En esta sección se analizan los cambios en el acceso a recursos y las políticas agrícolas que se elaboraron en el Norte de África durante la era poscolonial, a fin de entender mejor la transformación de la economía agrícola y el modelo de desarrollo dominante en la región a lo largo del tiempo.
1.1. El acceso a la tierra y el agua en la era poscolonial
Los debates acerca de la cuestión agraria fueron predominantes durante las luchas anticoloniales y como consecuencia de los proyectos de liberación nacional19. Al finalizar la era colonial, los países adoptaron diversas formas de gestionar sus recursos agrícolas y la herencia colonial del sector20. Argelia, Egipto, Túnez y Marruecos implementaron una serie de modelos de reforma agraria entre 1950 y 1970, que produjeron cambios fundamentales en las políticas agrícolas y la situación de las sociedades rurales en esos países.
Tras la independencia de Argelia en 1962, el Frente de Liberación Nacional adoptó reformas agrarias que constituyeron una revolución agrícola: promovió el desarrollo al facilitar el acceso a tierras para pequeños productores y productores sin tierra, y al brindarles apoyo social y técnico21. Además, se redistribuyeron 250 000 hectáreas a veteranos de guerra agrupados en 250 cooperativas de campesinos. Las tierras que habían pertenecido a colonos fueron distribuidas a más de 2 200 explotaciones agrícolas, la mayoría de las cuales eran explotaciones de gran tamaño, con una extensión promedio de 1 000 hectáreas, lo cual representaba una superficie total de 2,5 millones de hectáreas22. En la década de 1970 se nacionalizaron las tierras no cultivadas y se limitaron los latifundios23.
En Marruecos la modernización agrícola se convirtió en el pilar fundamental del desarrollo del país después de su independencia en 1956. En 1962, por ejemplo, se creó el Instituto Nacional de Investigación Agrícola con el objetivo de modernizar el sector. Ante la presión del Sindicato de Trabajadores Marroquíes (UMT), la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP), el Partido del Progreso y Socialismo (PPS) y el partido Istiqlal, el Gobierno aprobó leyes de reforma agraria en 1963 para recuperar las tierras de los colonos, que se implementaron en dos fases que culminaron en 1973. Se expropió 1 millón de hectáreas de tierra cultivable24: la monarquía redistribuyó tierras que antes pertenecían a colonos franceses a élites rurales, como forma de asegurar su poder y comprar la lealtad hacia los mayzén25. En 1969 se aprobó la Carta de Inversión Agrícola y en 1972 se aprobó una ley que otorgó a los campesinos tierras agrícolas que eran propiedad privada del Estado. También se aprobó una ley sobre cooperativas campesinas, que les otorgó acceso a parcelas modernizadas en lo que antes eran tierras colectivas. Además, el Estado invirtió en construir represas y llevó a cabo proyectos de irrigación de gran escala, con el objetivo de desarrollar una nueva clase leal de productores agrícolas de ingresos medios. No obstante, el sistema de control de tierras siguió estando en manos del Estado. De hecho, sirvió como una herramienta para comprar la lealtad de las élites locales y reducir los conflictos26.
En Túnez, tres años después de la independencia, la Ley No. 48 del 7 de mayo de 1959 permitió al Estado apoderarse de propiedades agrícolas colectivas desatendidas o sin utilizar que abarcaban una superficie de alrededor de 500 000 hectáreas. En el mismo periodo, notables locales, comerciantes, trabajadores independientes y miembros poderosos del Partido de la Constitución, que estaba en el poder, pudieron comprar parte de las tierras coloniales27. Posteriormente, el 12 de mayo de 1964 se aprobó una ley que nacionalizó 300 000 hectáreas de tierras coloniales. Es así que, a finales de la década de 1960, el Estado tunecino era propietario de 800 000 hectáreas de tierra agrícola: alrededor del 10 por ciento de la superficie total de tierra agrícola del país28. Estas tierras ayudaron a iniciar el experimento efímero de las cooperativas campesinas en Túnez, que se desintegró en 1969, apenas ocho años después de haberse iniciado. A continuación, el país comenzó a realizar una transición hacia un enfoque neoliberal, más basado en el mercado. En una decisión que benefició a dirigentes locales y personas poderosas, Túnez privatizó tierras colectivas mediante la Ley de 14 de enero de 197429.
