Hacia una transición agrícola justa en el Norte de África

Este artículo examina los retos, componentes y características de una transición justa en el sector agrícola del Norte de África.

Autores

Longread de

Saker El Nour
Illustration by Othman Selmi

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La desoladora realidad del cambio climático queda cada vez más patente tras la publicación de los informes sucesivos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.1 El Norte de África es extremadamente vulnerable a las crisis climática y ambiental que afectan a diario las vidas de millones de personas que habitan en las zonas áridas, semiáridas y desérticas de la región. Los índices de sequía y las temperaturas han aumentado en forma constante en los últimos decenios, provocando una creciente desertificación. La región también atraviesa una severa escasez de agua2, degradación de la tierra y agotamiento del ganado.3 La aceleración de las crisis ambientales afecta directa e indirectamente las actividades agrícolas (incluido el pastoreo) y pesqueras. También intensifica la pobreza y erosiona la soberanía alimentaria.4 Alrededor del 52 por ciento de la población del Norte de África, entre ellos pequeños productores y campesinos, vive en zonas rurales5 y es de la población más pobre y más afectada por los terribles efectos de las crisis agroecológicas.

La situación peligrosa provocada por el cambio climático en el Norte de África contrasta con el hecho de que la región es responsable de un porcentaje muy bajo de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. En 2021, todo el continente africano produjo alrededor del 3,8 por ciento de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, mientras que las emisiones promedio per cápita en el continente siguieron siendo las más bajas del mundo, a razón de 0,94 toneladas al año6. En el Norte de África, Egipto fue responsable de 0,68 por ciento de las emisiones mundiales, Argelia de 0,46 por ciento, Túnez de 0,08 por ciento y Marruecos un 0,2 por ciento7. Un estudio reciente demuestra la disparidad mundial de emisiones de gases de efecto invernadero: mientras que el Norte global es responsable de un 90 por ciento de las emisiones, el Sur global produce tan solo un 10 por ciento8. No obstante, los países del Sur global soportan la carga de las crisis provocadas por el cambio climático y necesitan urgentemente una transición justa para mitigar los impactos perjudiciales del cambio climático y adaptarse a sus consecuencias de largo plazo.

La agricultura es afectada negativamente por el cambio climático y a la vez contribuye a provocarlo. Debido al predominio de sistemas alimentarios capitalistas a nivel mundial y a la producción agrícola industrial, el uso de la tierra y el manejo de los bosques representaron el 23 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero de 2007 a 20169. Los países del Norte de África no son la excepción, dado que están dominados por un sistema alimentario empresarial que genera emisiones elevadas10. En este contexto, es fundamental evaluar las posibilidades y obstáculos para una transición justa en el sector agrícola en el Norte de África.

Cuadro 1 Indicadores económicos, sociales y demográficos específicos que afectan a la agricultura en el Norte de África11

Indicador Argelia Egipto Túnez Marruecos
Porcentaje de la agricultura en el PIB (2020) 14,2% 11,5% 11,7% 12,2%
Porcentaje de fuerza de trabajo activa en el sector agrícola (2020) 10% 21% 14% 33%
Balanza comercial de los agroalimentos (en 1 millón de dólares de los EEUU): comparación entre Europa y el resto del mundo (2017)

Mundo: -9.063

Europa: -2.815

Mundo: -8.750

Europa: -1.070

Mundo: -797

Europa: -95

Mundo: 242

Europa: 1.907

Tierra agrícola cultivable en 2018 (en millones de hectáreas) 7,5 2,9 2,6 7,5
Porcentaje de tierra irrigada respecto del total de tierra agrícola 3,2% (2017) 100% 3,9% (2013) 4,6% (2011)
Población rural en 2020 (en millones) 11,5 58,6 3,6 13,5
Porcentaje de población rural respecto del total de la población (2020) 26% 57% 30% 36%

El sector agrícola en el Norte de África ha experimentado una transformación significativa en los últimos decenios. Como se indica en el cuadro 1, el porcentaje de la agricultura en el PIB es bajo. Sin embargo, a pesar de esa disminución, el sector sigue siendo una fuente primaria de empleo, especialmente en Egipto y Marruecos. Del mismo modo, el porcentaje de la población que vive y trabaja en zonas rurales sigue siendo elevado, a pesar de la urbanización permanente. En los últimos decenios, el Norte de África también ha experimentado un aumento pronunciado de la pobreza rural, la desnutrición y las desigualdades sociales12. Por último, a excepción de Marruecos y Túnez, el Norte de África también tiene una balanza comercial negativa con Europa.

Para combatir el hambre y hacer frente a los impactos del cambio climático en la agricultura y las poblaciones rurales se necesita una transición económica, social y ambiental. Se ha debatido extensamente sobre cómo debería ser esa transición, cómo tendrá lugar y quién debería llevarla a cabo.

Recuadro 1: Transición justa frente a una transición a secas

El término «transición justa»13 se refiere a un conjunto de principios, procesos y prácticas que generan un cambio para alejarse de la economía extractiva hacia una economía igualitaria a nivel mundial, con bajas emisiones de carbono14. El concepto de una transición justa surgió por primera vez en debates entre el movimiento ambientalista y el movimiento de los trabajadores en América del Norte. La expresión se desarrolló en la década de 1990 como un concepto vinculado con las necesidades de los trabajadores de empleo decente y empleos verdes y fue adoptada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como se destaca en el Acuerdo de Clima de París15. La transición justa se ha convertido más recientemente en un concepto más abarcativo, que incluye las dimensiones socioeconómica y ambiental, tanto a nivel del Estado nación como a nivel mundial. El concepto también abarca cuestiones de género, clase o diversas formas de anticolonialismo en relación con la transición hacia una alternativa al statu quo con bajas emisiones de carbono16. Este enfoque más amplio hacia una transición justa permite entablar discusiones sobre una reestructuración social y económica de gran alcance que aborde las causas profundas de la desigualdad específicas de cada sector y contexto.

