El plan solar de Túnez: una renovación de la tendencia hacia la dependencia energética como orientación estratégica
En 20157 Túnez presentó una versión actualizada del Plan Solar de Túnez (PST), un plan operativo que se basa en la estrategia de transición energética del país. El plan se publicó originalmente en 2009 e intenta aumentar la proporción de energía renovable de un 3 por ciento en 2016 a un 30 por ciento en 20308, para lo cual es necesario producir 3 815 megavatios (MW) adicionales a partir de energía renovable. Según el PST, el 46 por ciento de energía renovable se producirá mediante turbinas eólicas, el 39,6 por ciento mediante paneles solares fotovoltaicos (PV), el 11,8 por ciento mediante energía solar concentrada9 y el 2,6 por ciento mediante biomasa.10
Los objetivos intermedios de PST se actualizaron tras una conferencia celebrada en diciembre de 2017 sobre la aceleración de la aplicación de proyectos de energía renovable.11 Esta política sigue una tendencia regional –o incluso mundial– de expandir la energía renovable, en parte mediante alianzas público-privadas, que se justifica por la ausencia de recursos gubernamentales para construir centrales eléctricas.12 Marruecos ha adoptado medidas similares desde 2009, cuando el rey Mohammed VI presentó su plan solar.13 No obstante, la promoción de la alianza público-privada como un sustituto de la adquisición pública y la deuda pública es desacertada, dado que este tipo de alianzas intentan disminuir el riesgo de los proyectos públicos, al permitir que se privaticen las ganancias y se socializan las pérdidas.14 El PST requiere alrededor de 8 000 millones de euros de inversión en el periodo de 2015-2030, de los cuales 6 300 millones se destinarán a equipamiento y 1 700 millones al desarrollo de una red eléctrica.15 Según el plan, dos tercios de esta financiación provendrán de fuentes privadas, fundamentalmente inversión privada, y un tercio de fuentes públicas. La mayoría de esta financiación debe centrarse en importar competencias y conocimientos especializados (mediante tecnologías, equipamiento y patentes) y acelerará la marcha de Túnez hacia la dependencia. Ello provocará una profundización de la deuda externa del país para financiar la tecnología importada, que está sujeta a condiciones de monopolio y derechos de propiedad intelectual. En este contexto, el PST está diseñado de tal modo que refuerza la dinámica de poder mediante la cual un país del Sur necesita obtener más crédito para importar tecnología y conocimientos del Norte a fin de realizar la transición hacia la energía renovable. Mediante el plan, Túnez sigue promoviendo un modelo económico impulsado por la inversión extranjera como la principal forma de financiar su desarrollo. Si bien parte de la financiación necesaria para el plan de energía renovable de Túnez puede provenir de la inversión extranjera (o incluso de financiación para el clima o para la deuda), no se han realizado esfuerzos para considerar formas de producir y controlar los conocimientos necesarios a fin de implementar algunas partes del PST y reducir la dependencia de conocimientos y capital de países industrializados.