En Egipto la reforma agraria fue una política central durante la primera era del régimen de julio de 1952, en el periodo poscolonial temprano. Entre 1952 y 1970 se redistribuyeron 343 000 hectáreas de tierra (12,5 por ciento de la tierra agrícola) a 343 000 familias que consistían en 1,7 millones de personas –casi el 9 por ciento de la población rural30–. Como consecuencia de las políticas agrarias del régimen de Nasser, hubo cambios significativos en la composición de clase de las aldeas: mientras que los propietarios más grandes e influyentes perdieron gran parte de sus tierras, aumentó la superficie de tierra de pequeños y medianos productores y los arrendatarios tenían una mejor garantía de arrendamiento. Además, hubo una mejora mínima de la situación de los campesinos y trabajadores agrícolas sin tierra31. La «revolución verde» instituida por Gobiernos poscoloniales se basaba en la mecanización de la agricultura, el uso de fertilizantes químicos, pesticidas y variedades de semillas híbridas para aumentar la producción agrícola.
En definitiva, los modelos de desarrollo agrícola en el Norte de África en los 20 años posteriores a la independencia se centraron en modernizar el sector agrícola y preservar las grandes explotaciones, ya sea mediante la administración estatal o a través de cooperativas extremadamente centralizadas y controladas. En cierta medida, los países de África del Norte adoptaron políticas progresistas, de capitalismo de Estado y de «revolución verde». Ello se logró a través de una combinación de estrategias, como brindar apoyo técnico y material a los productores, apoyar los insumos de producción, inaugurar grandes proyectos de riego, promover y divulgar orientaciones y conocimientos agrícolas modernos, establecer centros de investigación y escuelas agrícolas y crear cooperativas agrícolas. En esta época, los Estados de estos países utilizaron discursos de modernización basados en la mecanización, la agricultura comercial y de exportación, y la marginación de los conocimientos locales de pequeña escala. De hecho, a pesar del hincapié en la autosuficiencia alimentaria, la exportación de cultivos comerciales siguió el mismo patrón que había sido dominante en la era colonial, especialmente para las mercancías como los citrus, las vides, las verduras, el algodón y las aceitunas32.
1.2. El impacto del neoliberalismo en la agricultura y los recursos naturales
El giro hacia el neoliberalismo en el Norte de África comenzó en la década de 1980. Como consecuencia de la presión de las instituciones financieras internacionales, principalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, los países de la región comenzaron a liberalizar el comercio exterior, devaluar las monedas locales y permitir una mayor dominancia del mercado mediante la constante privatización de las empresas públicas y la erosión progresiva de los servicios públicos. Se otorgó prioridad a reducir la deuda, el gasto social y los índices de empleo en el sector público33.
Como consecuencia de las transformaciones neoliberales, los países de la región experimentaron un cambio considerable en la gestión del agua y la tierra. El Estado dejó de gestionar los recursos naturales y permitió que el sector privado asumiera el control. Ello provocó una mayor penetración de empresas de inversión privadas en el sector agrícola, por lo cual el sector privado adquirió más recursos, especialmente en grandes zonas desérticas, a través del acceso a agua subterránea y tierra que el Estado puso a disposición de los principales inversores agrícolas34.
En Argelia la era de las explotaciones agrícolas estatales finalizó en la década de 1980, cuando estas se dividieron en pequeñas explotaciones de 10 a 70 hectáreas. En 1987 estas tierras pasaron progresivamente a manos de inversores agrícolas. Junto con este cambio hubo una transformación gradual hacia las fuerzas del mercado35, específicamente con la liberalización de los insumos de producción agrícola, que provocó un aumento de los precios de los fertilizantes, pesticidas y equipamiento agrícola. Esto, a su vez, generó una suba de los precios de los productos agrícolas en general. Tras el acuerdo celebrado en 1994 entre Argelia y el FMI, se eliminó el apoyo estatal a los insumos agrícolas.
En Marruecos la transformación neoliberal del sector agrícola se intensificó en 2003. Un ejemplo de ello es la privatización de dos empresas públicas que habían gestionado el conjunto de tierras recuperadas de los colonos: la Société de développement agricole (Sodea) y la Société de gestion des terres agricoles (Sogeta). Como consecuencia de esta medida, el 90 por ciento de las antiguas tierras coloniales pasaran a manos de inversores privados, los principales notables administrativos del Estado, el ejército y los aparatos de seguridad36.
En Túnez se implementaron políticas neoliberales incluso antes de que se comenzara a aplicar el programa de ajuste estructural del Banco Mundial en 1986. El Estado orientó la producción agrícola hacia la exportación y los cultivos de gran valor añadido, facilitando así el acceso del sector privado a la tierra y poniendo fin a la comercialización estatal de los productos agrícolas37. A estas políticas se sumó la retirada progresiva del Estado de los sectores agrícolas tradicionales38.