 

En este contexto, el presente artículo analiza los desafíos, componentes y características de una transición justa en el sector agrícola en el Norte de África. Al igual que en otros países17, en los últimos años se han propuesto conocimientos locales y tradicionales de los sistemas alimentarios, así como la agricultura ecológica y regenerativa como soluciones al sistema agroalimentario dominante y a las crisis ecológicas en la región. Sin embargo, debido a que esta nueva dinámica no se ha estudiado suficientemente, no hay una idea general sobre estos desarrollos o las prácticas y redes en las que se basan. El presente artículo procura colmar esta brecha al evaluar y comparar las transformaciones de la política agrícola y las posibilidades de una transición justa en los sectores agrícolas de Argelia, Egipto, Marruecos y Túnez18. El artículo se divide en tres secciones. La primera analiza las políticas agrícolas y la trayectoria del desarrollo agrícola en la región. La segunda explora las cuestiones de la deuda ambiental y climática, así como los efectos de los cambios ambientales desiguales en los recursos naturales y las oportunidades de desarrollo. Por último, la tercera presenta y aborda la agricultura ecológica y regenerativa, las iniciativas locales y las redes de actores que están forjando una transformación justa de la agricultura en el Norte de África.

Illustration by Othman Selmi

1. Transformaciones de las políticas agrícolas en el Norte de África

En esta sección se analizan los cambios en el acceso a recursos y las políticas agrícolas que se elaboraron en el Norte de África durante la era poscolonial, a fin de entender mejor la transformación de la economía agrícola y el modelo de desarrollo dominante en la región a lo largo del tiempo.

1.1. El acceso a la tierra y el agua en la era poscolonial

Los debates acerca de la cuestión agraria fueron predominantes durante las luchas anticoloniales y como consecuencia de los proyectos de liberación nacional19. Al finalizar la era colonial, los países adoptaron diversas formas de gestionar sus recursos agrícolas y la herencia colonial del sector20. Argelia, Egipto, Túnez y Marruecos implementaron una serie de modelos de reforma agraria entre 1950 y 1970, que produjeron cambios fundamentales en las políticas agrícolas y la situación de las sociedades rurales en esos países.

Tras la independencia de Argelia en 1962, el Frente de Liberación Nacional adoptó reformas agrarias que constituyeron una revolución agrícola: promovió el desarrollo al facilitar el acceso a tierras para pequeños productores y productores sin tierra, y al brindarles apoyo social y técnico21. Además, se redistribuyeron 250 000 hectáreas a veteranos de guerra agrupados en 250 cooperativas de campesinos. Las tierras que habían pertenecido a colonos fueron distribuidas a más de 2 200 explotaciones agrícolas, la mayoría de las cuales eran explotaciones de gran tamaño, con una extensión promedio de 1 000 hectáreas, lo cual representaba una superficie total de 2,5 millones de hectáreas22. En la década de 1970 se nacionalizaron las tierras no cultivadas y se limitaron los latifundios23.

En Marruecos la modernización agrícola se convirtió en el pilar fundamental del desarrollo del país después de su independencia en 1956. En 1962, por ejemplo, se creó el Instituto Nacional de Investigación Agrícola con el objetivo de modernizar el sector. Ante la presión del Sindicato de Trabajadores Marroquíes (UMT), la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP), el Partido del Progreso y Socialismo (PPS) y el partido Istiqlal, el Gobierno aprobó leyes de reforma agraria en 1963 para recuperar las tierras de los colonos, que se implementaron en dos fases que culminaron en 1973. Se expropió 1 millón de hectáreas de tierra cultivable24: la monarquía redistribuyó tierras que antes pertenecían a colonos franceses a élites rurales, como forma de asegurar su poder y comprar la lealtad hacia los mayzén25. En 1969 se aprobó la Carta de Inversión Agrícola y en 1972 se aprobó una ley que otorgó a los campesinos tierras agrícolas que eran propiedad privada del Estado. También se aprobó una ley sobre cooperativas campesinas, que les otorgó acceso a parcelas modernizadas en lo que antes eran tierras colectivas. Además, el Estado invirtió en construir represas y llevó a cabo proyectos de irrigación de gran escala, con el objetivo de desarrollar una nueva clase leal de productores agrícolas de ingresos medios. No obstante, el sistema de control de tierras siguió estando en manos del Estado. De hecho, sirvió como una herramienta para comprar la lealtad de las élites locales y reducir los conflictos26.

En Túnez, tres años después de la independencia, la Ley No. 48 del 7 de mayo de 1959 permitió al Estado apoderarse de propiedades agrícolas colectivas desatendidas o sin utilizar que abarcaban una superficie de alrededor de 500 000 hectáreas. En el mismo periodo, notables locales, comerciantes, trabajadores independientes y miembros poderosos del Partido de la Constitución, que estaba en el poder, pudieron comprar parte de las tierras coloniales27. Posteriormente, el 12 de mayo de 1964 se aprobó una ley que nacionalizó 300 000 hectáreas de tierras coloniales. Es así que, a finales de la década de 1960, el Estado tunecino era propietario de 800 000 hectáreas de tierra agrícola: alrededor del 10 por ciento de la superficie total de tierra agrícola del país28. Estas tierras ayudaron a iniciar el experimento efímero de las cooperativas campesinas en Túnez, que se desintegró en 1969, apenas ocho años después de haberse iniciado. A continuación, el país comenzó a realizar una transición hacia un enfoque neoliberal, más basado en el mercado. En una decisión que benefició a dirigentes locales y personas poderosas, Túnez privatizó tierras colectivas mediante la Ley de 14 de enero de 197429.

En Egipto la reforma agraria fue una política central durante la primera era del régimen de julio de 1952, en el periodo poscolonial temprano. Entre 1952 y 1970 se redistribuyeron 343 000 hectáreas de tierra (12,5 por ciento de la tierra agrícola) a 343 000 familias que consistían en 1,7 millones de personas –casi el 9 por ciento de la población rural30–. Como consecuencia de las políticas agrarias del régimen de Nasser, hubo cambios significativos en la composición de clase de las aldeas: mientras que los propietarios más grandes e influyentes perdieron gran parte de sus tierras, aumentó la superficie de tierra de pequeños y medianos productores y los arrendatarios tenían una mejor garantía de arrendamiento. Además, hubo una mejora mínima de la situación de los campesinos y trabajadores agrícolas sin tierra31. La «revolución verde» instituida por Gobiernos poscoloniales se basaba en la mecanización de la agricultura, el uso de fertilizantes químicos, pesticidas y variedades de semillas híbridas para aumentar la producción agrícola.

