Haciendo frente al populismo autoritario: la dimensión rural

La religión, las dinámicas de género, el lugar y la identidad cultural: todos estos factores conforman el auge del populismo autoritario en las zonas rurales, junto con los intereses de clase y las desigualdades. La creación de alternativas que hagan frente a las fuerzas políticas reaccionarias no es sencilla.

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El populismo autoritario está en alza en Brasil, Hungría, India, Indonesia, Islas Filipinas, Sudáfrica, Turquía, Francia, Estados Unidos y muchos otros países. Es reaccionario, nacionalista, a veces con tonos religiosos, y un fenómeno diverso y global.

Se ha escrito mucho sobre el auge del populismo autoritario, perro se han analizado relativamente poco sus raíces y repercusiones específicas en las zonas rurales.

Pusimos en marcha la iniciativa ERPI (Iniciativa de Políticas Rurales Emancipadoras) para llenar ese vacío. La ERPI pretende explorar cómo y por qué el populismo autoritario surge globalmente en zonas rurales heterogéneas, y cómo se le puede hacer frente. En marzo de 2018, varios centenares de investigadores y activistas se reunirán en La Haya para discutir experiencias y maneras de seguir avanzando. Nuestro propósito es tanto analítico como práctico; es decir, entender y también buscar activamente alternativas.

A pesar del aluvión de comentarios sobre el auge de las políticas populistas, los análisis recurren con demasiada frecuencia a simplificaciones demasiado generales con relación a las dimensiones rurales: los campesinos como provincianos, apegados con firmeza a su lugar de origen, faltos de actitud cosmopolita y víctimas de los saqueos del capitalismo postindustrial; las zonas rurales como ‘comunidades’ introvertidas e iguales entre sí.

¿Qué es, entonces, el populismo autoritario? Recurrimos los argumentos de Stuart Hall y otras personas que han analizado la irrupción del thatcherismo. En palabras de Antonio Gramsci, los populismos autoritarios pueden surgir cuando cambia el ‘equilibrio de fuerzas’, creando una nueva ‘coyuntura político-ideológica’. Basándose en descontentos populistas, se lanza un movimiento autoritario ‘transformador’, a menudo con un líder fuerte pero decorativo, que se moviliza en torno al ‘pánico por cuestiones morales’ y a ‘un final autoritario’, concediéndole, en palabras de Hall, ‘el lustre del consentimiento populista’.

Aunque esto suene muy familiar, no estamos hoy en los años ochenta del siglo pasado. Las fuerzas del capitalismo y el contexto en el que se aplican las políticas han cambiado. La financierización, en particular, es lo que define al capitalismo contemporáneo y genera importantes impactos en las zonas rurales, en la medida en que las inversiones especulativas alimentan los acaparamientos de recursos y la desposesión en todo el mundo.

De la misma manera, muchas personas ponen ahora en duda el ‘sentido común’ indiscutido de que se debía asentar la hiperglobalización desenfrenada, mitigando sus peores efectos por medio de programas sociales. Sin embargo, los populistas desafían la globalización con una retórica nacionalista en la que las economías y la política miran hacia dentro.

A pesar de ello, las razones por las que los regímenes autoritarios ganan apoyo en las zonas rurales son complejas. La clase, el género, la raza, la generación, el lugar y otras identidades son todos elementos de peso.

Estos elementos reciben a su vez la influencia de las historias de capitalismo, conflictos y explotación en entornos agrarios, y a menudo de las relaciones ambivalentes entre el Estado y el campo: todo envuelto en lo que Chantal Mouffe llama la política ‘agonista’ entre grupos divididos.

Tres características diferenciadoras de las zonas rurales

Entonces, ¿qué puede ayudarnos a entender los populismos autoritarios en las zonas rurales? Podemos destacar tres cosas.

En primer lugar están las historias y consecuencias del período reciente de la globalización neoliberal. Esta ha impactado de modo distinto, dependiendo de los lugares y de las personas, de manera que surgen reacciones políticas diferentes. Como explica Dani Rodrik, que el populismo que surja sea autoritario o progresista depende mucho de las historias particulares de la globalización. La política populista puede centrarse en las objeciones etnonacionalistas a la inmigración o, desde una perspectiva progresista, puede originarse en los impactos del comercio y la inversión globales o la desindustrialización en el sustento de las personas trabajadoras.