a) La Ley 2015-12: liberalización, privatización y la ausencia de control estatal
Desde 2009 se han adoptado medidas para liberalizar progresivamente el sector energético de Túnez: la Ley núm. 2009-7, de 9 de febrero de 2009, introdujo la producción de electricidad por el sector privado a partir de fuentes renovables para el autoabastecimiento de las empresas.16 Posteriormente, se aprobó el decreto núm. 2009-2773, en el que se detallan las condiciones para la venta de electricidad excedentaria a la empresa nacional STEG. La aprobación en 2015 de la Ley núm. 2015-12,17 relativa a la producción de electricidad a partir de recursos renovables, fue una medida muy importante. La ley abrió la red de electricidad a empresas privadas, permitiéndoles producir energía, fundamentalmente a partir del uso doméstico y para la exportación, mediante un sistema de autorización (para proyectos de 1 a 10 MW) y un sistema de concesión (para proyectos de más de 10 MW). El objetivo de estas medidas de liberalización, que ponen fin al monopolio de STEG, es hacer que el marco regulatorio sea más atractivo para los inversores extranjeros.18 Otros decretos y reglamentos posteriores especifican las condiciones y los procedimientos para lograr estos proyectos,19 como la conexión a la red nacional de electricidad20 y la concesión de contratos estándar para que las empresas comiencen a producir electricidad en el marco de los sistemas mencionados. En este contexto, en Túnez sigue predominando la idea de que el sector energético es más eficiente cuando es gestionado por empresas privadas –mientras que las empresas públicas son consideradas ineficientes–, a pesar de que no hay estudios independientes sobre los efectos de las políticas de liberalización en el sector de producción de electricidad.21
De hecho, la afirmación de que las empresas privadas brindan mejores servicios a un precio más bajo no se ha confirmado en la práctica. Por el contrario, mientras que los Estados procuran celebrar asociaciones público-privadas por motivos de desarrollo, las empresas privadas tienden a priorizar el lucro ante todo en este tipo de contratos, y este aspecto de intereses divergentes a menudo se pasa por alto. Estas asociaciones a menudo provocan un aumento de los precios, así como violaciones de los derechos laborales, un empeoramiento de la calidad de los servicios y el incumplimiento de una estrategia climática ambiciosa. La ley de Túnez relativa a las asociaciones público-privadas, promulgada a finales de 2015, no brinda herramientas suficientes para que el Estado aborde los efectos negativos de este tipo de proyectos o para garantizar la protección de los intereses de la población y de la ciudadanía. Por ejemplo, no se prevé el derecho de compensación para las comunidades afectadas, ni mecanismos para el control y la supervisión gubernamentales a fin de prevenir el acaparamiento verde. Además, la sociedad civil y las comunidades locales tienen acceso limitado a información sobre propuestas relativas a asociaciones público privadas y no se estimula su participación en los debates al respecto.23 Por consiguiente, las asociaciones público-privadas plantean problemas financieros para el Gobierno y representan una amenaza a la prestación de servicios eficientes y al verdadero control democrático de los proyectos.
La influencia de los intereses internacionales en el contexto del proceso de elaboración de políticas
La transición energética en Túnez está siendo promovida por actores internacionales, algunos de los cuales están vinculados con proyectos anteriores destinados a desarrollar energía renovable en el Norte de África para exportar a Europa. Según Hamza Hamouchene, uno de esos actores, Desertec, se centró en un «flujo ilimitado de recursos naturales baratos del Sur global al Norte rico e industrializado, con una división internacional del trabajo profundamente injusta».24 Por su parte, Nur Energy (una empresa con sede en Reino Unido) y Zammit Group (con sede en Malta) son las principales partes interesadas del proyecto TuNur, que en sus inicios procuraba establecer una planta de energía solar gigante en la región de Kebili, con el fin de exportar la electricidad producida a Europa a través de cables submarinos. Este proyecto movilizó un lobby poderoso que intentó que en la legislación de energía renovable se incluyeran disposiciones relativas a las exportaciones, para lo cual se enfrentaron a la resistencia del monopolio de electricidad estatal.25 La influencia de actores internacionales en las políticas nacionales se ha documentado extensamente en el campo de la energía renovable, especialmente con respecto a la relación entre Alemania y Túnez en este sector. Alemania, que es pionero en este ámbito, considera que Túnez tiene un gran potencial desaprovechado. Es así que, desde el acuerdo de asociación sobre energía entre Alemania y Túnez de 2012, el primero ha brindado apoyo técnico y financiero mediante inversiones industriales y la creación de institutos y fundaciones en Túnez. Con esto último se procura, entre otras cosas, influir en los partidos políticos mediante la promoción de ideas de desarrollo «verde».26 Estas acciones, llevadas a cabo en el contexto de la cooperación bilateral, han tenido repercusiones en el marco regulatorio tunecino.