En definitiva, los modelos de desarrollo agrícola en el Norte de África en los 20 años posteriores a la independencia se centraron en modernizar el sector agrícola y preservar las grandes explotaciones, ya sea mediante la administración estatal o a través de cooperativas extremadamente centralizadas y controladas. En cierta medida, los países de África del Norte adoptaron políticas progresistas, de capitalismo de Estado y de «revolución verde». Ello se logró a través de una combinación de estrategias, como brindar apoyo técnico y material a los productores, apoyar los insumos de producción, inaugurar grandes proyectos de riego, promover y divulgar orientaciones y conocimientos agrícolas modernos, establecer centros de investigación y escuelas agrícolas y crear cooperativas agrícolas. En esta época, los Estados de estos países utilizaron discursos de modernización basados en la mecanización, la agricultura comercial y de exportación, y la marginación de los conocimientos locales de pequeña escala. De hecho, a pesar del hincapié en la autosuficiencia alimentaria, la exportación de cultivos comerciales siguió el mismo patrón que había sido dominante en la era colonial, especialmente para las mercancías como los citrus, las vides, las verduras, el algodón y las aceitunas32.

1.2. El impacto del neoliberalismo en la agricultura y los recursos naturales

El giro hacia el neoliberalismo en el Norte de África comenzó en la década de 1980. Como consecuencia de la presión de las instituciones financieras internacionales, principalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, los países de la región comenzaron a liberalizar el comercio exterior, devaluar las monedas locales y permitir una mayor dominancia del mercado mediante la constante privatización de las empresas públicas y la erosión progresiva de los servicios públicos. Se otorgó prioridad a reducir la deuda, el gasto social y los índices de empleo en el sector público33.

Como consecuencia de las transformaciones neoliberales, los países de la región experimentaron un cambio considerable en la gestión del agua y la tierra. El Estado dejó de gestionar los recursos naturales y permitió que el sector privado asumiera el control. Ello provocó una mayor penetración de empresas de inversión privadas en el sector agrícola, por lo cual el sector privado adquirió más recursos, especialmente en grandes zonas desérticas, a través del acceso a agua subterránea y tierra que el Estado puso a disposición de los principales inversores agrícolas34.

En Argelia la era de las explotaciones agrícolas estatales finalizó en la década de 1980, cuando estas se dividieron en pequeñas explotaciones de 10 a 70 hectáreas. En 1987 estas tierras pasaron progresivamente a manos de inversores agrícolas. Junto con este cambio hubo una transformación gradual hacia las fuerzas del mercado35, específicamente con la liberalización de los insumos de producción agrícola, que provocó un aumento de los precios de los fertilizantes, pesticidas y equipamiento agrícola. Esto, a su vez, generó una suba de los precios de los productos agrícolas en general. Tras el acuerdo celebrado en 1994 entre Argelia y el FMI, se eliminó el apoyo estatal a los insumos agrícolas.

En Marruecos la transformación neoliberal del sector agrícola se intensificó en 2003. Un ejemplo de ello es la privatización de dos empresas públicas que habían gestionado el conjunto de tierras recuperadas de los colonos: la Société de développement agricole (Sodea) y la Société de gestion des terres agricoles (Sogeta). Como consecuencia de esta medida, el 90 por ciento de las antiguas tierras coloniales pasaran a manos de inversores privados, los principales notables administrativos del Estado, el ejército y los aparatos de seguridad36.

En Túnez se implementaron políticas neoliberales incluso antes de que se comenzara a aplicar el programa de ajuste estructural del Banco Mundial en 1986. El Estado orientó la producción agrícola hacia la exportación y los cultivos de gran valor añadido, facilitando así el acceso del sector privado a la tierra y poniendo fin a la comercialización estatal de los productos agrícolas37. A estas políticas se sumó la retirada progresiva del Estado de los sectores agrícolas tradicionales38.

Desde 1979 Egipto ha promovido una política de apertura económica. Se desmantelaron explotaciones agrícolas estatales, se enmendaron las leyes de reforma agraria y se disolvió el Sindicato de Cooperativas Agrícolas. Además, el Estado aplicó un conjunto de medidas para disminuir las subvenciones a los agricultores del valle y del delta del Nilo, como la eliminación de subvenciones a los plaguicidas y fertilizantes y la entrega del control de insumos de producción agrícola al sector privado39. Además, se eliminó el límite de propiedad para las empresas agrícolas, lo cual permitió que inversores adquirieran más tierras recuperadas. En 1992 se aprobó la Ley núm. 96, que regula las relaciones entre propietarios y arrendatarios. Esta ley puso fin a la seguridad de los arrendamientos y provocó una ola sostenida de protestas en el campo egipcio40.

Durante este periodo, Estados de todo el Norte de África se centraron en ampliar el control de la agricultura desértica para el mercado de exportación, mientras que aceleraron la mercantilización de las tierras estatales, poniéndolas a disposición de inversores agrícolas41. Desde la década de 1990 las políticas de desarrollo agrícola en el desierto han sido consideradas una solución a la crisis de abastecimiento y producción de alimentos en el Norte de África42. Las instituciones financieras internacionales apoyaron políticas de expansión agrícola en el desierto sobre la base de un modelo de producción (fundamentalmente de cultivos para la exportación) intensivo en capital y tecnología, lo cual provocó la degradación de los recursos hídricos y terrestres43.