Desde 1979 Egipto ha promovido una política de apertura económica. Se desmantelaron explotaciones agrícolas estatales, se enmendaron las leyes de reforma agraria y se disolvió el Sindicato de Cooperativas Agrícolas. Además, el Estado aplicó un conjunto de medidas para disminuir las subvenciones a los agricultores del valle y del delta del Nilo, como la eliminación de subvenciones a los plaguicidas y fertilizantes y la entrega del control de insumos de producción agrícola al sector privado39. Además, se eliminó el límite de propiedad para las empresas agrícolas, lo cual permitió que inversores adquirieran más tierras recuperadas. En 1992 se aprobó la Ley núm. 96, que regula las relaciones entre propietarios y arrendatarios. Esta ley puso fin a la seguridad de los arrendamientos y provocó una ola sostenida de protestas en el campo egipcio40.
Durante este periodo, Estados de todo el Norte de África se centraron en ampliar el control de la agricultura desértica para el mercado de exportación, mientras que aceleraron la mercantilización de las tierras estatales, poniéndolas a disposición de inversores agrícolas41. Desde la década de 1990 las políticas de desarrollo agrícola en el desierto han sido consideradas una solución a la crisis de abastecimiento y producción de alimentos en el Norte de África42. Las instituciones financieras internacionales apoyaron políticas de expansión agrícola en el desierto sobre la base de un modelo de producción (fundamentalmente de cultivos para la exportación) intensivo en capital y tecnología, lo cual provocó la degradación de los recursos hídricos y terrestres43.
Como consecuencia de estas transformaciones neoliberales, se puso fin a las políticas de autosuficiencia de los alimentos y se favorecieron más políticas de seguridad alimentaria basadas en el mercado. Esto último implicó que se obtuvieran alimentos a través de mecanismos de mercado, a menudo independientemente de su origen, ya sea de mercados mundiales de productos básicos, producción nacional o incluso ayuda alimentaria. Del mismo modo, ocurrieron cambios significativos en la dieta, que expusieron a los países del Norte de África a un aumento pronunciado de las enfermedades nutricionales y la dependencia alimentaria. Argelia y Egipto se convirtieron en unos de los principales importadores de trigo del mundo.
Tras 40 años de neoliberalismo, las características principales del sistema agroalimentario dominante en la región pueden resumirse del siguiente modo:
- La eliminación de subvenciones para pequeños productores campesinos y la retirada gradual de toda forma de apoyo técnico y material del Estado para la producción agrícola. Ello incluye que el Estado abandonara su función de control de las operaciones y prácticas agrícolas, como la fertilización, y los tipos de semillas y plaguicidas utilizados. Esto ha otorgado un acceso ilimitado al sector privado a alimentos básicos y vías de importación. El Estado también cedió la función de fijación de precios de los insumos y productos agrícolas a las fuerzas del mercado, y eliminó las subvenciones a los insumos y el crédito agrícola.
- La promoción de un modelo de agricultura industrial basado en grandes explotaciones agrícolas. Esto se logró mediante la reivindicación de espacios desérticos y al permitir el acceso de inversores agrícolas a grandes extensiones de tierra. Por consiguiente, las estructuras coloniales se reconvirtieron y reprodujeron mediante un sistema en el cual la tierra es ahora propiedad de unos pocos. Esta dinámica es especialmente visible en el caso de Marruecos y Egipto.
- La adopción de una política agrícola fundamentalmente orientada a la exportación mediante incentivos financieros, la puesta a disposición de frigoríficos en aeropuertos, etcétera. Lo que es más importante, los Estados del Norte de África forman parte de un sistema de comercio internacional que sirve para promover los intereses del Norte global a expensas de las poblaciones locales del Sur global.
- La preponderancia de la dieta globalizada consumista con un alto contenido de carbohidratos provoca un aumento de las enfermedades relacionadas con los alimentos, y altas tasas de obesidad y desnutrición. Además, se han reemplazado las políticas de autosuficiencia alimentaria mediante políticas de seguridad alimentaria basadas en el mercado.
1.3. La situación actual: un campesinado marginado y un modo de agricultura extractivista capitalista
Durante el declive del Estado de bienestar en la era poscolonial neoliberal se produjo el surgimiento y reproducción del dualismo localizado de la era colonial: la existencia de dos sectores agrícolas –uno caracterizado por explotaciones agrícolas privadas de gran escala con apoyo estatal; y el otro basado en pequeños productores de las llanuras, valles y oasis, que dependen de la agricultura de secano y se caracterizan por el subdesarrollo y la marginación–.
