La élite dominante ha hecho de la producción concesionaria privada, ya sea de origen fósil o renovable, un pilar y elemento fundamental del sistema energético. Ello beneficia más que nada a empresas transnacionales francesas (Engie), españolas (Gamesa), sauditas (ACWA), emiratíes (Taqa) y alemanas (Siemens), generalmente en cooperación con empresas nacionales de propiedad de la familia real (Nareva) o de familias poderosas con conexiones políticas, como las familias Akhannouch y Benjelloun (Green of Africa).
Un ejemplo de ello es el llamado a licitación internacional de energía solar para la concepción, financiación, construcción, operación y mantenimiento del proyecto de 800 megavatios (MW) Noor Midelt I, adjudicado en mayo de 2021 al consorcio encabezado por EDF Renouvelables (Francia) y que incluía a Masdar (Emiratos Árabes Unidos) y Green of Africa (Marruecos).30 Cabe mencionar que Green of Africa es propiedad de tres de las familias más ricas de Marruecos: Benjelloun (Financecom y BMCE Group), Amhal (Omafu y Somepi Group) y Akhannouch (Akwa Group). Antes de que el rey lo nombrara primer ministro en septiembre de 2021, Aziz Akhannouch se había desempeñado como ministro de Agricultura y Pesca durante 15 años.
Por su parte, Nareva, una empresa propiedad del grupo real Al Mada,31 acapara la mayor parte de la producción de energía eólica mediante su empresa subsidiaria Énergie Éolienne du Maroc (EEM). Actualmente posee cinco parques eólicos en plantas comerciales, en virtud de la Ley núm. 13-09, con una capacidad total de más de 500 MW y vende la energía eléctrica allí producida directamente a clientes industriales.32 Nareva también es propietaria del parque Tarfaya, uno de los más grandes de África, en conjunto con la gran empresa francesa Engie. La energía producida en el parque, cuya capacidad es de 300 MW se vende exclusivamente a ONE, en virtud de una asociación público-privada que data de hace 20 años.33 En 2016, Nareva fue la adjudicataria del enorme Proyecto Eólico Integrado de 850 MW, compuesto por Midelt (210 MW), Boujdour (300 MW), Jbel Lahdid (270 MW) y Tiskrad (100 MW), esta última en Tarfaya. Nareva ganó este proyecto tras asociarse con la fabricante de turbinas eólicas Siemens Gamesa Renewables (Alemania y España).
Cabe destacar que, a pesar de que el grupo Al Mada se presenta como líder en el ámbito del desarrollo sostenible, es responsable de la destrucción y contaminación de varios ecosistemas. Como el autor explicó en otra parte: «Además de que su empresa productora de azúcar Consumar ha sido responsable de desastres de contaminación, su brazo minero Managem en la mina de plata Imider, ubicada en el sur de Marruecos, ha sido responsable de la contaminación de acuíferos y aún existe un conflicto con la población local por los recursos hídricos».34
En Marruecos, al igual que en otros países, los beneficiarios de proyectos ecológicos generalmente tienen un largo historial de contaminación y destrucción de ecosistemas. Reorientar parte de sus inversiones hacia la energía renovable es, en realidad, otra forma, a menudo más rentable, de generar ganancias y despojar a las poblaciones locales de sus territorios.
¿Quién paga el precio?
La población, en cuanto contribuyentes y consumidores, paga las consecuencias financieras de un sistema diseñado de manera absolutamente desigual para el beneficio exclusivo de inversores privados. En virtud de los contratos de concesión firmados en la década de 1990 y a comienzos de los 2000, en especial de las asociaciones público-privadas, ONE está obligada a comprar energía a operadores privados en función de la disponibilidad y a precios más elevados que los de venta para distribución y consumo, y debe pagar además el costo de la fluctuación de los precios de las materias primas, especialmente del carbón.
Por consiguiente, ONE se sumió en una crisis financiera estructural sin precedentes, de la que tuvo que ser rescatada por el Gobierno mediante la firma de un contrato que le permitió aumentar los precios al consumidor. Como consecuencia de ello, las facturas de los consumidores aumentaron un 20 por ciento en 2014.35 Dado que todos los proyectos recientes de energía renovable se basan en contratos similares de 30 años, probablemente se reitere esta situación de una enorme inversión pública sin garantías para la población de que se reduzcan los precios de la electricidad. La decisión de Masen de utilizar tecnología de energía solar concentrada (CSP), adoptada sin consultar a ninguna entidad pública, ni siquiera a ONE, ha resultado desastrosa. El costo por kilovatio por hora (KWh) es de 1,62 dirhams para la planta Noor 1, de 1,38 dirhams para la planta Noor 2 y de 1,42 dirhams para la planta Noor 3, mientras que el precio al que se vende cada kilovatio a ONE es de 0,85 dirhams. Por consiguiente, según las estimaciones del CESE,36 Masen tiene un déficit anual de 80 millones de euros por las plantas Noor I, II y III.
La cuestión de la deuda y la financiación es fundamental. Todos los proyectos recientes de generación eléctrica, incluidos los denominados «verdes», son financiados mediante préstamos de bancos privados internacionales, bancos multilaterales, el FMI, el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y las agencias de desarrollo francesa, alemana y japonesa.
En el sector de la energía solar, las deudas de Masen están respaldadas por el Estado. Utiliza estos fondos para construir infraestructura necesaria para el desarrollo de proyectos, como carreteras, infraestructura hidráulica, cercos, líneas y centrales transformadoras para transportar energía. Además, utiliza fondos para financiar su participación en empresas con fines especiales creadas para proyectos específicos (Noor Ourzaztae, Noor Midelt, etcétera).37