Como consecuencia de estas transformaciones neoliberales, se puso fin a las políticas de autosuficiencia de los alimentos y se favorecieron más políticas de seguridad alimentaria basadas en el mercado. Esto último implicó que se obtuvieran alimentos a través de mecanismos de mercado, a menudo independientemente de su origen, ya sea de mercados mundiales de productos básicos, producción nacional o incluso ayuda alimentaria. Del mismo modo, ocurrieron cambios significativos en la dieta, que expusieron a los países del Norte de África a un aumento pronunciado de las enfermedades nutricionales y la dependencia alimentaria. Argelia y Egipto se convirtieron en unos de los principales importadores de trigo del mundo.

Tras 40 años de neoliberalismo, las características principales del sistema agroalimentario dominante en la región pueden resumirse del siguiente modo:

  • La eliminación de subvenciones para pequeños productores campesinos y la retirada gradual de toda forma de apoyo técnico y material del Estado para la producción agrícola. Ello incluye que el Estado abandonara su función de control de las operaciones y prácticas agrícolas, como la fertilización, y los tipos de semillas y plaguicidas utilizados. Esto ha otorgado un acceso ilimitado al sector privado a alimentos básicos y vías de importación. El Estado también cedió la función de fijación de precios de los insumos y productos agrícolas a las fuerzas del mercado, y eliminó las subvenciones a los insumos y el crédito agrícola.
  • La promoción de un modelo de agricultura industrial basado en grandes explotaciones agrícolas. Esto se logró mediante la reivindicación de espacios desérticos y al permitir el acceso de inversores agrícolas a grandes extensiones de tierra. Por consiguiente, las estructuras coloniales se reconvirtieron y reprodujeron mediante un sistema en el cual la tierra es ahora propiedad de unos pocos. Esta dinámica es especialmente visible en el caso de Marruecos y Egipto.
  • La adopción de una política agrícola fundamentalmente orientada a la exportación mediante incentivos financieros, la puesta a disposición de frigoríficos en aeropuertos, etcétera. Lo que es más importante, los Estados del Norte de África forman parte de un sistema de comercio internacional que sirve para promover los intereses del Norte global a expensas de las poblaciones locales del Sur global.
  • La preponderancia de la dieta globalizada consumista con un alto contenido de carbohidratos provoca un aumento de las enfermedades relacionadas con los alimentos, y altas tasas de obesidad y desnutrición. Además, se han reemplazado las políticas de autosuficiencia alimentaria mediante políticas de seguridad alimentaria basadas en el mercado.

1.3. La situación actual: un campesinado marginado y un modo de agricultura extractivista capitalista

Durante el declive del Estado de bienestar en la era poscolonial neoliberal se produjo el surgimiento y reproducción del dualismo localizado de la era colonial: la existencia de dos sectores agrícolas –uno caracterizado por explotaciones agrícolas privadas de gran escala con apoyo estatal; y el otro basado en pequeños productores de las llanuras, valles y oasis, que dependen de la agricultura de secano y se caracterizan por el subdesarrollo y la marginación–.

La agricultura es uno de los principales sectores de empleo para las mujeres en el Norte de África. Representa el 55 por ciento del empleo de las mujeres, frente a tan solo el 23 por ciento en el caso de los hombres44. Debido a la migración de hombres y mujeres (ya sea por motivos económicos o como consecuencia de guerras y conflictos), se ha registrado un aumento del número de trabajadores migrantes estacionales. Por ejemplo, en Egipto, según el censo agrícola de 201045, el número total de trabajadoras en el sector agrícola del país ese año ascendía a 5 millones, un 40 por ciento de las cuales realizan trabajo no remunerado para sus familias. Además, el crecimiento de formas de agricultura capitalistas ha amplificado la feminización del trabajo agrícola, junto con la dependencia de las niñas, de hasta tan solo 8 años de edad, que trabajan en condiciones muy precarias y de explotación46. La naturaleza del trabajo agrícola es problemática desde muchos puntos de vista, desde las condiciones de trabajo y los problemas de salud y seguridad en el trabajo (véase el párrafo siguiente), hasta la división local y mundial del trabajo y su relación con el empoderamiento y el desarrollo de las mujeres. Las condiciones de trabajo de las trabajadoras agrícolas son especialmente importantes a la luz de la crisis de salud relacionada con la COVID-1947, así como ante los temores de una nueva crisis alimentaria, que podrían exacerbar las tensiones en la región. Por ejemplo, según el índice de precios de los alimentos de la FAO se ha registrado un aumento considerable a nivel mundial de los precios de la carne, los productos lácteos, los cereales, los aceites vegetales y el azúcar entre noviembre de 2020 y noviembre de 202148.

La agricultura es uno de los sectores productivos más peligrosos del mundo. Según estimaciones de la OIT, al menos 170 000 trabajadores agrícolas mueren en el lugar de trabajo cada año. Los trabajadores agrícolas corren el doble de riesgo de morir en el trabajo que los trabajadores de otros sectores. Millones de trabajadores agrícolas están expuestos a lesiones graves relacionadas con el trabajo en accidentes vinculados con maquinaria agrícola o envenenamiento con pesticidas y otros productos agroquímicos49. Además, el subregistro generalizado de muertes, lesiones y enfermedades profesionales en el sector hace pensar que la situación real de la seguridad y salud de los trabajadores agrícolas probablemente sea peor de lo que indican las estadísticas oficiales.

Las relaciones de intercambio desiguales en el sistema mundial exacerban la crisis agrícola en el Norte de África. Los países de la región están sujetos a un intercambio desigual con el Norte global, especialmente con la Unión Europea (UE) a través de una serie de acuerdos comerciales que permiten al bloque beneficiarse de los productos agrícolas del Norte de África a tasas preferentes. Estos acuerdos no solo facilitan la explotación de los recursos de la región, sino que además mantienen y consolidan aún más la diferencia entre los salarios del sector agrícola en el Sur, en comparación con el Norte, y la extracción de la plusvalía para beneficio de los consumidores europeos50. Debido a que la UE es el mayor socio comercial de los países del Norte de África, gran parte de la producción de la región se destina a la exportación al mercado europeo. Por consiguiente, la UE afecta directamente las políticas de desarrollo y los planes comerciales y agrícolas dominantes de la región. Bajo el eslogan «comercio para el desarrollo»51, la UE, en asociación con las élites locales, presiona a los países del Norte de África para que firmen acuerdos de libre comercio que, a su vez, agravan la crisis estructural52.

