Nick Buxton: “Hay una industria de la vigilancia que ve la pandemia como una oportunidad para vender y probar nuevas tecnologías”

El activista y experto en comunicación del Transnational Institute, Nick Buxton, dibuja una batalla abierta por esta nueva crisis donde se necesitan soluciones, respuestas y políticas que muestren que un mundo alternativo es posible.

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Yago Álvarez Barba
Credit: Sumaya Buxton

Aprovechar las crisis para imponer nuevas políticas que antes despertarían recelo en la población. Impulsar medidas neoliberales como soluciones a los problemas que esas mismas políticas han creado. Fingir que cambian cosas para que nada cambie. La crisis del covid-19 es nueva, pero los movimientos geoplíticos y corporativos son muy parecidos a los de siempre. Así ve Nick Buxton gran parte de los acontecimientos políticos y económicos que rodean la pandemia, así como unas elecciones entre Trump y Biden en las que, según él, “las élites y los poderes militares estadounidenses están felices con cualquiera de los dos candidatos”.

Buxton es experto en comuncación y activista en temas de política fronteriza, cambio climático, militarismo y justicia económica. Es editor del informe anual Estado del poder publicado por el Transnational Institute (TNI) y ha participado recientemente en un informe en el que detallan diez propuestas para financiar la salida de la crisis. Aunque nació en el Reino Unido y ha vivido en Bolivia, Pakistan y la India, responde a El Salto desde su actual residencia en California.

Pasamos de un negacionista de la crisis climática como Trump a un perfil continuista del Partido Democrática como Joe Biden. ¿Qué futuro tiene la política medioambiental estadounidense? ¿Crees que veremos un cambio de rumbo?

En términos de debate político y de conciencia pública, ha habido un cambio profundo. En todos los debates presidenciales de 2016, solo cinco minutos y 27 segundos fueron empleados en hablar del cambio climático y los compromisos en la Plataforma Demócrata fueron difusos y limitados. En cambio, a pesar del negacionismo de Trump, el tema este año fue mucho más central en todos los debates presidenciales y el programa del Partido Demócrata es más detallado y ambicioso. Hay solamente una razón que ha promovido ese cambio, los esfuerzos de los activistas -los jóvenes, estudiantes, movimientos como el Sunrise movement- que han exigido acción concreta sobre la crisis climática y han avanzado la demanda por un Green New Deal. Muchos de los movimientos apoyaron la candidatura de Bernie Sanders en las primarias presidenciales y cuando perdió, empujo un proceso donde había comités formado por funcionarios de Biden y Sanders que forzaron a Biden a aceptar un plan mucho más ambicioso sobre el cambio climático.

Sin embargo, una cosa es la postura y las promesas y otra es la realidad y lo que podemos esperar en términos de legislación y decretos. El poder de la industria petrolera sigue siendo muy fuerte dentro del Partido Demócrata y será muy difícil de superar. Siguen donando a campañas de muchos congresistas y senadores demócratas, están siempre en los pasillos de poder haciendo lobby y gastando millones de dólares en campañas para lavar su imagen y atacar cualquier propuesta que realmente amenace su poder. Van a hacer todo lo posible para promover propuestas falsas y débiles en los próximos años. Durante la transición, ya se ven señales de que están imponiendo su poder. Esta semana pasada, por ejemplo, Biden nombró al congresista Cedric Richmond para ser el intermediario con empresas y activistas en referencia a la agenda de cambio climático. Richmond tiene una larga y pésima historia como oposición a varias iniciativas legislativas sobre el medio ambiente. De hecho, él mismo también ha recibido 341.000 dólares de donaciones en los últimos diez años de la industria petrolera.

Biden es un intento de volver a un mítico pasado neoliberal donde ambos partidos colaboraban

La realidad es que la candidatura de Biden es un intento de volver a un mítico pasado neoliberal donde ambos partidos colaboraban, donde había más en común que separación y donde había un consenso a favor de los intereses de las corporaciones. La esperanza, en esta ocasión, es que los movimientos ambientalistas son mucho más fuertes y mucho más  determinados a poner justicia social y racial en el centro de sus demandas. Estos movimientos no van a aceptar medidas diluidas o neoliberales y van a empujar una agenda radical y ambiciosa.