De hecho, algunas recomendaciones de la Agencia Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ), un organismo para el desarrollo, y la Desertec Industrial Intitiative (Dii) parecen haber previsto algunas de las medidas incluidas en la Ley 2015. El motivo oficial ofrecido para la cooperación alemana es que es beneficiosa para el desarrollo de Túnez, especialmente en relación con el empleo.27 Las acciones de Alemania en Túnez son parte del contexto de las actividades de la Unión Europea (UE) en este ámbito. Una comunicación de la Comisión Europea de 2015 sobre la estrategia para una Unión Energética expresa claramente la aspiración de la Unión Europea de promover y desarrollar energías renovables, específicamente mediante la cooperación internacional con países no miembros de la UE.28 Ello se llevaría a cabo en el marco del Tratado sobre la Carta de la Energía (TCE), establecido a principios de la década de 1990. De hecho, el esfuerzo de Europa de involucrar a Túnez en este proceso se remonta a 2013, cuando la secretaría del TCE, con la mediación de la Embajada alemana, intentó persuadir al país de que formara parte del tratado en el contexto del «Proyecto MENA» de expansión en la región. La adhesión de Túnez al TCE aún se está debatiendo.29 El TCE incluye disposiciones sobre inversiones extranjeras en el sector de la energía, incluido en relación con la resolución de diferencias entre inversores y Estados. Esta herramienta permite a las empresas demandar a Gobiernos cuando consideran que las políticas estatales son perjudiciales para sus ganancias, incluso si esas políticas intentan fomentar una transición energética o derechos sociales de interés público. Como consecuencia de la resolución de diferencias entre inversores y Estados, estos últimos han pagado a grandes empresas miles de millones de dólares de sus contribuyentes, por lo que la simple amenaza de una disputa limita a los Estados en la elaboración de políticas e interfiere con procesos democráticos.30
De conformidad con los principios establecidos en la CTE, la UE intenta profundizar la liberalización para normalizar el marco legislativo tunecino mediante negociaciones en torno al Acuerdo de libre comercio de alcance amplio y profundo (ALCAP). Esta ofensiva de liberalización socavaría la capacidad de regulación del Estado –en ocasiones contra los intereses de los inversores– y, por lo tanto, facilitaría la introducción de inversores europeos (que se benefician de los amplios programas de subvenciones de la UE) en el mercado tunecino. Ello finalmente abriría paso a las exportaciones, garantizando seguridad energética para Europa y no para Túnez.31 Para las empresas europeas, acceder al mercado de Túnez aporta mayor costo-eficacia y competitividad debido a los bajos salarios y cargas fiscales y a la transferencia de los costos ambientales. Ya se ha mencionado la presión ejercida sobre Túnez y la falta de consulta a la sociedad civil en el proceso de negociación del ALCAP.32
Evolución y resistencia al proceso de privatización
Antes de que se aprobara la Ley núm. 2015-12, la producción de electricidad –con exclusión de los sistemas de autoabastecimiento– era monopolio de la empresa pública de servicios, STEG. Esta empresa estatal ya se había embarcado en varias inversiones para desarrollar la producción de electricidad a partir de energía renovable. Por ejemplo, dos centrales de energía eólica que pertenecían a STEG se instalaron en el norte de Túnez antes de 2015: una central de 54 MW en Sidi Daoud y una de 190 MW en Bizerte.33 Sin embargo, el presidente de la empresa considera que estos proyectos son muy costosos. En una entrevista con la revista Nawaat, Taher Aribi, ex presidente de STEG, afirmó: «Para invertir en ese tipo de proyectos tenemos que firmar acuerdos de deuda. Los proyectos de producción de electricidad limpia cuestan el triple que una central convencional. Nuestra capacidad financiera es frágil para invertir, solicitar préstamos o garantizar remesas».34
Desde la liberalización de la producción de electricidad renovable en el marco de los sistemas de autorizaciones y concesiones, el porcentaje de la inversión privada ha aumentado. Según cifras de 2018, el 42,5 por ciento de la electricidad producida proviene de proyectos de energía solar y eólica planificados como consecuencia de acuerdos de asociación público-privada. No obstante, cabe mencionar que no todas esas centrales eléctricas han comenzado a funcionar.35 Al mismo tiempo, STEG ha desarrollado sus dos centrales de energía fotovoltaica en Tozeur (Tozeur I y Tozeur II), con una capacidad de 10 MW cada una.