Como argumentan los teóricos de la dependencia, si bien el colonialismo ha desaparecido, el modelo de desarrollo de la era colonial sigue siendo dominante de diferentes formas, perpetuando las desigualdades entre el Norte y el Sur global. En el neoliberalismo, los ex colonizadores desempeñaron un papel fundamental en la integración de las economías periféricas en la economía mundial y el sistema de comercio, y en la creación de patrones de dependencia53. Para satisfacer las necesidades del mercado europeo se precisa el monocultivo, las grandes explotaciones agrícolas y responder a las preferencias de los ciudadanos europeos –por ejemplo, en el modo en que se prepara el aceite de oliva o en el cultivo de variedades específicas de dátiles, fresas, flores y citrus–.

En resumen, estas políticas y prácticas agrícolas han creado otra forma de dualidad. Por un lado, la agricultura industrial degrada la tierra y el agua. Sobre la base de la intensificación del capital y la energía, la agricultura capitalista empuja aún más a los trabajadores –hombres y mujeres– a la precariedad. También intensifica las desigualdades y centraliza la propiedad de la tierra. Este es claramente el caso de la agricultura de desierto, donde grandes extensiones de tierra se asignan a grandes inversores, mientras que los pequeños agricultores están limitados a pequeños espacios54. Por otro lado, la ausencia de subvenciones para la agricultura familiar ha provocado el empobrecimiento de los pequeños productores y la degradación de los recursos naturales de los oasis y las zonas rurales. Asimismo, el legado de la «revolución verde», que utiliza un gran volumen de fertilizantes, pesticidas y semillas híbridas, ha culminado en el descuido de la agricultura local y los sistemas ecológicos intergeneracionales. Como consecuencia de ello, se han deteriorado los recursos naturales, como la tierra y el agua, ha disminuido la biodiversidad de las semillas y se ha alterado el equilibrio entre seres humanos y el medio ambiente, provocando lo que se denomina una «brecha metabólica»55.

Illustration by Othman Selmi

2. Transición justa: un intercambio ecológico desigual

Como se argumentó anteriormente, el concepto de «intercambio desigual» propuesto por los defensores de la teoría de la dependencia se centra en el movimiento de poder laboral y capital. Sin embargo, a pesar de su importancia para brindar análisis conceptuales valiosos, este concepto no analiza en profundidad los mecanismos de una transición justa. Para entender las posibilidades de una transición justa es necesario observar el proceso de intercambio ecológico desigual, que es un concepto mucho más amplio. Para ello, es fundamental investigar cuatro grupos de recursos: 1) las materias primas y la energía utilizadas para producir bienes y servicios; 2) la tierra necesaria para producir estos bienes directa o indirectamente; 3) los servicios utilizados para producir los bienes; y 4) la mano de obra de las cadenas de suministro. Tales flujos socioeconómicos y ambientales desiguales impiden a los países del Sur global desarrollarse en sus propios términos56.

Recuadro 2: Del intercambio ecológico desigual a la deuda climática

El concepto de intercambio ecológico desigual surgió y se desarrolló en debates académicos, mientras que el concepto de deuda ecológica proviene del movimiento por la justicia ambiental57. El término deuda climática se introdujo por primera vez en la Cumbre de la Tierra celebrada en Brasil en 1992, con el objetivo de destacar la continuidad de las formas históricas y coloniales de explotación de recursos en el Sur global. Ante todo, la deuda ecológica es un concepto económico influenciado por dos luchas relacionadas con la distribución. La primera es el intercambio ecológico desigual, que puede resumirse como el producto acumulativo del intercambio ambiental desigual centrado en el comercio, mientras que la segunda es la deuda climática, que puede resumirse como la distribución histórica y constantemente desigual de los sumideros de carbono mundiales en beneficio de los países capitalistas avanzados.

Los movimientos sociales y ambientales del Sur global han afrontado dificultades con el primer aspecto del concepto de deuda ecológica. Por lo tanto, se han centrado en calcular y estimar la deuda climática. El Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas realizó ese cálculo por primera vez en 1999. La Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, celebrada en Cochabamba, Bolivia, en 2010 también adoptó el concepto de deuda climática. En los procedimientos de esa conferencia, la deuda climática se define como el total de «deuda por emisiones» y la «deuda relacionada con la adaptación». La primera se refiere al costo de las emisiones excesivas históricas y actuales en el Norte global, que priva a los países del Sur de su cuota justa de aire. La segunda señala los costos exorbitantes en que los países del Sur global han incurrido para adaptarse a los daños y riesgos considerables de las emisiones de gases de efecto invernadero y del cambio climático, a pesar de haber contribuido muy poco a la crisis ambiental. La deuda climática es, por lo tanto, considerada parte de una deuda más amplia con la Madre Tierra58. En los procedimientos de la Conferencia de Cochabamba se instó a los países desarrollados a adoptar un conjunto de medidas que se resumen a continuación: 1) descolonizar la atmósfera mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero; 2) remunerar a los países del Sur global por la pérdida de oportunidades de desarrollo por vivir en un espacio aéreo colonizado; 3) asumir la responsabilidad respecto de la migración ocasionada por el cambio climático; y 4) combatir las deudas relacionadas con la mitigación del cambio climático y la adaptación a este, y manejar el daño provocado por las emisiones excesivas del Norte global59.

 

En el Norte de África, el intercambio ecológico históricamente desigual está vinculado con las relaciones de intercambio con países europeos. El intercambio desigual afecta la adjudicación del agua, la tierra, los recursos climáticos, la energía y la fuerza de trabajo, todo ello destinado a la producción de alimentos para los mercados europeos. Los países del Norte de África soportan los costos ambientales, dado que sus ecosistemas locales han sido destruidos y sus recursos naturales se han agotado. También soportan los costos económicos mediante la generación de plusvalía a través del comercio internacional con países europeos. Ello, a su vez, tiene amplias repercusiones para la sostenibilidad de los recursos, la energía y la tierra en el Norte de África, así como para la capacidad de desarrollar marcos para la soberanía alimentaria y lograr una transición justa a nivel local. El intercambio ambiental desigual perpetúa un modo de vida imperialista en los principales países capitalistas, mientras que restringe considerablemente las posibilidades de una transición justa en el Sur. Lo que se muestra como una transición social y ambientalmente justa para Europa no lo es necesariamente para las periferias del continente en el sur del Mediterráneo y África Occidental.