La era Trump también ha constituido un repliegue de la globalización con algunas medidas proteccionistas que han favorecido a las grandes empresas estadounidenses y atacado directamente al país que compite por ser el poder hegemónico, China. ¿Crees que cambiará algo al respecto con este nuevo presidente?

La verdad es que no creo que mucho cambie con Biden en este sentido, salvo la retórica. Biden habla de cooperación y no va a empezar batallas en Twitter, pero seguirá con una política para avanzar en los intereses económicos y políticos de los Estados Unidos. En términos de comercio, Biden ya ha dicho que no quiere lanzar nuevos acuerdos de libre comercio en el futuro cercano y quiere priorizar la industria doméstica, una política muy próxima a la de Trump.

Y en referencia a China, Biden habla del país como un competidor estratégico y no un enemigo como lo pinta Trump, pero ambos están muy preocupados por su crecimiento, que es una preocupación del Pentágono desde hace unos años. Fue durante la presidencia de Obama, donde EE UU empezó 'el pivote hacia Asia', cuando las fuerzas armadas empezaron a desviar recursos y atención del Medio Oriente hacia Asia. Sabemos que, al final, las élites y los poderes militares estadounidenses están felices con cualquiera de los dos candidatos. Hay una cierta antipatía hacia Trump por su retórica belicosa y sus instintos unilaterales, pero al mismo tiempo están muy satisfechos porque detrás de su retórica, Trump subió los presupuestos militares a su más alto nivel y bajó los impuestos para las transnacionales al más bajo. Y con Biden, tienen un líder centrista que quiere volver a un orden neoliberal e imperialista detrás de una retórica más bella, por lo que no tienen nada que perder.

Medios de comunicación sacan noticias alarmistas sobre “inmigrantes con covid”... ¿Será la pandemia una nueva excusa para reforzar la militarización de las fronteras de los países del norte?

Por supuesto que sí. Los poderes militarizados siempre buscan amenazas y riesgos para generar el miedo y avanzar en los procesos de militarización. Ya hemos visto la clausura de fronteras por razones de la pandemia. Casi 40% de los países cerraron sus fronteras completamente por un periodo de tiempo. Aunque haya una razón de salud, el problema es que se normaliza y que algunos países están aprovechando para rechazar y repudiar refugiados que están buscando asilo. Italia, por ejemplo, aprovechó la pandemia para mantener en sus puertos varias embarcaciones de rescate humanitario para migrantes que cruzan el Mediterráneo. En los Estados Unidos, Trump aprovechó la pandemia para impedir la entrada y deportar a cualquier persona sin documentos que llegaban a las fronteras y han desplegado más fuerzas armadas en su frontera. En Malasia, el Gobierno realizó redadas en Kuala Lumpur para detener refugiados.

La industria digital está desdibujando las categorías de seguridad entre los usos militares y civiles, y entre los usos medicinales y de vigilancia policial

¿Qué papel juega el poder corporativo aquí?

Más allá de los impactos inmediatos, hay toda una industria de monitoreo y vigilancia que ve la pandemia como una oportunidad para vender y probar nuevas tecnologías que quieren desplegar en las fronteras. La Agencia de Aduana y Protección de las Fronteras de los Estados Unidos, por ejemplo, está aprovechando para impulsar sus sistemas biométricos y sus escáneres de caras con la excusa de que es más higiénico que los antiguos sistemas dactilares. La industria digital está desdibujando, cada vez más, las categorías de seguridad entre los usos militares y civiles, y entre los usos medicinales y de vigilancia policial. Es muy importante estar alerta y no permitir cambios temporales justificados por la salud que podrían volverse permanentes, con consecuencias graves para nuestros derechos humanos.

Y en cuanto al control de la población por parte de los gobiernos en los países del norte, ¿qué crees que puede cambiar con esta nueva crisis?

