Además de la necesidad de reconfigurar la producción nacional de energía, los Estados del Golfo también consideran que las energías renovables y combustibles como el hidrógeno son una nueva oportunidad de mercado. La energía verde es un activo de inversión para el excedente de capital de los países del CCG. El sector es relativamente de bajo riesgo: recibe apoyo de instituciones de financiación para el desarrollo y garantías de los gobiernos anfitriones. Así, los conglomerados del Golfo están activos en el sector. Han surgido nuevas empresas de energía que con frecuencia reciben respaldo y financiación estatales, como es el caso de Masdar, en los EAU. La empresa, que es propiedad del estado de Abu Dabi, se dio a conocer inicialmente con el plan de construcción de una ciudad en la capital basada en el principio de sostenibilidad, que utilizaría energía renovable.26 La empresa también tiene un gran brazo de inversión que posee alrededor de 20 000 millones de dólares en activos de energía renovable en varios mercados del planeta.27 Otro caso es ACWA, parcialmente propiedad del Estado saudí. Esta empresa, que tiene presencia en todo el mundo, posee 75 000 millones de dólares en activos, pero solo un pequeño porcentaje se encuentra en la categoría de energía renovable.28
Estas empresas están muy activas en la región de MENA. Economías como las de Marruecos, Jordania y Egipto son accesibles para las empresas del Golfo debido a sus sólidas relaciones bilaterales. Las adquisiciones en el campo de las energías renovables en el Golfo suelen incluirse en paquetes de ayuda e inversiones liderados por el Estado, lo que asegura que los proyectos reciban respaldo del mayor nivel. Esto forma parte de la tendencia de la creciente influencia de los Estados del Golfo en la política y la economía de la región. Es un patrón que va de la mano con la inversión en otros sectores, como la producción de alimentos y la infraestructura, así como la ayuda estatal directa a aliados regionales. El ejemplo más claro es Egipto: se calcula que entre 2014 y 2016, Arabia Saudita, los EAU y Kuwait brindaron al Gobierno del presidente Abdelfattah al-Sisi ayuda por unos 30 000 millones de dólares. Esto fue clave para posibilitar su mandato y estabilizar el país en la fase contrarrevolucionaria posterior a la revolución de 2011. Esta corriente de dinero fue fundamental para la restauración del régimen autoritario en el más poblado de los países árabes.
Un ejemplo de apoyo interestatal en el sector de las energías renovables quedó patente en la COP27, celebrada en la localidad egipcia de Sharm el-Sheij en noviembre de 2022. El jeque Mohammed bin Zayed, presidente de los EAU, y Abdelfattah al-Sisi asistieron personalmente a la firma de un acuerdo entre Masdar e Infinity, la mayor empresa de energías renovables de Egipto, para la construcción de un parque eólico que sería el mayor de su tipo en el país.29 Otro ejemplo es un convenio firmado entre los gobiernos de los EAU, Egipto y Jordania en 2022, llamado Alianza Industrial para el Crecimiento Económico Sostenible, que abarca alimentos, fertilizantes, textiles, productos farmacéuticos, minerales y petroquímicos.30 El acuerdo también incluye planes para mejorar la producción de energía renovable.
Una dimensión de estos acuerdos es el papel que tuvo la financiación de los bancos de desarrollo. Instituciones como el Banco Mundial, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y el Banco Africano de Desarrollo financiaron proyectos en los que Estados del Golfo han invertido. La participación tanto de los Estados como de estas instituciones internacionales crea actores poderosos en estos proyectos y les quita el factor de riesgo. Este tipo de apoyo ha permitido que los inversores del Golfo se conviertan en protagonistas de las políticas de energía renovable de algunos Gobiernos de la región de MENA. Los capitales del Golfo se han afianzado en el futuro energético de la región, asegurando ganancias con la transición a las energías renovables.