Las discusiones sobre una transición justa que se centran únicamente en el fundamento capitalista del Norte global, ya sea en relación con la crisis del modo de producción y consumo de Occidente, o con la introducción de la modernidad ecológico-tecnológica como solución a la crisis, no tienen en cuenta en absoluto la situación de los países del Sur, ni las posibilidades o impedimentos para lograr una transición justa en esos contextos. En este sentido, resulta fundamental realizar una crítica de la transición justa centrada en el Norte global: mientras que esa transición se muestra como mundial, ignora en general las cuestiones de la deuda ecológica y climática en relación con los países del Sur global60. Como se ha comprobado en estudios sobre trabajadoras marroquíes en explotaciones agrícolas en el sur de España61, el intercambio desigual y la deuda climática deberían ser el centro de los debates sobre una transición justa en el Norte de África. La exportación de hortalizas, frutas y mano de obra barata a Europa es un producto derivado de la destrucción de la naturaleza.

Se han realizado muchos cálculos de la magnitud de la deuda climática. Por ejemplo, en la Cumbre sobre cambio climático celebrada en Copenhague en 2009, un estudio del International Institute for Environment and Development estimó que el costo del cambio climático para los países en desarrollo será de alrededor de 6,5 billones de libras en los próximos 20 años62. De modo similar, un estudio del Banco Africano de Desarrollo de 2011 concluyó que los costos de la adaptación al cambio climático en África oscilan entre los 20 000 millones y los 30 000 millones de dólares al año en los siguientes 20 años63. Estos informes, presentados ante la secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) tras la Cumbre de Clima de París, destacan los planes de los países del Norte de África (entre otros) para reducir las emisiones y adaptarse al cambio climático, y los costos previstos de esos cambios. Por ejemplo:

  • Túnez afirmó que para adaptarse al cambio climático y reducir sus emisiones en un 41 por ciento para 2030, en comparación con el nivel de emisiones de 2010, el Estado necesita financiación internacional, capacitación y transferencia tecnológica, cuyo costo sería de 20 000 millones de dólares64.
  • Marruecos estimó que el costo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 42 por ciento sería de 50 000 millones de dólares65.
  • Egipto calculó que se necesitarán 73 000 millones de dólares para aliviar los impactos del cambio climático, sin fijar metas cuantitativas específicas de reducción de emisiones66.
  • Argelia reiteró su compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 22 por ciento para 2030. Estos planes se presentaron sin especificar el valor del compromiso o los esfuerzos de la adaptación al cambio climático. Sin embargo, un cambio de este tipo requiere apoyo externo para financiación, desarrollo tecnológico y capacitación67.

Si bien estas cifras son considerablemente superiores al apoyo para el desarrollo que recibe el Norte de África, muestran tan solo una pequeña porción de las cargas económicas del cambio climático y la responsabilidad mundial de soportar sus consecuencias.

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3. Agricultura agroecológica y regenerativa como vías para una transición justa en el Norte de África

Los países del Norte de África están, en diferente medida, integrados en el sistema alimentario mundial, que es dominado por empresas transnacionales, el comercio internacional y la agricultura dirigida a la exportación. Como se argumentó anteriormente, estos patrones de desigualdad mundial han provocado una rápida degradación de los ambientes y recursos naturales, y la marginación de pequeños productores y campesinos y de las comunidades locales de las que forman parte.

Por consiguiente, la región necesita reformular sus políticas agrícolas, ambientales, alimentarias y energéticas. Las alternativas deben centrarse en el ámbito local y prosperar en forma autónoma, independientemente de los intereses europeos. Para ello se necesita un enfoque de abajo hacia arriba, y no de arriba hacia abajo, que se base en las prácticas y las luchas cotidianas de los trabajadores agrícolas, activistas locales y actores de la región. Sin duda, algunas prácticas e ideas campesinas que se propagan en la región se interrelacionan con los principios de la agricultura ecológica regenerativa –también conocida como agroecología (véase el recuadro 3)–. Estas sientan las bases de una transición ecológica en el sector agrícola. La adopción de estas prácticas es impulsada por una serie de factores, como la necesidad de los campesinos de hacer frente al cambio climático y los precios elevados de los plaguicidas y los fertilizantes químicos. También hay un interés renovado entre secciones de la población rural y urbana en revitalizar las tecnologías agrícolas tradicionales y utilizar formas innovadoras para enfrentar la escasez del agua, la degradación del suelo y el aumento de las temperaturas. Estas prácticas, que se basan en realidades concretas, delinean un posible punto de partida para construir un proyecto de transición justa de abajo hacia arriba. Una transición justa debe empoderar a la población local y redefinir el desarrollo como desarrollo basado en la participación y la preservación y renovación de los recursos.

RECUADRO 3: La agroecología como ciencia, práctica y movimiento social

La agroecología puede definirse como una ciencia, una práctica y un movimiento social68. Su objetivo principal es trascender el paradigma agrícola dominante y desarrollar agroecosistemas que dependan mínimamente de insumos externos, mediante prácticas que funcionan con los ciclos naturales y se centran en la autonomía y la agencia de los agricultores para adoptar decisiones y producir conocimientos69. La agricultura regenerativa es una rama de la agroecología que representa un sistema de agricultura más reparador. La agricultura regenerativa y la agroecología abordan directamente los desafíos del cambio climático, dado que se centran en la salud del suelo, la biomasa, la biodiversidad y el secuestro de carbono del suelo70. La agricultura regenerativa y la agroecología están orientadas por algunos de los principios siguientes71: 1) la interdependencia de todas las partes del sistema agrario, incluidos los productores y sus familias; 2) la importancia del equilibrio del ecosistema; y 3) la necesidad de multiplicar las interacciones ecológicas y el funcionamiento de los ciclos naturales para reducir la necesidad de químicos e insumos industriales72. La agroecología y la agricultura regenerativa permiten a los productores satisfacer sus necesidades alimentarias mediante métodos de producción sostenibles, mientras revitalizan los ambientes naturales y agrícolas73.