La agricultura es uno de los principales sectores de empleo para las mujeres en el Norte de África. Representa el 55 por ciento del empleo de las mujeres, frente a tan solo el 23 por ciento en el caso de los hombres44. Debido a la migración de hombres y mujeres (ya sea por motivos económicos o como consecuencia de guerras y conflictos), se ha registrado un aumento del número de trabajadores migrantes estacionales. Por ejemplo, en Egipto, según el censo agrícola de 201045, el número total de trabajadoras en el sector agrícola del país ese año ascendía a 5 millones, un 40 por ciento de las cuales realizan trabajo no remunerado para sus familias. Además, el crecimiento de formas de agricultura capitalistas ha amplificado la feminización del trabajo agrícola, junto con la dependencia de las niñas, de hasta tan solo 8 años de edad, que trabajan en condiciones muy precarias y de explotación46. La naturaleza del trabajo agrícola es problemática desde muchos puntos de vista, desde las condiciones de trabajo y los problemas de salud y seguridad en el trabajo (véase el párrafo siguiente), hasta la división local y mundial del trabajo y su relación con el empoderamiento y el desarrollo de las mujeres. Las condiciones de trabajo de las trabajadoras agrícolas son especialmente importantes a la luz de la crisis de salud relacionada con la COVID-1947, así como ante los temores de una nueva crisis alimentaria, que podrían exacerbar las tensiones en la región. Por ejemplo, según el índice de precios de los alimentos de la FAO se ha registrado un aumento considerable a nivel mundial de los precios de la carne, los productos lácteos, los cereales, los aceites vegetales y el azúcar entre noviembre de 2020 y noviembre de 202148.
La agricultura es uno de los sectores productivos más peligrosos del mundo. Según estimaciones de la OIT, al menos 170 000 trabajadores agrícolas mueren en el lugar de trabajo cada año. Los trabajadores agrícolas corren el doble de riesgo de morir en el trabajo que los trabajadores de otros sectores. Millones de trabajadores agrícolas están expuestos a lesiones graves relacionadas con el trabajo en accidentes vinculados con maquinaria agrícola o envenenamiento con pesticidas y otros productos agroquímicos49. Además, el subregistro generalizado de muertes, lesiones y enfermedades profesionales en el sector hace pensar que la situación real de la seguridad y salud de los trabajadores agrícolas probablemente sea peor de lo que indican las estadísticas oficiales.
Las relaciones de intercambio desiguales en el sistema mundial exacerban la crisis agrícola en el Norte de África. Los países de la región están sujetos a un intercambio desigual con el Norte global, especialmente con la Unión Europea (UE) a través de una serie de acuerdos comerciales que permiten al bloque beneficiarse de los productos agrícolas del Norte de África a tasas preferentes. Estos acuerdos no solo facilitan la explotación de los recursos de la región, sino que además mantienen y consolidan aún más la diferencia entre los salarios del sector agrícola en el Sur, en comparación con el Norte, y la extracción de la plusvalía para beneficio de los consumidores europeos50. Debido a que la UE es el mayor socio comercial de los países del Norte de África, gran parte de la producción de la región se destina a la exportación al mercado europeo. Por consiguiente, la UE afecta directamente las políticas de desarrollo y los planes comerciales y agrícolas dominantes de la región. Bajo el eslogan «comercio para el desarrollo»51, la UE, en asociación con las élites locales, presiona a los países del Norte de África para que firmen acuerdos de libre comercio que, a su vez, agravan la crisis estructural52.
Como argumentan los teóricos de la dependencia, si bien el colonialismo ha desaparecido, el modelo de desarrollo de la era colonial sigue siendo dominante de diferentes formas, perpetuando las desigualdades entre el Norte y el Sur global. En el neoliberalismo, los ex colonizadores desempeñaron un papel fundamental en la integración de las economías periféricas en la economía mundial y el sistema de comercio, y en la creación de patrones de dependencia53. Para satisfacer las necesidades del mercado europeo se precisa el monocultivo, las grandes explotaciones agrícolas y responder a las preferencias de los ciudadanos europeos –por ejemplo, en el modo en que se prepara el aceite de oliva o en el cultivo de variedades específicas de dátiles, fresas, flores y citrus–.
En resumen, estas políticas y prácticas agrícolas han creado otra forma de dualidad. Por un lado, la agricultura industrial degrada la tierra y el agua. Sobre la base de la intensificación del capital y la energía, la agricultura capitalista empuja aún más a los trabajadores –hombres y mujeres– a la precariedad. También intensifica las desigualdades y centraliza la propiedad de la tierra. Este es claramente el caso de la agricultura de desierto, donde grandes extensiones de tierra se asignan a grandes inversores, mientras que los pequeños agricultores están limitados a pequeños espacios54. Por otro lado, la ausencia de subvenciones para la agricultura familiar ha provocado el empobrecimiento de los pequeños productores y la degradación de los recursos naturales de los oasis y las zonas rurales. Asimismo, el legado de la «revolución verde», que utiliza un gran volumen de fertilizantes, pesticidas y semillas híbridas, ha culminado en el descuido de la agricultura local y los sistemas ecológicos intergeneracionales. Como consecuencia de ello, se han deteriorado los recursos naturales, como la tierra y el agua, ha disminuido la biodiversidad de las semillas y se ha alterado el equilibrio entre seres humanos y el medio ambiente, provocando lo que se denomina una «brecha metabólica»55.