Debido a la falta de información sobre el progreso de los proyectos de energía renovable, es difícil definir cuánto se ha desarrollado el sector y en qué condiciones. Por ejemplo, en el sitio web del Ministerio de Industria, Minas y Energía se afirma que «en 2017, STEG comenzó a construir su primera central de energía fotovoltaica de 10 MW en Tozeur [Tozeur I], que comenzó a funcionar el 10 de marzo de 2021. Una segunda central de 10 MW en el mismo lugar [Tozeur II] comenzó a funcionar el 24 de noviembre de 2021».36 Sin embargo, en un artículo de prensa publicado el 5 de noviembre de 2021 se informó que las plantas apenas se habían puesto en funcionamiento. El artículo menciona que el retraso se debió a problemas financieros en la central Tozeur I y a la postergación en el envío de equipamiento para la central Tozeur II como consecuencia de la pandemia de COVID-19.37 Ambas plantas ahora están en funcionamiento y se inauguraron oficialmente en marzo de 2022.
Se construyó otra central en Tataouine, que estaba pronta para iniciar operaciones en junio de 2020. Sin embargo, la Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT) impidió la conexión de la planta a la red nacional,38 afirmando que el proceso provocaría la privatización de STEG39. En julio de 202040, el ministro de Industria, Minas y Energía publicó un mensaje en Facebook en el que acusaba a la Federación General de Electricidad y Gas (FGEG), una filial de la UGTT, de «sabotaje» a la puesta en funcionamiento de la central fotovoltaica de 10 MW en Tataouine, que la Empresa Tunecina de Actividades Petroleras (ETAP), una empresa pública subsidiaria de ENI (empresa petrolera italiana), construyó en el marco del sistema de autorización. Sin embargo, la oposición de la FGEG al proyecto debe interpretarse en el contexto de su oposición a la privatización en general. De hecho, la oposición de la UGTT a las asociaciones público-privadas y a la privatización en la producción de electricidad no es algo novedoso.
En enero de 2014, la FGEG expresó su oposición al proyecto de ley elaborado por el Ministerio de Industria y adoptado por el Gobierno, que posteriormente se convertiría en la Ley 2015-12. Criticó el proceso de adopción de decisiones del proyecto de ley, afirmando que se elaboró sin la participación de la UGTT o de ejecutivos e ingenieros de STEG. El secretario general de la FGEG observó que el proyecto se puso en marcha a las apuradas, sin tener en cuenta estudios preparados con antelación o a una estrategia de energía nacional general. El 27 de marzo de 2018, la FGEG reiteró su llamamiento en contra de la privatización del sector de la producción de electricidad. Más tarde, el 26 de febrero de 2020, unos meses antes de que la UGTT bloqueara la central eléctrica de Tataouine, el Gobierno emitió un decreto para autorizar la creación de empresas que produzcan su propia electricidad a partir de energías renovables y para definir las condiciones para el transporte de electricidad y la venta de energía excedentaria a STEG. A continuación, el secretario general de la FGEG expresó la oposición categórica de la Federación a la privatización de la producción de electricidad en Túnez. La FGEG afirmó que estas políticas allanaban el camino para la inversión privada y extranjera y favorecían el lucro frente al servicio público (STEG). La FGEG había afirmado que se opondría a esta orientación debido a que la producción de electricidad por particulares y su venta directa a los consumidores perturbaría la red de electricidad y tendría un efecto negativo en la distribución de electricidad, haciéndola inaccesible a determinadas categorías de la población. El sindicato también rechaza la mercantilización de la electricidad, que afecta a la seguridad nacional y el estatus público de STEG.