 

Source: Based on Méndez et al. 2013 and Wezel et al.، 2009

3.1. Prácticas de agroecología, agricultura regenerativa y soberanía alimentaria

El cuadro 2 muestra una selección de prácticas agrícolas ecorregenerativas identificadas mediante estudios de conocimientos locales e indígenas en relación con la preservación del agua en el Norte de África, así como estudios sobre agricultura ecológica y regenerativa en el Magreb, específicamente en Túnez, Marruecos y Argelia74. Estos estudios se complementan con los resultados de mi propio trabajo de campo en la zona rural de Egipto, Túnez y Marruecos entre 2008 y 2019, así como con entrevistas realizadas a académicos y activistas de la Red por la Soberanía Alimentaria del Norte de África.

Cuadro 2: Prácticas específicas de agricultura ecorregenerativa en el Norte de África75

Categoría Prácticas

 

 

 

 

Manejo del suelo, mejora del suelo y secuestro de carbono

Cultivo sin labranza

Rotación de cultivos (alternancia de cereales y cultivos leguminosos)

Diversidad de composición de cultivos en las explotaciones agrícolas

Fertilizantes orgánicos no procesados

Fertilizantes orgánicos procesados (compost)

Fertilizantes orgánicos líquidos (té de compost)

Fertilizantes orgánicos a base de lombrices (vermicompost)

Fertilizantes orgánicos líquidos a base de lombrices (té de vermicompost)

 

 

 

Gestión de los recursos hídricos

Khettaras, foggaras, cisternas (al-Majel) en Marruecos, Argelia y Túnez, respectivamente

Puentes (Túnez)

Cultivo de variedades específicas de cada país

Riego nocturno (Egipto)

Condensación de cultivos

Sistema de agricultura de tres niveles en los oasis del Norte de África76

 

 

Ahorro de energía

rabajo manual

Uso de animales 

Riego de flujo

Riego nocturno

Riego con energía solar

 

Gestión ambiental del paisaje y control de la vida silvestre

Trampas ecológicas

Recolección manual de césped

Multiplicación de variedades y rotación de cultivos en una misma parcela

 

Producción agrícola sostenible

Cultivo de terrazas (regiones montañosas de Marruecos y Argelia)

Sistemas de oasis

Sistemas agropastorales mixtos

 

Soberanía de las semillas

Autoproducción de semillas

Uso municipal/doméstico de semillas

 

Estas prácticas están vinculadas con un aumento de la biomasa del suelo77, un nivel más elevado de materia orgánica, la mejora de la biodiversidad y un aumento de las interacciones ecológicas o biofísicas eficaces del sistema agrícola. Además, estas prácticas renuevan y preservan el paisaje agrícola, mantienen y brindan recursos hídricos, mejoran los medios de subsistencia de los trabajadores agrícolas y brindan alimentos saludables y culturalmente adecuados a poblaciones locales.

El objetivo no es ofrecer un panorama completo, sino un pantallazo de las prácticas relacionadas con la agricultura ecológica y regenerativa en los contextos estudiados. A pesar de la creciente experimentación con prácticas agroecológicas –a menudo con apoyo de iniciativas y organizaciones comunitarias– las huertas ecológicas plenamente integradas siguen siendo inusuales en el Norte de África. Es más habitual que los campesinos combinen prácticas de agricultura ecológicas con prácticas de agricultura capitalistas, por ejemplo, el uso de fertilizantes químicos y orgánicos, o modos de riego de cultivos ecológicos y no inocuos para el medio ambiente.

Estas prácticas surgen, en parte, como estrategias de los pequeños productores para evitar condiciones ambientales y económicas difíciles. Por ejemplo, los pequeños agricultores de Egipto están más dispuestos a utilizar desechos animales y fertilizantes orgánicos, para evitar los precios exorbitantes de los fertilizantes químicos y pesticidas. De modo similar, prefieren las semillas locales y guardan e intercambian semillas para evitar los precios elevados de las semillas importadas. Además, en el Magreb, los pequeños agricultores y campesinos utilizan los conocimientos locales y la tecnología relacionada con la preservación ambiental del agua ante la creciente escasez. Aunque estas prácticas no surgen necesariamente de una visión ambientalista radical de la agricultura, pueden ser transformadoras. Son iniciativas para mejorar las vidas de los agricultores empobrecidos, ayudándolos a continuar su labor agrícola ante la explotación capitalista. En este caso, las prácticas de agroecología y agricultura regenerativa pueden describirse como un tipo de agroecología de los pobres, dado que surgen de la necesidad de la población empobrecida de centrarse en sus propios medios de subsistencia.

3.2. Actores y redes locales

Varias organizaciones de la sociedad civil e instituciones de investigación gubernamentales apoyan la transición hacia la agricultura ecológica a escalas diferentes. Esta sección destaca algunas de estas iniciativas.

Un número de instituciones, asociaciones, organizaciones y redes mencionadas en el cuadro 3 desempeñan múltiples funciones en promover la agroecología y la agricultura regenerativa, por ejemplo, al proporcionar herramientas de formación sobre prácticas agroecológicas, producir investigación e informes y facilitar la creación de redes de actores. En el Norte de África las cooperativas de agricultores desempeñan un papel clave en apoyar prácticas de agricultura ecológica78, especialmente en el contexto del concepto de cooperativas específico del Magreb (ta’adoudya), que abarca nociones de solidaridad, cooperación y sororidad. Estas formas locales de acción conjunta, solidaridad y construcción de alianzas son fundamentales: contribuyen a seguir integrando los sistemas agroecológicos mediante la difusión de conocimientos y la ampliación de ayuda práctica en la forma de cursos de formación sobre el mantenimiento y la renovación del suelo, el abastecimiento de fertilizantes orgánicos y la propagación de semillas nativas.