Las dimensiones rurales de esta realidad son importantes: que a las personas migrantes o a las minorías se las acoja o se las rechace dependerá de las historias culturales y las estructuras de las economías rurales. Cómo la globalización afecta el sustento de los campesinos dependerá igualmente de cómo se conectan los espacios rurales y urbanos, y quiénes se benefician o pierden.

De esta manera, la globalización neoliberal ha tenido consecuencias distintas en función de la clase, la raza, el estrato social, el género y la edad, y por tanto, para los procesos de la movilización política rural. En muchas regiones rurales, las comunidades han quedado desmanteladas, en un contexto en que los pequeños agricultores y otras pequeñas iniciativas comerciales se enfrentan a más competencia, las industrias cierran, las personas jóvenes abandonan el campo para desplazarse a las zonas urbanas, se generalizan las patologías sociales y las instituciones locales –cooperativas, grupos de crédito, clubes deportivos, escuelas– se debilitan o se hunden. En muchos ámbitos rurales, no sorprende la fuerte atracción del populismo nacionalista autoritario.

Recursos rurales

En segundo lugar, la explotación extractiva de los recursos rurales continúa a paso acelerado. Especialmente desde la crisis financiera y alimentaria global de 2008, el acaparamiento de tierras, del agua y de los minerales ha reconfigurado los espacios rurales en muchas partes del mundo conforme el capital financiero busca nuevos rendimientos.

En algunos casos, los conflictos armados contribuyen a la desposesión y al desplazamiento. En muchos países, se persigue ahora la extracción rural de recursos de manera más nacionalista, con argumentos sobre el ‘interés nacional’ en torno a la seguridad energética, alimentaria o hídrica. Con las nuevas alianzas entre el capital, las élites y el Estado, las dinámicas de acumulación cambian y, con ellas, se configura una nueva política de desplazamiento.

Los argumentos populistas en torno a nuevas inversiones, puestos de trabajo y crecimiento en zonas rurales interpelan a las personas que han quedado atrás. Pero el acaparamiento de tierras y recursos puede tener como consecuencia la destrucción ambiental y territorial, y nuevas exclusiones y desposesiones. La mera argumentación de que el acaparamiento de recursos es malo no es suficiente: se necesitan visiones alternativas e inclusivas para las economías rurales que proporcionen oportunidades de sustento en regiones a menudo pobres y abandonadas.

Política identitaria reaccionaria

En tercer lugar, para fomentar la resistencia y promover alternativas, la irrupción del populismo autoritario con una fuerte base rural requiere un cuidadoso y comprensivo análisis de por qué a la juventud, a las mujeres, a los campesinos y a otras personas les persuade con frecuencia una política tan reaccionaria. Como sostiene Nancy Fraser, debemos reflexionar sobre la política transversal de identidad, pertenencia, reconocimiento y redistribución.

La religión, las dinámicas de género, el lugar y la identidad cultural en las zonas rurales son importantes, además de los intereses de clase y las desigualdades. La creación de alternativas que hagan frente a las fuerzas políticas reaccionarias no es sencilla. Se requieren nuevas campañas y narrativas que vayan más allá de la apelación simplista a la ‘comunidad’, al individualismo empático y a las ‘soberanías localistas’.

En las zonas rurales están surgiendo muchas nuevas actividades económicas, basadas en los principios del bien común, el mutualismo y los cuidados. Pero ¿cómo interconectarlas para ir más allá de lo aislado y experimental, y vincularlas entre sí y con otras alianzas políticas emancipadoras?

Estos son algunos de los desafíos que estamos discutiendo en la red ERPI, en que participan investigadores, profesionales y activistas de más de 50 países. En futuros blogs y nuestros informes sobre el evento de marzo, examinaremos qué está sucediendo en lugares concretos y cómo se está haciendo frente al populismo autoritario bajo sus diversas formas. ¡Únete al conversatorio!

Este es el primer artículo de una serie publicada en openDemocracy que analiza estas cuestiones, basadas en estudios recientes procedentes de todo el mundo.

Para seguir la actividad de la iniciativa ERPI, se puede visitar su canal en Twitter y Facebook.