Esto dependerá mucho de nosotros. Tras el 11 de septiembre, el aumento de vigilancia, la militarización de la sociedad, la persecución y la limitación de la movilización de los movimientos sociales se volvieron permanente con consecuencias que sufrimos todavía hoy, que no hemos recuperado. Estamos en un mundo de securitización mucho más fuerte que antes del 11 de septiembre. La única victoria, tal vez, fue el movimiento contra la guerra, que por lo menos disminuyó e impidió más guerras lanzadas por los Estados Unidos, pero perdimos mucho espacio doméstico y permitimos un aumento de las restricciones y la persecución de minorías, como sufre la comunidad musulmana en muchos países. En el caso de la crisis económica de 2008, tardamos un poco en responder pero hubo fuertes reacciones y levantamientos populares, especialmente en España con los indignados, y por lo menos pudimos cambiar el debate para que esta vez no sea tan fácil para las elites volver a imponer una política de austeridad. Por lo que hay que aprender de estas experiencias, aprender de los errores y, en esta ocasión, aprovechar para que nuestras ideas, soluciones y propuestas avancen, además de no permitir que la crisis lleve a una normalización de las políticas de control. En vez de eso, debemos demandar una sociedad digna, justa, solidaria y en equilibrio con nuestros ecosistemas.

En la anterior crisis podíamos señalar a culpables, al sector financiero. En esta nueva crisis, parece que el virus está sirviendo de excusa para que no se señale a nadie como culpable. ¿Está fallando la izquierda a la hora de comunicar y señalar las causas de la crisis? ¿y la prensa?

Es cierto que las causas son más complejas, pero al mismo tiempo las soluciones son más obvias y no son soluciones militarizadas y neoliberales. Todo el presupuesto militar no sirve para nada contra un virus fatal que hasta hoy ha matado a 1.358.411 personas, mucho más que cualquier ataque terrorista en los que, para combatirlos, gastamos miles de millones de dólares. Y la política neoliberal y el libre mercado no sirve para abastecer las necesidades de salud, como los medicamentos, los hospitales, el equipamiento médico, el apoyo financiero en casos de desempleo, etc. Necesitan respuestas y políticas públicas y comunitarias, basadas en la idea de proteger a los más vulnerables. Y sabiendo que estamos frente a múltiples crisis, especialmente la crisis climática que nos plantea riesgos peores que la pandemia actual, tenemos que exigir lo mismo: respuestas públicas y solidarias. La autora Arundhati Roy ha hablado de la pandemia como un portal en cual podemos elegir cómo queremos cruzar: con nuestros prejuicios, odio, avaricia e ideas muertas o sin equipaje, ligeros, listos para imaginar otro mundo y luchar para alcanzarlo. Podemos también pensar en ello como un portal que no va a estar abierto por mucho tiempo. Tenemos que aprovechar la crisis para normalizar las políticas que salieron de la emergencia y que queremos mantener. También debemos aprovechar este periodo antes de que finalice la pandemia para movilizar y rechazar los intentos de volver a las antiguas políticas, exigiendo que queremos salir de esta crisis global con políticas diferentes, emancipatorias y justas.

En un mundo de evasión y libre movimiento de capitales, de paraísos fiscales y de una economía cada vez más financiarizada y menos real, ¿cómo podemos financiar la salida de esta nueva crisis?

Sabemos que hay dinero, solamente que está en las manos equivocadas. Hicimos una investigación recientemente en el Transnational Institute (TNI) que mostró que solamente diez propuestas podrían recaudar 9,4 billones de dólares al año en todo el mundo. Lo suficiente para pagar los costes de la pandemia, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una transición climática justa y reparaciones por la esclavitud a los países del Sur. Esto es en lo que la izquierda tiene que avanzar ahora mismo. Son las soluciones, las respuestas, las políticas que muestran que un mundo alternativo es posible y solamente necesitas voluntad política para implementarlo. Como ya ocurrió en otras ocasiones, este camino necesitará una nueva oleada de protestas callejeras para hacer presión política para que se conviertan en realidad.

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