Un claro ejemplo de la poderosa combinación de actores estatales e institucionales es el Complejo Solar de Ouarzazate, en Marruecos, una de las mayores plantas de energía solar concentrada del mundo. El proyecto es financiado por un consorcio que incluye a ACWA, de Arabia Saudita, la Agencia Marroquí de Energía Solar y TSK, una empresa española. Otros patrocinadores son el Banco Mundial y otros bancos de desarrollo. Otro ejemplo es la inversión de AMEA Power, una empresa emiratí, en un parque eólico y una planta de energía solar en Egipto. Estos proyectos se llevan a cabo en colaboración con la Corporación Sumitomo y son financiados por la Corporación Financiera Internacional, el Banco Holandés de Desarrollo Empresarial y la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional.31
Una propuesta firmada por los EAU, Israel y Jordania pone de manifiesto la medida en la cual el dinero del CCG se está incorporando en el futuro de las energías renovables y la gestión de los recursos en la región. Los tres Estados acordaron un plan para que Masdar, de los EAU, invierta en una instalación de energía solar en Jordania que venderá su electricidad exclusivamente a Israel. A cambio, Israel le venderá agua desalinizada a Jordania.32 De concretarse, el arreglo mostraría cómo el capital emiratí y la tecnología israelí podrían avanzar en la región. El acuerdo también normalizará y profundizará la ocupación de Israel en los territorios palestinos y el sistema de apartheid que impone a la población palestina. Demuestra cómo este tipo de proyectos puede tener resultados sumamente desiguales. La energía de un parque solar construido en territorio jordano se desviará al mercado israelí. Las redes de producción de agua y electricidad se entregarán a consumidores más ricos, con exclusión de las poblaciones desfavorecidas que están subyugadas por la ocupación militar.
En conjunto con la energía solar y eólica, el hidrógeno podría desempeñar un papel en la transición energética como un combustible/transportador de energía alternativo.33 Varios países del Golfo, como Arabia Saudita, Qatar, Omán y los EAU, anuncian proyectos para atender la creciente demanda mundial de hidrógeno. Está por verse si estos proyectos producirán hidrógeno «verde» (a partir de fuentes renovables), «azul» (de gas con captura de carbono) o «gris» (de combustibles fósiles sin captura de carbono). Es difícil determinar en qué medida el producto final será un combustible con emisiones de carbono bajas o cercanas a cero. La ventaja competitiva de estos países es el gas natural: mediante este combustible producirían hidrógeno a un costo muy inferior que si utilizan energía renovable y enormes cantidades de agua desalinizada (lo que exigiría un mayor consumo de energía). El hidrógeno verde costará hasta 11 veces más que el gas natural, cinco veces más que el hidrógeno gris y dos veces más que el azul.34 No obstante, los pormenores de estos planes son imprecisos y es posible que la clasificación de las categorías de hidrógeno se desdibuje, lo que dificultaría determinar si estos combustibles realmente tienen emisiones de carbono bajas o nulas.
Los inversores del Golfo también están adquiriendo activos extranjeros en el sector del hidrógeno. Egipto pretende convertirse en un centro de producción de hidrógeno verde (y azul), y las empresas del CCG buscan beneficiarse con estos planes. Por ejemplo, Masdar firmó una propuesta para invertir en dos instalaciones de hidrógeno verde en Egipto, una en la costa mediterránea y otra en la Zona Económica del Canal de Suez, en la localidad de Ain Sukhna, en la costa del Mar Rojo.35 El acuerdo también incluye un plan para la producción de amoníaco verde, que puede utilizarse para producir fertilizantes «neutros en carbono». Otras empresas del Golfo también invierten en la estrategia de Egipto para convertirse en un centro de producción de hidrógeno verde. El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo también contribuyó a financiar a una empresa egipcia que participa en este plan también. De esta manera, estos proyectos carecen de riesgos gracias a la financiación del Golfo y de Europa.36
Aún está por verse si estos planes son viables y realistas, pero el enfoque puesto en el hidrógeno tiene fuertes connotaciones políticas. El hidrógeno se pregona como la panacea de los mercados energéticos. Es considerado un medio para reducir el consumo de combustibles fósiles, que adquirió una urgencia adicional desde la invasión de Rusia a Ucrania en 2022, como consecuencia de la cual muchos gobiernos europeos se vieron obligados a buscar alternativas a la dependencia de las exportaciones de gas ruso. Si estos planes se concretan, resultarán en la expansión de proyectos de energía renovable (solar y eólica), con la inversión de capitales del Golfo y de Occidente en proyectos liderados por el Estado que se integrarán a las redes energéticas europeas. Desde la perspectiva de los productores del Golfo, un posible motivo de esta política es el papel que desempeña el gas en la producción de hidrógeno. El crecimiento de los mercados de hidrógeno ofrece una cobertura que permite a las economías del Golfo participar en la transición energética y, a la vez, mantener el valor de sus reservas de gas.