Cuadro 3: Ejemplos de iniciativas que apoyan la agricultura ecorregenerativa en el Norte de África79

Organizaciones Zona geográfica de trabajo
Red Norafricana por la Soberanía Alimentaria Norte de África
Alexandria Research Centre for Adaptation to Climate Change (ARCA) Institución gubernamental de Egipto
Asociación de Agricultura Orgánica Egipto
Fayoum Agro Organic Development Association (FAODA) Fayoum, Egipto
Integral Development Action of Minia Provincia de Minia, sur de Egipto
Asociación Egipcia de Agricultura Sostenible Provincia de Asyut, sur de Egipto
Arid Regions Institute Institución gubernamental de Túnez
Observatorio de Soberanía Alimentaria y Medio Ambiente (OSAE) Túnez
Shapes and Oasis Colours Association (AFCO) Oasis de Chenini, sur de Túnez
Asociación Torba Argelia
Huerta Ecológico Pedagógica Región de Zeralda, Argelia
Red de Iniciativas Agroecológicas de Marruecos (RIAM) Marruecos
Grupos de criadores de lombrices y producción de fertilizantes orgánicos a base de lombrices Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia
Cooperaticas agrícolas Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia
Sindicatos de campesinos/agricultores Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia
Canastas de alimentos que vinculan a los consumidores con los productores (vinculan a los productores con los consumidores en las ciudades) Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia
Mercados agrícolas locales Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia
Sindicatos de trabajadoras agrícolas Túnez, Marruecos

 

Estas asociaciones mutuamente beneficiosas son necesarias para ampliar y popularizar las experiencias agroecológicas. Al plantear cuestiones en torno a la salud de los trabajadores y el uso de fertilizantes químicos, los sindicatos de trabajadores agrícolas ejercen presión para que se apliquen métodos orgánicos de control de plagas, mientras que las asociaciones facilitan la construcción de relaciones participativas mediante la venta directa, la sindicalización y la ayuda mutua de una forma que trasciende los estrechos confines del mercado y los intereses personales privados.

Como se afirmó anteriormente, a pesar de la creciente importancia de las formas locales de agricultura regenerativa y agroecología para enfrentar el cambio climático, estas prácticas siguen siendo muy marginales en el Norte de África, tanto a nivel de políticas de desarrollo agrícola como de políticas de mitigación del cambio climático. De hecho, estas prácticas se implementan fundamentalmente a nivel de las personas (explotaciones agrícolas) o a escala local (comunidad) con el apoyo de organizaciones de la sociedad civil y algunas instituciones de investigación. Esta dinámica no permite que se lleven a cabo cambios importantes en las políticas agrícolas y tampoco contribuyen a reconstruir la soberanía alimentaria sobre la base de la agricultura ecológica regenerativa. Este problema se ve agravado por la dominancia de la ciencia y la tecnología de la agricultura industrial en los planes de estudios de las universidades agrícolas. Por ejemplo, en Egipto las empresas de pesticidas, fertilizantes y semillas financian conferencias académicas en universidades agrícolas, mientras que el plan de estudios promueve la ingeniería genética y la revolución biotecnológica como soluciones a la crisis alimentaria mundial80.

A pesar de estas limitaciones, las observaciones desde el terreno demuestran la creciente presión de abajo hacia arriba para construir soberanía alimentaria, mientras se apoya la agricultura ecológica regenerativa en la región. Sobre esta base es posible poner en marcha una transición justa del sector agrícola en el Norte de África.

Illustration by Othman Selmi

Conclusión

El presente artículo ha arrojado luz sobre las oportunidades y desafíos de una transformación agrícola justa en el Norte de África. La agricultura industrial, que está fundamentalmente orientada a las exportaciones y hace un uso intensivo de energía y capital, sigue siendo el marco dominante de las políticas agrícolas de la región. Estas políticas son incapaces de confrontar el cambio climático y la crisis ambiental en la región. De hecho, contribuyen a ellos. Además, son incapaces de lograr soberanía alimentaria en el Norte de África y contribuyen activamente a la marginación y el empobrecimiento de los trabajadores agrícolas y las poblaciones rurales. Este artículo ha destacado algunas de las dinámicas en las comunidades rurales y sus esfuerzos por innovar y regenerar mediante conocimientos locales, con el fin de contrarrestar la degradación de los recursos naturales y los medios de subsistencia campesinos. Además, el artículo ha demostrado los pluriversos de agroecología y prácticas de agricultura regenerativa. Sin embargo, estas prácticas siguen estando entrelazadas con los métodos agrícolas capitalistas. Ello puede atribuirse principalmente a la ausencia de apoyo organizado y sostenido de políticas públicas a una transición agroecológica.

El Norte de África necesita revisar sus políticas agrícolas, ambientales, alimentarias y energéticas. Un programa de transición justa serio debería tener como objetivo lograr la autonomía, poner fin a la dependencia, reducir la pobreza y mitigar los efectos del cambio climático y la degradación ambiental. Para elaborar un programa con estas características se necesita un enfoque más radical y de participación local, a fin de regenerar y preservar los recursos naturales locales. Esta medida ofrece una salida de la dependencia hacia la liberación; requiere construir sistemas de conocimientos novedosos y arraigados en lo local y competencias que apoyen la agricultura ecológica y regenerativa. La revolución verde del Estado posindependencia no habría sido posible sin intervención y apoyo estatales. El apoyo del Estado no solo consistía en proporcionar insumos de producción, proyectos de riego y mecanización, sino también en brindar servicios de extensión agrícola y establecer explotaciones agrícolas destinadas a la extensión y centros e institutos de investigación. Por consiguiente, la agricultura ecológica y regenerativa en el Norte de África necesita un plan de transición justa orientado a lo local. Ello no se logrará sin ejercer presión desde abajo, teniendo en cuenta las necesidades y aspiraciones de los pequeños productores, campesinos y trabajadores agrícolas, que siguen siendo indispensables para una transición justa en la región y en todas partes.

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