a toda una nueva generación de limitaciones impuestas a la lucha política. El concepto mismo de “espacio” puede tener distintas definiciones o interpretaciones. Hay quien lo entiende como un espacio cercenado para influir en las decisiones políticas (es decir, tener un puesto o voz en la mesa), y hay quien lo entiende como un espacio político para organizarse, actuar, gozar de una voz legítima, rebelarse y disentir. La primera interpretación tiende a despolitizar la actividad de protesta; la segunda, a potenciarla. Estas distintas formas de concebir el “espacio” son las que conforman, a la postre, el tipo de respuesta que se considera conveniente y tienen consecuencias importantes para toda aquella persona que participe en dicho espacio.
En este informe se intenta deconstruir la narrativa de la “reducción del espacio civil”, explicando qué significa y poniendo al descubierto algunos de los problemas inherentes al concepto. También se plantea qué grupos son los más afectados por esa “reducción del espacio” y por qué, hacia dónde se dirige la tendencia y qué relación guarda con otros paradigmas dominantes del siglo XXI, y qué respuesta pueden dar los movimientos sociales progresistas.