1. El Banco Mundial y el FMI: privatizaciones y reducción de subsidios al consumidor
El sector de la energía en Jordania fue privatizado parcialmente en 2007 como condición de los préstamos que el Gobierno recibió del FMI y el Banco Mundial para cubrir su déficit público. En la década de 1980, la disminución de los flujos financieros del Golfo y el aumento del gasto público provocaron una grave crisis económica en el país. El crecimiento económico descendió abruptamente, y el tipo de cambio se desplomó en 1989. Los préstamos ‘correctivos’ se convirtieron en el único medio para evitar la profundización de la crisis. Las políticas del Consenso de Washington que adoptaron el FMI y el Banco Mundial como solución rápida para los ‘Estados fallidos’, incluida Jordania en su opinión, se basaron en el control del gasto público, la liberalización de los mercados, la eliminación de las barreras al comercio internacional y la privatización de las instituciones estatales. El argumento era que así se resolvería el bajo rendimiento público y se reduciría la carga económica del Estado.9
Las privatizaciones se institucionalizaron en Jordania en 1996, cuando se creó la Unidad Ejecutiva de Privatización10 en la oficina del primer ministro, en colaboración con el Banco Mundial.11 Ese año se recomendó que la Autoridad de Electricidad de Jordania, un organismo público creado en 1967 y que poseía y gestionaba todas las actividades del sector, se transformara en una sociedad anónima de propiedad estatal, la Compañía Nacional de Energía Eléctrica.12 Esta estructura era más propicia para posibles privatizaciones futuras. Una reestructuración en 199913 dividió la compañía en tres empresas distintas: la Compañía Nacional de Energía Eléctrica (NEPCO, por sus siglas en inglés), encargada de la compra de energía primaria y la transmisión, el control y la interconexión; la Compañía Central de Generación de Electricidad (CEGCO), encargada de las estaciones de generación de energía eléctrica; y la Compañía de Distribución de Electricidad (EDCO), a cargo de la distribución eléctrica. Estas tres compañías son administrativa y financieramente independientes. La Comisión Reguladora de Energía y Minerales (EMRC) se creó posteriormente como una entidad independiente que regula la relación entre las diferentes actividades del sector.14
La reestructuración del sector energético jordano fue el preludio de la privatización de las empresas de distribución y generación, un proceso que ha desplazado el papel del sector público y convirtió a las empresas e inversores en actores clave del sector energético. Aunque el desempeño eficiente de la Autoridad de Electricidad Nacional estaba comprobado, el Estado adoptó la visión neoliberal del FMI y privatizó la entidad en 2007. A la vez, el 51 por ciento de las acciones de CEGCO se vendieron a la empresa emiratí Dubai International Capital (DIC).15 Un año después, se vendió el 100 por ciento de las acciones de EDCO, una sociedad anónima pública, y el 55,4 por ciento de las acciones de la Compañía de Electricidad del Distrito de Irbid, una empresa de distribución en el norte de Jordania, a la compañía Kingdom for Energy Investments Company (KEC), también propiedad de DIC, la Kuwaiti Privatization Holding Company y la United Arab Investors Company.16 Los proyectos de generación posteriores se transfirieron al sector privado mediante propuestas directas o licitaciones abiertas. La actividad de distribución fue, por lo tanto, privatizada en su totalidad, mientras que la generación pasó a ser de propiedad mixta público-privada, aunque se privilegió esta última. La actividad de transmisión y compra de combustible permaneció bajo la propiedad de NEPCO, que representa al Gobierno en el sector, y la independiente EMRC sigue regulando todas estas actividades.
Los problemas estructurales solo se agravaron después de la privatización, ya que el desmantelamiento de la única autoridad estatal generó costos administrativos innecesarios y debilitó el rendimiento general del sector. Con la privatización, los contratos y convenios tienden a “privatizar las ganancias y socializar los riesgos”, incluso con la aplicación del enfoque de “costo más beneficio”, que garantiza una tasa de ganancia fija a las empresas sin garantías efectivas de rendimiento ni eficiencia. Además, los contratos de generación obligan al Estado a pagar los costos de capacidades de generación adicionales, aunque no sean utilizadas ni necesarias.
En última instancia, la privatización agravó la crisis energética del país. El Comité de Evaluación de las Privatizaciones, creado en 2013 por decreto real, publicó un informe de evaluación en 2014 sobre la experiencia de privatización. Este concluyó que los indicadores de rendimiento exhibían un deterioro en la calidad de los servicios (por ejemplo, aumento de las pérdidas de energía en las empresas de distribución privatizadas), junto con una mayor carga financiera. “La privatización no había logrado las metas económicas deseadas... [de] aumentar la inversión estratégica, proteger al erario de las consecuencias del incremento del costo de los combustibles, maximizar la eficiencia del sector o diversificar las fuentes de energía”, destaca el informe.17
El informe sostiene además que la mayoría de las ganancias de las empresas (que en ese momento promediaban un 20 por ciento anual) estaban vinculadas a los altos precios de la energía fijados por la Comisión Reguladora de Electricidad, y no a una mayor eficiencia o productividad, ya que las empresas alcanzaban una tasa de ganancia inusualmente alta debido a que las ventas y las ganancias estaban garantizadas. En su defensa, el Gobierno argumentó que la privatización se llevó a cabo en colaboración con inversores financieros no especializados en energía y cuya meta, por lo tanto, era la rentabilidad y no la mejora de la productividad del sector. El Gobierno afirmó que tuvo que recurrir a estos inversores en algunos casos porque los inversores estratégicos no mostraron interés en el proceso.18
El segundo aspecto de los planes del Banco Mundial y el FMI tras la reestructuración del sector eléctrico de Jordania se relaciona con la reducción de los subsidios destinados a los consumidores de electricidad. Como condición para prestarle dinero al Gobierno tras la interrupción del suministro de gas egipcio en 2011-2013, estas instituciones exigieron la diversificación de la combinación energética y el ajuste de la tarifa eléctrica, o sea, la eliminación de los subsidios a los combustibles y la electricidad, con el argumento de que era necesaria para resolver la crisis de deuda de la empresa nacional de energía, NEPCO.
El préstamo condicional de unos 2 060 millones de dólares que el FMI otorgó en 2012,19 seguido de préstamos y ayudas adicionales en años subsiguientes, tuvo como consecuencia la aplicación de un importante programa de reformas que eliminó los subsidios a los productos derivados del petróleo, elevó los precios entre un 14 y 50 por ciento20 e implicó un plan quinquenal que subiría las tarifas eléctricas en cinco etapas, comenzando en 2013.21 El plan solo se implementó parcialmente, ya que los precios de la electricidad subieron tres veces entre 2013 y 2015, pero su aplicación se detuvo cuando las pérdidas de NEPCO cayeron abruptamente tras la estabilización de los precios internacionales del petróleo y la reanudación del acceso al gas. Sin embargo, los déficits de NEPCO crecen una vez más, y se pronostican mayores déficits, lo que hace probable que surjan más planes del FMI y otras propuestas para reducir los subsidios. Esta podría ser una vía para reanudar la privatización.
Los informes del Banco Mundial insisten con que las políticas planificadas por el FMI generarán ahorros financieros en el sector energético, lo que permitirá la inversión en programas dirigidos a la población en situación de pobreza y, en última instancia, mejorará el nivel de vida en Jordania en términos generales. Sin embargo, hechos y cifras recientes no respaldan la idea de que la reducción de los subsidios mejore las ganancias: las tasas de crecimiento económico22 siguieron en descenso incluso mientras se instrumentaban los planes del FMI,23 la clase media se erosionó, los niveles de pobreza aumentaron y el poder adquisitivo descendió.24 Aunque los subsidios no se eliminaron del todo, los perjuicios que el incremento de los precios de la electricidad provocaron en las personas en situación de pobreza y la clase media fueron evidentes.
2. La opción de menor costo en primer lugar
La crisis del gas egipcio no fue la primera del sector energético de Jordania. Una similar, pero no tan grave, sucedió con la interrupción del petróleo iraquí en 2003 tras la invasión de Iraq por los Estados Unidos. Como sucede con el gas egipcio, el petróleo iraquí era una fuente barata pero insegura de la que Jordania dependía en gran medida para la generación de energía. En consecuencia, la interrupción generó mayores precios de la energía en Jordania. Sin embargo, esta experiencia no cambió la estrategia del Gobierno hacia el sector y, en el mismo año, Egipto firmó un convenio para abastecer de gas natural a Jordania por 15 años, que cubría el 80 por ciento de las necesidades de generación de energía del país a un precio bajo y ofrecía protección contra los crecientes precios internacionales del petróleo.25 Al principio, el acuerdo tuvo un efecto positivo en los precios de la energía y en la economía jordana, pero los suministros de gas comenzaron a fluctuar y disminuir en 2008, lo que desencadenó otra crisis. Además, en 2010 solo se entregó entre un 60 y 70 por ciento de la cantidad de gas acordada, lo que generó dudas de que el gas egipcio fuera una solución segura a largo plazo para las necesidades energéticas jordanas.26 A pesar de estos problemas, el Gobierno no buscó nuevas fuentes de gas, como recomendaba expresamente su Estrategia Energética 2007-2020. De hecho, el sector siguió dependiendo del gas egipcio como fuente principal para la generación eléctrica hasta las explosiones en Arish de 2011-2013.
Cuando se desató la crisis, para reemplazar el gas egipcio que ya no estaba disponible, Jordania comenzó a importar petróleo (y sus derivados) a pesar de los precios récord. Esto afectó enormemente los costos de energía que pagaba la empresa estatal, que aumentó un alarmante 129 por ciento, pasando de 9,6 centavos de dólar por kilovatio hora (kWh) en 2010 a 22,5 centavos por kWh en 2014.27
El sector energético jordano tuvo que soportar precios elevados y suministros insuficientes hasta que el gas retornó en 2015, cuando comenzaron las importaciones en virtud de nuevos acuerdos, principalmente con Qatar.28 Estos utilizaron una unidad de almacenamiento flotante para gas natural licuado en la terminal petrolífera Sheikh Sabah al-Ahmad en Aqaba, sobre el mar Rojo, al sur del país, que fue contratada como parte de un convenio con la compañía Golar LNG.29
Aproximadamente al mismo tiempo que comenzaron a llegar los suministros de gas, los precios mundiales del petróleo se estabilizaron, lo que provocó el descenso de los costos de producción de energía en el entorno de 10,3 centavos por kWh en 2016.